lunes, 4 de marzo de 2024

Dos modelos para suceder a Omella: tibieza o vuelta al combate

La apuesta del Papa es continuista y la de los obispos, más crítica con el Gobierno

Fuente:   El Mundo

Por   ORIOL TRILLAS 

BARCELONA

03/032024


Cercano a Bolaños, Omella quiso mediar con los independentistas y se ha posicionado a favor del diálogo. No ha gustado en la Iglesia su gestión de los abusos.J. BARBANCHO

Del 4 al 8 está convocada la Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal en la que se renovará todo el organigrama de la institución que integra a los obispos españoles, entre ellos su presidente, dado que el cardenal Juan José Omella no puede aspirar a un nuevo mandato, al haber rebasado la edad de 75 años. Los prelados no efectúan campaña electoral como en la vida civil, pero ello no quiere decir que no se esté librando una batalla –a la eclesiástica manera– entre bambalinas. Y en esa batalla existen dos candidatos claros: el que prefieren los obispos y el que ha señalado el Papa.

Si no hubiese mediado el dedo del Pontífice, la elección de presidente estaría cantada en la persona del arzobispo de Valladolid, Luis Argüello García (1953), muy querido en el colegio episcopal y con el conocimiento y experiencia suficientes sobre su órgano rector. No en vano fue el secretario general de la CEE entre 2018 y 2022. Clérigo que evolucionó de un progresismo juvenil al conservadurismo actual, supo moverse sin dificultad entre las varias tendencias episcopales, sin otro rasguño que una rueda de prensa en la que se mostró equívoco y dubitativo respecto a los indultos de los presos independentistas. Pero esas declaraciones las realizaba en nombre del Episcopado y no en nombre propio. Una vez liberado del cargo y promocionado a arzobispo de Valladolid, ha efectuado varias declaraciones en las que ha mostrado sus reparos a la Ley de Amnistía. Obispo muy bien formado, con cintura y capacidad dialéctica, sería el nuevo presidente si no hubiese mediado el dedo papal.

La realidad es que Francisco ha ungido de forma inequívoca a su nuevo hombre en España: el arzobispo de Madrid, José Cobo Cano (1965).

Designado como ordinario de la diócesis capitalina sin pasar por otro obispado anteriormente, dado que solo era obispo auxiliar del cardenal Osoro, el Papa lo distinguió con el cardenalato con una rapidez inusitada: al día siguiente de su toma de posesión. No solo eso, sino que, tras recibir la púrpura, lo nombró miembro del importante Dicasterio para los Obispos, donde se cuecen todos los nombramientos de la Iglesia católica. Un organismo en el que estuvieron presentes dos de los anteriores presidentes de la CEE: Rouco y Omella. El primero, el hombre de Juan Pablo II y Benedicto XVI en España y el segundo, el hasta ahora hombre de Francisco en nuestro país. El Papa no disimula sus querencias y un ascenso tan meteórico no tiene otra traducción que su apuesta por el hoy cardenal de Madrid.

¿Se atreverán los obispos a dejar en mal lugar al Papa? Es dudoso. Por muy sólida y consolidada que esté la candidatura de Argüello, a la que él se ha prestado sin disimulo, su elección supondría un desaire a los vientos que vienen de Roma. Solo cabría una opción: que Cobo renunciase a una posible candidatura y esperase a tiempos venideros. Únicamente tiene 58 años y le quedan más de 12 para ser elegido en sucesivas convocatorias. El cargo presidencial tiene una vigencia cuatrianual y en la próxima cita electoral no podrá ser reelegido el obispo Argüello, dado que ya contará con 75 años. Exclusivamente esa retirada daría opciones a Argüello y no dejaría en mal lugar a los obispos ante el Papa. Aunque debe tenerse en cuenta que, a sus 87 años, a Francisco le están viniendo unas prisas enormes por encumbrar a sus personas de confianza. Y la Iglesia en España está en su punto de mira, siendo manifiestas sus reticencias hacia el obispado español, una de las causas por las que no ha visitado nuestro país.

