Giampaolo Petrucci
Mientras las barcazas, cargadas de emigrantes, siguen llegando continuamente a la isla de Lampedusa, no se calma la polémica provocada por la tragedia del 3 de octubre pasado en la que perdieron vida más de 350 prófugos.
Cuando los derechos humanos no dan votos
Si por un lado, están los más que conocidos posicionamientos extremistas de la Liga y los del centroderecha en la Ley Bossi-Fini y en la penalización por ocultar clandestinamente emigrantes, y por el otro, el gobierno y su recurso a vigilar y monitorizar las costas del “Mare Nostrum”, han asombrado las declaraciones de Beppe Grillo y Gianroberto Casaleggio quienes, llamando al orden a dos parlamentarios de M5S (Movimientos cinco estrellas) después haberse aprobado una enmienda suya en favor de la abolición del delito de clandestinidad en la Comisión de Justicia, han manifestado su desacuerdo con la misma, porque la enmienda en cuestión no entraba en el programa del movimiento y porque, antes de actuar, los dos parlamentarios tendrían que haber consultado a sus colegas y a la base.
Sin embargo, lo escandaloso de este posicionamiento viene de más lejos.
Según un post del pasado 10 de octubre en su blog (www.beppegrillo.it), Grillo y Casaleggio sostenían que si en la campaña electoral el movimiento hubiera intervenido en favor de abolir el delito de clandestinidad, “el M5S habría conseguido porcentajes de prefijo telefónico”.
Comentario que venía adobado con la retórica usual según la cual semejante decisión vendría a ser “una invitación a los emigrantes de África y del Medio Oriente a embarcarse hacia Italia”.
“Lampedusa está a punto de colapsarse e Italia no está mejor”, sentencian los líderes del M5S. Por tanto no podemos permitirnos acoger a más personas.
Todo un guiño hacia la derecha populista con la intención, más que probable, de pescar en las movidas aguas del extraviado electorado del centroderecha, pero que, en realidad, no sorprende tanto si se tiene en cuenta la diversidad de consensos que aglutina el movimiento.
Palabras que, en todo caso, irritan a quienes, tanto en la sociedad civil como en el mundo católico, siempre han promovido la abolición del delito de clandestinidad como un importante hito en la lucha por la supervivencia de los emigrantes y en favor de la tutela de los derechos de los ciudadanos extranjeros.
Entre éstos, destaca con fuerza el áspero comentario de los combonianos de Nigrizia: “es probable que, al llegar en las barcazas, sin ADSL, (Grillo) no los considere electoralmente interesantes”, se lee el 10 de octubre en www.nigrizia.it.
El artículo –con un punto de amarga ironía- compara a Grillo con Bossi, “que edulcora el popular ídolo del becerro de oro con propuestas demagógicas y crueles. No… Grillo es diferente. Y se equivoca quien lo identifique con un pasota, populista, anti-político, anclado en la web”, incluso cuando sostiene que con la abolición del delito de clandestinidad se pierden votos y “se corre el peligro de ser invadidos por grupos de emigrantes (sucios, peligrosos, ladrones…)”.
En el centro de la página, una doble imagen: a la izquierda, el cuerpo sin vida de un emigrante flotando en medio del oleaje; a la derecha, en cambio, una fotografía de Grillo que, con arrogancia, atraviesa nadando el Canal de Sicilia.
A Grillo no interesa el delito de clandestinidad, porque él tiene la solución en la mano, se lee más adelante: “mandar a los Países africanos o del Medio Oriente, de donde huyen estas personas por el hambre y la guerra, a centenares, y si es posible, a millares de instructores de natación. Así estarán todos debidamente adiestrados (vía web, por supuesto), por el mismo Grillo, experto nadador y perfecto conocedor del Canal de Sicilia”.
“Porque, digámoslo, es intolerable que estos pobres cristos que llegan a pocas millas de las costas italianas no sepan nadar. Así pues, cursos de natación para todos. También para los niños. Las estrellas brillan en el cielo. Después iluminarán la calle. Qué misterio tan ridículo no haberlo pensado antes”.
Romper la alianza derecha-catolicismo
El día después de la tragedia, el coordinador nacional de Pax Christi, don Renato Sacco, colgó un comentario en la web del movimiento: “Mientras estás parado en el semáforo, te golpean la vista los carteles de la Liga metiéndose con las personas que se interesan por los gitanos rumanos y los emigrantes”.
Frente al eslogan “Primero el Norte”, continuaba, te viene “la rabia, mucho más fuerte que la tristeza. Y tienes dificultades para no ponerte a llorar. Y te sientes culpable de vivir en un País como éste, en un mundo así. Te preguntas si no es, también, un poco culpa tuya; de tus silencios, de tu resignación”.
Según don Sacco “hay que tener bien abiertos los ojos ante una cultura racista, cada vez menos oculta, que emerge también en los discursos y en los comentarios de muchos bien-pensantes, jóvenes y menos jóvenes” y que, demasiado a menudo, por razones políticas, también ha sido minimizada por el mundo católico (www.paxchristi.it 10/10).
En particular, Sacco señala con el dedo a la alianza entre el “leghismo” y el catolicismo “padano” que ha alimentado estos últimos años una cultura racista y cínica, terreno abonado para las matanzas del mar.
