martes, 13 de agosto de 2013

Con P. Evaristo Arns, una gran esperanza

Xabier Pikaza Ibarrondo

Llegué hace unos días a Sao Paulo, y mi primera conversación fue sobre la Iglesia: «No tenemos obispos», me dijo H. F., un clérigo sabio, de gran experiencia.

«No contamos con obispos que sepan levantar el evangelio ante políticos y dueños de la vida y la fortuna de los pobres; nos faltan obispos que puedan o quieran exponer con vida el mensaje de Jesús y abrir caminos de Iglesia… Sólo tenemos funcionarios sumisos a un sistema de poder sagrado».
Le pregunté: «Pero ¿cómo deberían ser los obispos?». H. F. me cortó diciendo lapidariamente: «¡Como los que vinieron inmediatamente después del Concilio! Hombres como P. E. Arns y tanto otros, ministros de la Palabra, creadores de comunidad, encarnados en el pueblo..., antes que llegara este rodillo de poder que todo lo aplasta, lo iguala y nivela…».La mayoría han muerto, don Evaristo está retirado, en una lúcida vejez... Pero quizá J. M. Bergoglio pueda ser el nuevo Arns.


Así me dijo H. F., apenas llegado a Sao Paulo. Aquellas palabras me han llevado a escribir la reflexión y propuesta que ahora sigue. Buena semana a todos, en Brasil, en España, allí donde estuviereis
Evaristo Arns: Un recuerdo, una oportunidad perdida

Quedé en silencio. No hacía falta que dijera más, pues llevo desde hace treinta y cinco años la “herida” de Paulo Evaristo Arns en el corazón. Sé que había nacido el año 1921, al sur de Brasil, hijo de emigrantes alemanes. Era franciscano, estudió en la Sorbona de París y fue profesor de Filosofía y Letras en las facultades franciscanas de Brasil. Era un gran cristiano, un hombre de cultura universal: alemana, francesa, portuguesa… Sólo tenía 44 años cuando le hicieron obispo auxiliar de Sao Paulo (1966) y poco después Arzobispo de la gran ciudad (1970) y cardenal de Roma (1973). Pudo haber sido el Papa del año 1978, en lugar de K. Wojtyla, pero algunos cardenales no tuvieron el valor de votar por América Latina. Fue una oportunidad perdida.

Era simplemente un obispo, pero un obispo cristiano de verdad, como quería mi amigo H. F., en la línea del Vaticano II. Se enfrentó a la dictadura militar, defendiendo los derechos humanos y la libertad de los hombres, cristianos y judíos, creyentes y no creyentes, varones y mujeres. Promovió una pastoral de la igualdad cristiana y fraternidad, abierta a todos, una reforma creadora, sanadora y liberadora, multiplicando los estudios bíblicos y animando miles comunidades de base, con nuevas formas de presencia pastoral y de acción cristiana, en línea de libertad y justicia, de autonomía personal y comunión social.
Fue una luz inmensa, y así le vimos muchos, en los últimos años del pontificado de Pablo VI (1963-1978), cuando quedaban pendientes y amenazados varios temas del Vaticano II (Humanae Vitae, ministerio de hombres casados, ordenación de mujeres…). Pensábamos que él (P. E. Arns) sería (debería ser) el Papa del cumplimiento del Concilio, desde la Iglesia de la Gran Promesa que era entonces Brasil (la más rica y creadora de todas las iglesias del momento). Fue gran oportunidad, era un momento de evangelio.
Juan Pablo II y Benedicto XVI: Treinta y cinco años interregno

Pero los obispos de los cónclaves de 1978 tuvieron miedo, eligiendo primero a un carismático de “fuera” del sistema que murió inmediatemante (A. Luciani, Juan Pablo I), y después a un hombre del sistema fuerte del anti-comunismo de Polonia (K. Wojtyla, Juan Pablo II), a quien ha seguido J. Ratzinger (Benedicto XVI), representante de un orden aún más fuerte de seguridad teológica y eclesial, dogmáticamente seguro, pastoralmente infecundo. Han sido treinta y cinco años de interregno, de frenada y miedo. Así lo puedo sentir aún en mi piel reviviendo la primera impresión que tuve cuando me dijeron (el año 1978), volviendo a casa, desde la ventana: «No ha sido Arns, ha sido Mons. Wojtyla». Así me lo han dicho ahora muchos en Brasil.

Nada tenía ni tengo contra Wojtyla, todo lo contrario. Tenía además en mi biblioteca dos de sus libros, traducidos ya del polaco; le he admirado, estudiado y querido desde el principio de su pontificado. Pero a mi juicio no era la respuesta a la crisis, ni representaba la promesa y tarea de libertad y amor del evangelio. El anticomunismo y la seguridad dogmática no creaban evangelio.