Ahora bien, como en todas las batallas abiertas, pueden optar los obispos por un tertium genus. Una manera de no dar calabazas a Roma, que no vería con buenos ojos la elección de Argüello. Ahí suenan los nombres del arzobispo de Sevilla, José Ángel Saiz Meneses (1956), y del de Granada, José María Gil Tamayo (1957). El primero es un conquense emigrado desde niño a Cataluña, que fue obispo auxiliar de Barcelona, residencial de Terrassa y desde 2021 promocionado a la importante diócesis hispalense. El segundo fue secretario general de la CEE en el período 2013-2018 y es un buen conocedor de la Casa. Ambos serían una elección centrista que no desagradaría tanto a Roma como la del prelado vallisoletano. Corre también el nombre del obispo de Teruel, José Antonio Satué Huerto (1968), figura emergente llamada a destinos relevantes, distinguido también por el Papa con su presencia en el Dicasterio para los Obispos y designado por Francisco como instructor del caso Gaztelueta, la acusación de pederastia que afecta a un numerario del Opus Dei. Sin embargo, su elección sería una campanada. Satué es un obispo demasiado cercano a Omella para optar en esta convocatoria. Los obispos quieren pasar página del período presidencial de Omella, que no ha tenido muy buen final, especialmente por el descontento producido por las desafortunadas vicisitudes surgidas durante la elaboración del Informe Cremades sobre la pederastia eclesial.

Luego están las relaciones con el Gobierno. Omella no ha sido un presidente beligerante con el poder ejecutivo y ha sido bastante cercano al plenipotenciario ministro Félix Bolaños. La elección de Argüello devolvería a la CEE al espíritu combativo que tuvo con el Gobierno Zapatero. No cabe duda de que Sánchez preferiría la presidencia de Cobo, cuya actitud sería muy continuista con la línea de Omella. El cardenal de Madrid no ha efectuado ningún pronunciamiento contra la amnistía e incluso ha realizado taimadas declaraciones a favor del perdón y la reconciliación, que han sido entendidas en una tendencia conciliadora. No obstante, a nadie se le escapa que un potente sector episcopal tiene ganas de plantar batalla a la política gubernamental y no desea repetir la línea acomodaticia del último cuatrienio. Parece que las espadas están en todo lo alto.

En todo caso, las elecciones se prometen apasionantes. El candidato de los obispos contra el candidato del Papa. El preferido de la izquierda contra el preferido de la derecha. Vendrán unos primeros días de marzo de alto voltaje. Con toda seguridad, el día 5 saldremos de dudas.

 

EL SALIENTE. Cercano a Bolaños, Omella quiso mediar con los independentistas y se ha posicionado a favor del diálogo. No ha gustado en la Iglesia su gestión de los abusos. J. B COBO, UNGIDO POR FRANCISCO. Seguiría la línea de no confrontación política de Omella. Nuevo hombre fuerte del Papa en España, no ha condenado la amnistía. EFE ARGÜELLO, FAVORITO DE LOS PRELADOS. Su elección devolvería el espíritu beligerante con el Gobierno de los años de Zapatero. La apuesta de la derecha. S. G. «NO HARÉ BATALLA»

MEDIADOR. Omella intentó negociar entre Rajoy y los independentistas según él mismo reconoció en 2018. En 2023, el propio Puigdemont pidió que hiciera de mediador con el Gobierno de Pedro Sánchez.

PAZ. El 27 de octubre de 2017, día de la Declaración Unilateral de Independencia, afirmó: «Comparto el dolor y el sufrimiento de la gente. Mi corazón llora con ellos. Yo deseo y pido al Señor que nos ayude a evitar la confrontación y a construir un futuro en paz».

AMNISTÍA. «No vamos a hacer batallas para hacer caer gobiernos» (2023, sobre la Ley de Amnistía).

 

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