“Me preocupan los comentarios y las sonrisas de quienes, también dentro de la Iglesia, ante los ‘disparos’ y disparates de la Liga” “no se han dado cuenta de que estaban favoreciendo la ley contra la clandestinidad y marcando, por ello, trágicamente la vida de muchas personas”.
Aquel pacto perverso, en defensa de los “valores no negociables”, aclara Sacco, ha colocado en segundo lugar los derechos humanos y más de un ojo ha mirado a otro lado ante el avance del pensamiento racista, que, mientras tanto, promovía sus leyes.
Y luego -escribe finalmente- sucede que unos pocos años después “te encuentras ante una larga fila de ataúdes y con alguien que cree exagerado el luto nacional, y se niega de guardar el minuto de silencio diciendo que, si se hubieran quedado en su casa, no hubieran muerto en el mar”.
La tarea de la hermandad
En un comunicado del 14/10, Pax Christi vuelve sobre los hechos de Lampedusa para mirar hacia adelante con esperanza y lanzar el desafío del cambio.
En nuestro País todo está por rehacer -se podía leer entre líneas- en lo relativo a las políticas migratorias, de acogida y de cooperación internacional.
Según Pax Christi hay que actuar de manera más incisiva a nivel local y europeo en frentes muy concretos.
Ante todo, es necesario “parar las guerras y la carrera de armas” en aquellas zonas calientes, como por ejemplo Siria, que producen oleadas continuas de prófugos huyendo del horror.
En según lugar, es cada vez más necesario “tender puentes y favorecer relaciones que favorezcan una civilización de respeto al derecho”, la vez que crear canales humanitarios que faciliten “un sistema de acogida unitaria y articulada” en el territorio y “espacios de educación en favor de la ciudadanía humana, de la ‘cultura del encuentro’, del desarme de las mentes y de los corazones”.
Finalmente (Pax Christi hace suya la invitación del papa Francisco lanzada en el Centro Astalli, el pasado 10 septiembre), los religiosos deberían “abrir las infraestructuras eclesiales a la ‘carne de Cristo’”, es decir, a los emigrantes. Una “obra necesariamente ecuménica y universal” en la que cada uno puede hacer la “parte” que le corresponde: comunidades de fe, Estado, Entes locales y sociedad civil.
Europa, la gran ausente
La tragedia de Lampedusa también ha sacudido los vértices de la Iglesia católica europea. El naufragio del 3 de octubre ha marcado drásticamente la asamblea plenaria de las 39 Conferencias episcopales europeas pertenecientes a la Ccee (Consejo de las Conferencias Episcopales europeas), que se ha celebrado en Bratislava, del 4 al 6 de octubre pasado, en torno al tema “Dios y el Estado. Europa entre laicidad y laicismo”.
En el curso del encuentro, el presidente del Consejo y arzobispo de Budapest, el cardenal Péter Erdõ, ha subrayado que “con el crecimiento de la unidad de Europa también tiene que crecer paralelamente la comunión en la responsabilidad ante los deberes que nos corresponden”.
Con respecto a la matanza de Lampedusa, ha recordado que no “es solo una tarea de la Europa mediterránea: es un problema que también afecta todo el continente, porque una de las ideas fundamentales de la unión europea es la de la solidaridad” (en 2011, en plena crisis libia, cuando las costas de la isla fueron tomadas al asalto por las pateras, Erdõ invocó la implicación europea en el asunto).
Palabras confirmadas y también reforzadas por la intervención del presidente de la Conferencia episcopal de Malta (isla “sensible” al tema por su posición en el centro del Mediterráneo), el obispo de Gozo, monseñor Mario Grech, quien denunció: “todos somos corresponsables ante la muerte de estas personas”.
La mala política provoca matanzas
Los obispos sicilianos, reunidos en Siracusa en la sesión otoñal de la Conferencia episcopal siciliana, el 12 de octubre han difundido un mensaje en el que invitan a pensar la acogida y el diálogo como valores que pertenecen al patrimonio evangélico cristiano.
En tal sentido, afirman, los ciudadanos lampedusianos han “enseñado al mundo el valor y la eficacia de los gestos simples y significativos de cada día: la vecindad, la ayuda, el llanto, la cólera, la paciencia”.
Pero, denuncian, también han “demostrado la inutilidad contraproducente de algunas respuestas institucionales que no han contribuido a solucionar el problema”, sino que, más bien, han multiplicado el número de las víctimas.
Sin guardar mucho las formas, los obispos sicilianos entienden que la mala política migratoria es la responsable de las más de 350 víctimas. Como también una extendida “cultura” que todavía no ha aceptado la inevitabilidad de los fenómenos migratorios.
“Estos muertos y todos los que han sido tragados por el mar estos años exigen verdad, justicia y solidaridad”, han añadido.
“Es hora de abandonar la hipocresía de quien sigue pensando que el fenómeno migratorio es una emergencia de corto recorrido”.
Los obispos sicilianos invitan en un momento posterior “a vivir el próximo Adviento como tiempo de hermandad y de fraternidad”: “Una ocasión propicia para profundizar el conocimiento del fenómeno migratorio, liberándose de prejuicios y lugares comunes; para estudiar formas posibles de ayuda y solidaridad con los inmigrados; para solicitar intervenciones políticas a muchos niveles que contribuyan a afrontar concretamente el problema y a elaborar soluciones eficaces”
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