jueves, 1 de agosto de 2013

Entrevista completa al cardenal W. Kasper: Francisco “quiere una iglesia pobre y de los pobres” (I)






Marco Burini
Foglio Quotidiano, 21 de julio 2013



A medida que pasa el tiempo, aumentan las resistencias contra la acción de gobierno de Francisco. En los pasillos de los edificios  vaticanos se oye un incontenido runrún contra este Papa “que ha perdido la cabeza”, absolutamente atípico y en continuo movimiento. Quizás porque los viejos zorros de la burocracia vaticana han entendido que Bergoglio, en lugar de iniciar reformas o de amenazar con revoluciones, está abandonando a su suerte costumbres y estructuras anacrónicas. Y quizá porque sus primeros gestos no fueron fruto de una improvisación gratuita e ingenua (la propia de un “outsider” que llega sorpresivamente a la cumbre y hace alguna locura que todos le perdonan de buena gana sabiendo muy bien que no durará en tal empeño), sino los de una persona que emite las primeras señales de tener un proyecto orgánico y meditado. 


Entre los aliados y consejeros fiables con quienes Bergoglio puede contar, se encuentra, indudablemente, el cardenal alemán Walter Kasper, reconocido teólogo, que ha dirigido durante unos cuantos años el dicasterio vaticano para la Unidad de los Cristianos; un asunto que inquieta de manera particular a Bergoglio. Le hemos pedido que nos ayude a comprender qué está pasando en el seno de esta vieja institución de dos mil años, capaz todavía de sorprendernos.

¿Según un Vd. entre el pontificado de Benedicto y el de Francisco se está asistiendo a un cambio de época?

“Efectivamente hay un cambio de época, pero no empieza con el Papa Francisco. Al principio del siglo XX, sólo 25 %  de los católicos no vivía en Europa. A finales del siglo solo el veinticinco por ciento de los católicos es europeo, mientras que la gran mayoría de ellos vive en el hemisferio sur. En Europa, la iglesia da señales de estar cansada, mientras que en África y en Asia crece, es joven y vital. Por otra parte, el eurocentrismo también está acabado tanto desde el punto vista político como económico. Evidentemente, esto no quiere decir que la iglesia europea ya no cuente para nada. Roma sigue siendo el centro visible de la iglesia católica y el mundo globalizado de nuestros días tiene sus raíces cristianas en una Europa que se ha secularizado. También hemos exportado esto… Europa tiene que despertarse. De todas formas, creo que seguirá siendo un punto de referencia”.

Benedicto ha sido un Papa europeo, un platónico, un agustiniano

“Cierto –contesta Kasper- estudió a Agustín que en algún sentido ha sido el padre del pensamiento europeo occidental. Y luego, a Buenaventura. Conoce la teología medieval y ahí descansa su perspectiva teológica, su “Denkform”. Y luego tenemos la elección del nombre, Benedicto, el padre del monaquismo que tuvo una enorme influencia en la cultura y en la historia europea. Ahora, con Francisco, llega el hemisferio sur y la iglesia latinoamericana que representa casi la mitad de los católicos; pero también está creciendo mucho la iglesia en África y en Asia. Es más, creo que ahora Asia es el gran desafío, y con China, va camino de convertirse en un centro del poder económico-político. No hace mucho que he estado en Corea del sur y me he encontrado con una comunidad católica muy viva. Hay muchísimas conversiones. Y otro tanto está sucediendo en China, a pesar de las dificultades que todos conocemos. También allí está aumentando el número de los católicos”.

Pero, de hecho ¿en qué consiste el “cambio de época” del Papa Francisco?

