viernes, 29 de septiembre de 2023

Arzobispo Benavent: El compromiso público de los católicos debe encauzarse fuera de los partidos

Fuente:   msn

Por   Salvador Enguix

29/09/2023


Enrique Benavent durante la entrevista © Víctor Gutiérrez

El Arzobispo de València, Enrique Benavent, valora que el compromiso público de los católicos "debe encauzarse fuera de los partidos políticos. Sería deseable que las asociaciones de compromiso social no dependieran tanto de los poderes públicos". Así lo defendió el pasado lunes en una conferencia pronunciada en el Club de Encuentro Manuel Broseta que ayer fue publicada en los medios propios del arzobispado. Un discurso en el que añade que "el católico que se compromete en un partido ha de ser consciente que se encontrará ante el ‘drama de ser político y católico".

En su intervención, afirmó que “el debate ético en la vida pública se ha empobrecido o simplemente se evita. Cuando se piensa que es simplemente una cuestión religiosa, el diálogo se hace imposible. Hay otro hecho que dificulta el diálogo: la identificación de ciertas posiciones en cuestiones de gran calado ético con determinadas opciones políticas". 

Defiende en este texto el prelado que "la politización del debate ético y el encasillamiento político de las personas por defender ciertas posturas que, en principio, no necesariamente están vinculadas a una opción política, pero que se han convertido en bandera política, puede llegar a matar el diálogo sincero sobre cuestiones que afectan profundamente a la comprensión del ser humano".

Añade que "si además, las opciones de los partidos sobre las cuestiones éticas no se fundamentan en una visión del ser humano, sino en los réditos electorales, entonces el debate ético en orden a una sociedad más justa ha muerto”.

Como ya señaló en una entrevista con La Vanguardia, Benavent defiende que "la política no es misión propia de la Iglesia, pero los cristianos no se pueden desentender de ella, solos o asociadamente. Ahora bien, no se debe atribuir a la Iglesia la responsabilidad en sus actuaciones. El católico que se compromete en un partido ha de ser consciente que se encontrará ante el “drama de ser político y católico”.

Recuerda que “la presencia de cristianos que han entrado en los partidos políticos movidos por la fe cristiana en su juventud ha sido una constante. Sin embargo, una vez se entra en la dinámica de la vida partidista, en muchas ocasiones se impone la renuncia a principios y valores básicos, que quedan en segundo plano". 

A su juicio la disciplina de voto en cuestiones que no están necesariamente vinculadas a una opción política "se ha impuesto de tal modo, que el compromiso de un católico en la vida de un partido puede llevarle a conflictos de conciencia, a ‘hago lo que puedo’ por la obediencia férrea a la disciplina del partido o ‘si no estuviéramos nosotros sería peor’". 

Y añade que "no sé si esto tiene solución en el momento actual, pero es la realidad en la que nos encontramos. Sería más deseable mayor espacio a la libertad personal de decisión en aquellas cuestiones que afectan a la conciencia de las personas”.

Por ello, el Arzobispo defendió que el compromiso público de los católicos debe encauzarse fuera y al margen de los partidos políticos. “Se puede ayudar más directamente a personas fuera de las estructuras políticas que desde las mismas. Sería deseable que las asociaciones por las que se encauza el compromiso social de muchos cristianos que no se sienten cómodos ante la disciplina partidista no dependieran tanto de los poderes públicos”.

En esta línea afirma que “la misión de la Iglesia no consiste en involucrarse directamente en la vida política convirtiéndose en un partido político, sino ofrecer su doctrina social, que nunca ha pretendido ser un conjunto de normas. Se trata de fundar en la razón principios morales que pueden ser válidos para todos y dialogar sobre ellos”". 

Respecto a los cristianos en las instituciones advirtió de que “no pueden promover positivamente leyes que cuestionen el valor de la vida humana, ni apoyar con su voto propuestas que hayan sido presentadas por otros. Cuando no fuera posible abrogar las que están en vigor o evitar la aprobación de otras, quedando clara su absoluta oposición personal, puedan lícitamente ofrecer su apoyo a propuestas encaminadas a limitar los daños de estas leyes y disminuir así los efectos negativos en el ámbito de la cultura y de la moralidad pública”.

Entre sus conclusiones finales defiende “una justa regulación de la objeción de conciencia, que se garantice que aquellos que recurren a ella no serán objeto de discriminación social o laboral. La elaboración de un registro de objetores no debería ser un riesgo en este sentido para quienes objetan. También es legítima, la ‘objeción de conciencia institucional’ a aquellas leyes que contradicen su ideario. El Estado tiene el deber de reconocer este derecho, si no lo hace, pone en peligro la libertad religiosa y de conciencia”.

 

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