Según la información que hemos recibido, nuestro Obispo Dn. Mario, al comienzo de la sesión del Consejo de Pastoral Diocesano (CPD) celebrada el sábado 19 de Octubre, informó de su actuación en el Consejo de Administración de CajaSur.
Sebastián Gartzia Trujillo, licenciado en economía y del CPD ha enviado a sus miembros una nota matizando la intervención del Obispo. Teniendo en cuenta la importancia del tema nos ha parecido conveniente difundirla en nuestra página.
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Las disculpas de la culpa
En la sesión del 19 de octubre del Consejo Diocesano de Pastoral solicité la palabra para hacer algunas apostillas a la explicación que el Obispo don Mario Iceta nos facilitó sobre la Nota que él mismo había hecho pública el 13 de este mes para darnos su versión de los hechos a consecuencia de los cuales ha sido condenado a pagar una multa de 30.000 euros por sus participación en las infracciones cometidas en la gestión de CajaSur entre julio de 2005 y abril de 2008. Cuando se me dio la palabra, en torno a las dos y cuarto de la tarde, renuncié a ella porque la reunión había rebasado el tiempo prudencial previsto para la misma.
Quizá hubiera sido mejor que hubiera hecho uso de la palabra a pesar de lo intempestivo de la hora, pero en aquel momento no lo creí oportuno y, como no me parece un tema menor, quiero recoger en esta nota lo que no llegué a decir en la sesión del sábado.
Aún aceptando (que no es poco) la versión de los hechos efectuada por el sr Obispo sobre su actuación personal, me parece que éste ha perdido una magnífica oportunidad para hacer una lectura desde el evangelio de los graves hechos acaecidos durante los años en que tomó parte en el Consejo de Administración de CajaSur, presidido por el canónigo Santiago Gómez Sierra. Esto es lo que se espera de un obispo y, sin embargo, don Mario se ha limitado a justificar su actuación en dicha Caja, que autojuzga de ‘honesta e íntegra’, pese a haber sido condenado por una infracción que el juez, por dos veces, ha considerado muy grave.
Es por eso que en la nota del Sr. Obispo echo de menos una crítica a la presencia de canónigos en el Consejo de Administración y en otros órganos directivos de una institución financiera. Según don Mario Iceta fueron hasta seis los canónigos simultáneamente presentes en el Consejo de Administración de CajaSur, en la que durante muchos años el canónigo Miguel Castillejo fue amo y señor que, en no pocos asuntos, hacía y deshacía a su antojo y distribuía, a su criterio, parte de las prebendas, léase los beneficios sociales, de la Caja.
La presencia de canónigos en el Consejo de Administración (y es de suponer que en otro consejos colaterales) pudo entenderse en el inicio de ésta hace 150 años, pero es difícilmente justificable que haya perdurado hasta el año 2012, en que fue intervenida por el Banco de España, sobre todo, si tenemos en cuenta que, al menos desde mediados del siglo XX, las cajas de ahorro redujeron significativamente su función social para convertirse en entidades financieras prácticamente indiferenciadas de los bancos.
Esta presencia de eclesiásticos en el Consejo de Administración y otros consejos de una entidad financiera aun es más injustificable después del Concilio Vaticano II (año 1965), en que se señala que esas funciones profesionales, en el mejor de los casos, deben ser desempeñadas por los laicos cristianos, cosa que no se hizo en CajaSur, ni siquiera en los cinco años en los que don Mario Iceta fue consejero de ésta, pese a las indicaciones en este sentido explícitamente expresas por el Vaticano.
Este protagonismo eclesial en labores financieras, a todas luces desproporcionado y fuera de lugar, no solo no merece crítica alguna del sr. obispo, sino que, al defender éste su actuación en CajaSur, parece estar justificando la oportunidad de este modelo de presencia de la Iglesia Católica en este tipo de empresas, como propietaria y presidenta, por ejemplo, en las Cajas de Ahorro de la Europa desarrollada. Una crítica a este modelo de ‘nueva evangelización’ debiera haber sido, en mi opinión, uno de los puntos principales en la nota del sr. Obispo, pero tal crítica brilla por su ausencia.
También echo de menos en la nota una asunción por parte de Dn. Mario Iceta de responsabilidades siquiera objetivas en la grave situación financiera a que se llevó a CajaSur, durante su presencia en el Consejo de la misma (sobre todo, a partir del 2007), “por deficiencias en su estructura organizativa, en sus mecanismos de control interno o en sus procedimientos organizativos y contables incluidos los relativos a la gestión y control de riesgos”, que pusieron en riesgo de insolvencia y de continuidad a esta entidad financiera.
Hubiera sido de agradecer que el Sr. Obispo aceptara que se vio ‘obligado’ por razones del cargo de vicario general a asumir funciones para las que no estaba preparado. Y es que la asunción de un canónigo, doctor en medicina y en teología, de puestos de la máxima responsabilidad en una Caja de Ahorros, es como si un adolescente, recién obtenido el carné de conducir, recibiera de su padre un coche de fórmula uno y saliera a competir con todo tipo de vehículos y camiones en la autopista Bilbao-Behobia a las ocho de la mañana e, incluso, se adentrara en Bilbao, y que, cuando la policía le detiene por los estropicios graves que ha cometido, dijera: “Mire, señor agente, yo tengo carné (o un master) y el coche me lo ha regalado mi padre… por lo que los estropicios no son de mi responsabilidad sino del seguro a todo riesgo que paga mi progenitor”. El ertzaina, en su caso, y todos nosotros, en el nuestro, hubiéramos agradecido del Sr. Obispo una asunción de sus responsabilidades, que nos garantice que en el futuro no se repetirán este tipo de imprudencias (hasta el rey de los españoles se acogió a este recurso en el ‘affaire’ de los elefantes y de la…).
Tampoco es aceptable el argumento de que las graves infracciones que llevaron a CajaSur a una situación de riesgo extremo se cometieron para salvar puestos de trabajo, mediante la financiación a empresas de más que dudosa solvencia. Esa lógica perversa llevaría a que las entidades financieras, en las que muchos depositantes dejan los ahorros de toda su vida y para su vejez, dispusieran de éstos sin otro control que la voluntad (buena -¿imprudente?-) de sus dirigentes, sin la vigilancia exigida legalmente de un tercero (el Banco de España), que garantice la ortodoxia de las decisiones. Este proceder, además de ilegal, es sumamente peligroso y antisocial. Para muestra un botón. La ‘pretendida’ buena voluntad de los gestores de CajaSur por salvar algunos puestos de puestos de trabajo, pudo haber supuesto que muchos miles de ahorradores, humildes en su mayoría, perdieran todos sus ahorros (salvo los que asegura el fondo de garantía de depósitos). Aducir, como hace el Sr. Obispo de Bilbao, una pretendida buena voluntad de salvar puestos de trabajo es un argumento patético, comparada con los males concomitantes a la quiebra de una entidad financiera. Así ha resultado. Para salvar a CajaSur hemos tenido que aportar entre todos 1.400 millones de euros (232.940,4 millones de las antiguas pesetas).
No tengo especiales dificultades para aceptar la buena voluntad del sr. Obispo, pero me hubiera parecido más honesto que éste asumiera al menos que se equivocó gravemente en su gestión, por lo que la sanción administrativa, de la que trata de exculparse, está más que justificada.
Sebastián Gartzia Trujillo
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