De esa forma quedó truncada a mi entender (en un plano oficial) la gran apuesta de evangelio representada por P. E. Arns, en gesto de libertad creadora, desde la base de la vida y del mensaje de Jesús, en la iglesia emergente de Brasil. Ciertamente, K. Wojtyla fue una gran persona, un inmenso atleta del cristianismo, pero no era la propuesta que la Iglesia universal necesitaba desde el Concilio Vaticano II, en línea de evangelio.

De una forma “lógica” (¿con toda la buena intención?), P. E. Arns fue marginado, su línea de base eclesial fue rechazada y su labor episcopal en Sao Paulo fue erosionada (especialmente el año 1980, con la división de su diócesis y el nombramiento de obispos de otra línea). Ciertamente, P. E. Ars siguió ejemplarmente activo hasta su jubilación (1996), pero ya no representaba la línea oficial de la Iglesia, que se fue escorando en otra dirección.

No pudo participar ya en el cónclave que nombró papa a J. Ratzinger (2005), pues había cumplido los ochenta años. Siguió y sigue viviendo retirado, sigue siendo uno de los mayores signos de cristianismo en el siglo XX. Su figura crecerá en el futuro.

Treinta y cinco años después Bergoglio: ¿Una nueva oportunidad para P. E. Arns?

Varios me han dicho en Brasil: «Lo que no se pudo hacer el año 1978 (con Wojtyla) podrá hacerse quizá ahora, 35 años después, con el Papa Bergoglio, que viene de América Latina y que parece dispuesto a retomar de verdad y sin retóricas el buen discurso del Vaticano II». Éste es el argumento:

‒ Quizá el año 1978 aún no se podía hacer en todas partes lo que quiso P. E. Arns, pues muchas iglesias no habían aceptado el espíritu y la marcha del Vaticano II (1962-1965), a pesar de que una parte considerable de la iglesia de América Latina, a partir de Medellín (1968) y de Pablo VI (Evangelii Nuntiandi, 1975) había asumido un camino de liberación y transformación eclesial que parecía imparable, como sabía en España en Cardenal Tarancón. Muchos cristianos querían entonces que la Iglesia promoviera de verdad el surgimiento de espacios de liberación humana (incluso económica y social) para que los pobres y oprimidos del continente pudieran vivir y desarrollar; muchos querían una iglesia liberada, en sintonía radical con el evangelio. Pero el conjunto de la Iglesia oficial sintió miedo.

‒ Ese miedo se expresó en los 35 largos, duros años de Juan Pablo II y de Benedicto XVI (1978-2013). Ciertamente, esos años han tenido bastantes cosas buenas, pero, en el fondo, en clave eclesial, el balance ha sido negativo. Estamos peor que el año 1978, con más heridas y recelos, con más miedos y descréditos; los mayores hemos podido perder parte de nuestra esperanza, los jóvenes se siente manejados (¡muchos prefieren ser manejados!). El año 1978 era quizá demasiado pronto para la gran travesía. Ahora (2013), con el Papa Bergoglio puede ser demasiado tarde a no ser que sople duro el Espíritu nos demos prisa.

‒ Por eso he querido hablar de una nueva oportunidad para P. E. Arns, no para él en persona, que ya está muy mayor, sino para su “espíritu”, para lo que él y su familia y sus amigos (y seguidores) representan. En esa línea, a pesar de los nuevos prelados (el Cardenal Scherer es actualmente arzobispo de Sao Paulo), quiero decir que el espíritu de P. E. Arns sigue vivo, y así lo he sentido constantemente en Brasil. El impulso de su opción siguió latente en Aparecida (2007) y todo nos permite suponer que el Papa Francisco (2013) está empeñado en asumir muchos elementos valiosos de su gran tiempo eclesial, después de 35 años. Evidentemente, las cosas ya no pueden ser lo que fueron, pero el “espíritu de Arns” sigue no sólo en América Latina, sino en todo el mundo católico.

Significativamente, el nuevo papa no ha surgido de Sao Paolo, como esperábamos hace 35 años (ni hubiera sido bueno que surgiera hoy de ese entorno). Pero ha venido de unos kilómetros más al ser, es decir, de Buenos Aires. Estoy seguro de que el Papa Bergoglio retomará elementos del proyecto del P. E. Arns. Con ese convencimiento escribo estas líneas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Identifícate con tu e-mail para poder moderar los comentarios.
Eskerrik asko.