Llegué a esta comunidad parroquial, Nuestra Señora de los Desamparados de la zona norte de Alicante, desde mi compromiso en el barrio. No fue una decisión planificada, sino más bien una llamada que se fue haciendo clara a través del caminar con otras personas, al ver necesidades concretas y sentir que podía poner algo de mí al servicio.
Fuente: Mundo Obrero
Por Imanol Morales
30/07/2025
La parroquia está situada en una de estas periferias donde muchas veces se da por hecho que no hay vida, pero yo he descubierto aquí una comunidad profundamente viva, diversa en edades, nacionalidades y orígenes, pero unida en algo esencial: el deseo de vivir el Evangelio en medio del barrio, con los pies en la tierra y el corazón abierto.
Desde el principio sentí que no era solo una parroquia que ofrecía servicios religiosos, sino una comunidad que se implicaba con el barrio, desde él, con sus luchas y esperanzas
Resonó profundamente con mi vivencia en la Juventud Obrera Cristiana (JOC). La espiritualidad jocista parte de la vida, de leerla a la luz del Evangelio y de actuar desde esa mirada. Aquí, en esta comunidad, encuentro esta misma lógica encarnada: no hay separación entre fe y vida.
Al contrario, la vida cotidiana –con sus sufrimientos, alegrías, injusticias y luchas– es el lugar sagrado desde donde Dios habla. Se me pidió acompañar al grupo de jóvenes que había recibido la Confirmación, en un momento clave: el «¿y ahora qué?» después del sacramento.
Fue una oportunidad y también un desafío. No se trataba de «retenerlos», sino de abrir procesos donde ellos y ellas pudieran descubrir que la fe se vive desde el compromiso.
Comenzamos a mirar su realidad, su barrio, sus familias, sus estudios, su trabajo precario o la falta de él, las situaciones de discriminación, pero también los espacios de solidaridad y de vida. NO son el futuro de la Iglesia, sino su presente. Algunas han comenzado a implicarse en el barrio, plataformas, otras en campañas de la JOC y otras, simplemente, han descubierto que tienen voz y pueden usarla.
Esta comunidad, con toda su diversidad, me ha enseñado que el reino se construye desde abajo, en lo cotidiano, en la mezcla, en el encuentro entre distintos. Es mucho más que un templo: es un espacio vivo, sinodal, donde caminamos juntas, en comunidad, discerniendo con otras, compartiendo nuestras realidades y buscando respuestas colectivas desde el Evangelio.
En cada Eucaristía, encuentro, asamblea o actividad pastoral, se respira una apertura real hacia el barrio y sus retos. Nuestra Señora de los Desamparados no es una comunidad encerrada en sí misma, sino una parroquia con las puertas abiertas, atenta a lo que pasa en las calles, en los hogares, en los trabajos y en las escuelas del barrio.
Siento que el Espíritu actúa desde los márgenes, como lo hizo siempre Jesús. Y me alegra poder caminar con otros y otras en esta tarea común de transformar nuestros ambientes desde el Evangelio. •
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