Fuente: Atrio
Redacción
14/11/2022
Nuestro Alberto Revuelta, que cada semana nos muestra cómo su sensibilidad religiosa le lleva a ser abogado de los más excluídos, desde este Comité René Cassin, del que es editor, hace valientes denuncias del gobierno PSOE cuando se alinea con los poderes de siempre. AD.
La estructura del Estado nacional en la España de varias coronas, sostenida por una férrea mano de funcionarios reales permanece inalterable desde 1492, al menos. Antes que la Gran Bretaña. Antes que Francia. Muchísimo antes que Italia. Los pilares de esa estructura han sido, siguen siendo, los ejércitos del rey (hoy Defensa), la Santa Hermandad y migueletes varios, incluidos mosos d’escuadra, (hoy Interior) y la Santa Inquisición (hoy Justicia).
Esos tres pilares, ejércitos, policías y servicios secretos y la abogacía del Estado, jueces y fiscales constituyen el poder material, y formal de lo que en términos vulgares se conoce como el Estado. El PSOE que sabe mucho de eso, aunque procure disimularlo, ha puesto al frente de tales estructuras a tres magistrados, jueces de carrera. Dos señoras y el señor Marlaska. La farándula menor de los socios frankestein pueden distraerse con variadas propuestas de leyes más o menos útiles. Pero los poderes económicos y los que con discreción se asientas en los sillones de tres magistrados ministros, siguen por la senda constitucional de don Fernando VII, el “deseado”. Por si a alguien le cabe duda puede meditar, tras leerlas, las declaraciones de los señores Serra y Barrionuevo en las que queda patente que, con dinero de impuestos malversados y burlándose de los ciudadanos en quienes reside la soberanía, se velaron las fechorías del actual rey emérito y se inició la guerra sucia contra ETA dando lecciones a diestro y siniestro del famoso Estado de derecho (y social, claro). La niñez política de los diseñadores y realizadores del procés se topó en el Supremo con uno de esas estructuras y aún continúan aherrojados en encartes milenarios esperando que los tres poderes se suiciden estatalmente dejándoles declarar la independencia. El señor Puigdemont no tiene ni idea de lo que hay en el baúl de la Piquer. Menos aún el señor Comin y la señora Ponsatí. El PNV, de origen y adscripción demócrata cristiana aprendió de los prelados católicos a ponerle palio a Franco y a alentar en las sacristías a los iniciales etarras. Recuperó el concierto y prorrogó ad calendas graecas la independencia de Euskadi sur (de la norte no se habla desde Napoleón).
Uno de esos pilares del Estado (no confundir con los pretendidamente separados por el señor Montesquieu), Interior y su magistrado-ministro están en un momento de aprieto, pues 23 negros muertos ante los ojos de los guardias civiles de frontera y sin socorro de la Cruz Roja que recibe abundantes subvenciones públicas para prestarlo, son mucho muertos aún siendo negros sin derechos. La estolidez del rostro ministerial del magistrado Marlaska tratando de negar las evidencias grabadas hasta por la BBC, se compadece poco con sus alharacas sobre los derechos humanos y otras filfas. Si un sirio blanco llega a los puestos fronterizos para pedir asilo pasa a ser entrevistado. Si es un africano negro lo muelen a palos o lo asfixian con botes de gas los gendarmes marroquíes pagados con nuestros impuestos y ayuda de la UE, o los guardias civiles españoles para que no pisen el sagrado suelo patrio que defendieron Millán Astray, entre otros.
El magistrado-ministro señor Marlaska padece de doble personalidad política. Puede ir campechanamente en manifestaciones civiles en defensa de seleccionados derechos humanos y, al tiempo, mandar a guardias civiles a sus órdenes que impidan el ejercicio de derechos humanos a jóvenes negros, poco amistosos desde luego, pero sujetos de derechos como el propio ministro al ejercer los suyos.
El presidente del gobierno de España puede o no cesarlo tras lo hasta ahora ocurrido. Es su derecho. El mío es no votar su candidatura al frente del PSOE en las próximas elecciones nacionales e influir para que mis conciudadanos conocidos hagan otro tanto. Es lo menos que les debo a los jóvenes africanos muertos ante los impasibles ojos de las autoridades y servicios sanitarios españoles dirigidos por el señor Marlaska.
Alberto Revuelta.
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