Kasper sostiene que “no es posible encuadrarlo en el clásico debate europeo entre conservadores-progresistas. Es un esquema agotado. Francisco no es un conservador ni un progresista. Quiere una iglesia pobre y de los pobres. Tiene muy presente que la mayor parte de los hombres vive en la miseria y creo que cambiará la agenda de la iglesia. El modelo de la civilización occidental ya no funciona. Y, además, somos una minoría. La iglesia tiene que tomar más en serio no los problemas del, así llamado, Tercer mundo (expresión que ya no dice nada), sino del nuevo mundo, de todos los países que no forman parte de occidente. Muchos van a quedar decepcionados por Francisco. Los conservadores ya lo están porque no tiene la altura intelectual de Benedicto y porque, además, ha clausurado la corte pontificia (una decisión por la que le estoy agradecido. Era un barroquismo anacrónico). Pero también los progresistas van a quedar decepcionados: es cierto, ha cambiado el modo de ser Papa, pero no cambiará los contenidos. Entre él y Benedicto hay una continuidad en lo doctrinal: no cambiará el celibato de los curas y no abrirá la puerta a la ordenación de las mujeres y a todas esas propuestas de los progresistas”.

En efecto, si nos fijamos en la biografía de Bergoglio no deberíamos esperar revoluciones doctrinales

“Hay quienes piensan que quizás al haber cambiado el modo de vivir, también acabe cambiando el modo de abordar determinadas cuestiones. Pero no será así, nos dice el cardenal alemán.  Y esto es algo que podría convertirse en un problema para él. Muchos se manifiestan ahora entusiasmados: es un verdadero pastor, tiene un gran encanto y una sintonía inmediata con las personas, además de un lenguaje directo y comprensible. Hay quien le acusa de ser showman. Yo creo que su testimonio es auténtico: vive lo que dice”.

Bien, es un jesuita. Tiene un cierto sentido de la escenificación, y es buenísimo estando tanto en el palco como en la platea. Sin embargo, no le falta sustancia.

“Y, además, está el hecho de que lleva una vida sencilla. Esto es algo que le carga de credibilidad. No vive como un príncipe. También Benedicto era una persona sencilla, pero se había acomodado a ciertas formas que Francisco rechaza”, añade Kasper

¿Y si la reforma de Francisco fuera más estética que política? Muchos se preguntan quién será el nuevo Secretario de Estado, qué nombramientos va a hacer y si respetará los procedimientos habituales.

“Sobre todo, está trabajando la mentalidad de la curia: no tiene que ser una mentalidad de poder y burocracia, sino de servicio a la iglesia universal y también a las iglesias locales, un asunto en el que insiste mucho”.

No se puede olvidar que, en su primera aparición pública, se presentó como obispo de la iglesia de Roma.

“Esto es algo necesario en una realidad plural, observa Kasper.  Nosotros, los católicos tenemos un centro. Y esto es un bien. Pero centro no quiere decir centralismo curial. Además, es preciso un cambio a nivel institucional. Éste fue el deseo casi unánime de los cardenales la víspera del Cónclave. Por otra parte, es incuestionable que hay algo que no funciona en la curia. No es un secreto”.

¿Pero cuál es el obstáculo mayor?

“El déficit de comunicación, responde decididamente Kasper. Es preciso reunirse, hablarse. Los jefes de los dicasterios tienen que verse frecuentemente, al menos una vez al mes, y han de poder acceder directamente al Papa, sin pasar por la Secretaría de Estado que, últimamente, ha funcionado como un órgano de gobierno intermedio”.

Por otro lado, la Secretaría de Estado, tal y como está estructurada en el presente, es una herencia residual de una época ya pasada, la de los estados soberanos.

“El título de Secretario de Estado ya no tiene sentido, reconoce Kasper. Es suficiente con el de moderador. En todo caso, el nombre no es fundamental. Lo importante es que exista una mejor moderación de la curia, habida cuenta de que ahora no hay comunicación”

¿De veras, cree Vd. que la curia es reformable?

Habrá dificultades, como se dan en todas las grandes instituciones, admite Kasper.  Son estructuras pesadas, pero este Papa está muy decidido: sabe lo que quiere, y lo que quiere, lo hace. Habrá resistencias, es normal, pero una reforma de la curia es necesaria, tanto en lo tocante a la mentalidad de sus miembros como en lo referente a las estructuras. Además de ejecutar la voluntad del Papa, la curia podría ser un lugar de intercambio de experiencias entre las iglesias, de información y de consulta”.



[1] Nota de los Editores: por su interés, publicamos completa la entrevista concedida por el cardenal W. Kasper a “Il Foglio Quotidiano” el pasado 21 de julio de 2013

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