miércoles, 27 de diciembre de 2023

Colores en la liturgia: El verde. (I parte)

Por   Agustín García Moreno



A Nerón le gustaba el verde. Quizá porque el verde amortigua el color de la sangre como los quirófanos revelan. Se cuenta que el emperador veía los espectáculos circenses con anteojos de esmeralda. Sorprende que individuos extremadamente crueles pueden resultar a la vez exageradamente sensibles; o viceversa. Todo es complicado, empezando por la psicología humana, sobre todo cuando es inhumana. La Roma Republicana no vestía el verde. Lo introdujo la Imperial. Las mujeres de la aristocracia comenzaron a usarlo primero por influencia oriental, después por influjo germánico. Los moralistas no escondieron su disgusto por lo que consideraban una pérdida de sobriedad. La ampliación de la gama cromática, signo de alegría y abundancia, fue denunciado como profusión frívola y síntoma de decadencia.

¿Por qué la liturgia cristiana eligió el verde como color para el tiempo ordinario? Para contestar hay que adentrarse, al menos algo, en la historia cultural del verde, en las técnicas que lo materializaban en la ropa o en el arte y en las mentalidades que le asignaban algún tipo de significación.

El vert francés o el castellano verde provienen del latín viride que, como podemos ver, tiene que ver con vir: fuerza (viril, virilidad). Viride est id quod habet vires, escribió el enciclopedista romano Varro. Es decir: verde es lo que tiene fuerza porque en verde se expresa el poder de la Naturaleza.

Pero el verde, fuerte en la Naturaleza, culturalmente era endeble, difícil de conseguir técnicamente, y este contraste se hizo sentir duraderamente.

Las pinturas rupestres del Paleolítico no dan señales del verde; el Neolítico, a pesar de la importancia de la agricultura, tampoco lo documenta; el léxico cromático de los griegos era pobre e impreciso, sobre todo el más antiguo y en especial al referirse al verde…

El verde tardó en hacerse visible. Por eso algunos llegaron a pensar, especialmente en tiempos donde Darwin lo explicaba todo, que el ojo griego no estaba todavía capacitado para distinguir con claridad azules y verdes. Hitler vino a decir que los pueblos germanos estaban más evolucionados que los griegos contemporáneos porque sí veían el verde y disponían de tejidos de ese color. No resulta difícil imaginar por qué lo dijo: significaba así que el heroísmo de la aristocracia germánica tendría más futuro que la flojera moral de la democracia. Pero la biología no puede explicar el desapego griego por el verde. Este color no era fácil de fijar a la tela con los conocimientos técnicos disponibles, e incluso los pigmentos usados para pintar de verde solían ser muy tóxicos hasta no hace mucho. Al ser un color que enseguida se decoloraba en la ropa, y peligroso de usar en la pintura, en muchos lugares se convirtió en un color irrelevante.

En la Edad Media no se podía sacar verde de la mezcla del amarillo y el azul porque los bataneros que trabajan uno u otro color pertenecían a gremios distintos. Pero a pesar de las dificultades técnicas, el verde sí dispuso de lustre simbólico entre los pueblos germanos. También entre los ciudadanos romanos que adoraban el verdor de las villas campestres y en cuyo arte eran frecuentes los sombreados a base de tonos verdosos oscuros.

El verde se convirtió en el color del Islam por dos razones: a) los musulmanes portaban estandartes militares verdes para distinguirse del rojo, más cristiano, y b) porque los árabes, sus primeros creyentes, viviendo como vivían en el desierto, soñaban con un Paraíso ajardinado, un oasis inmortal poblado de verdes.

Por eso hay muchos países musulmanes con verde impreso en sus banderas y por la misma razón, frente al Libro Rojo de Mao Gadafi publicó el Libro Verde.

Aunque en la actualidad se diga de él que representa la esperanza, históricamente su inestabilidad química le ha convertido en un símbolo del azar, la fortuna, la suerte, la inmadurez o la inestabilidad. Representa lo que se mueve, cambia o varía.

Los juglares y los bufones solían vestir de verde; se juega a las cartas o al billar en tapetes verdes; los duelistas medievales se enfrentaban en un campo verde como ahora se enfrentan los deportistas… “Está verde”, como la fruta que aún no es comestible, porque le falta experiencia. No ha llegado a su sazón.

La juventud o el amor romántico durante algún tiempo también se asociaron al verde. El verde es así el color que primerea: es color de transición antes de llegar a otro color más sólido, más agradable o apetitoso. Símbolo de quietud (frente al rojo, señal de peligro, está el verde que da paso), lo es al mismo tiempo de inquietud: los alienígenas suelen ser verdes, los demonios y los animales que traen mala suerte también adquieren tonos verduscos. Representa la higiene, es el color de las farmacias, de la caja de las aspirinas, pero también tiene connotaciones tóxicas: podemos poner verde a una persona o hay cosas que cuando se estropean “se ponen verdosas”. Por eso lo libidinoso también reclama ese color: hay chistes verdes y “viejos verdes”. Como puede verse el sentido del verde siempre ha sido ambivalente. Siempre cargado de ambigüedad.

Pero ¿por qué se impuso el verde en la indumentaria litúrgica del tiempo ordinario?: Porque es un color medio. Porque es el color de en medio en la clasificación clásica que se supone aristotélica: blanco, amarillo, rojo, verde, azul, morado y negro. Así lo defendió el Cardenal Lotario, antes de promulgar su uso ya como Papa Inocencio III. Newton todavía quedaba lejos: la luz blanca al pasar por un prisma se descompone en colores que van desde el rojo hasta el violeta (el ojo humano no puede ver los infrarrojos ni los ultravioletas). Curiosamente, el verde sigue en medio, compartiendo esa moderación con el amarillo: rojo, naranja, amarillo, verde, azul y violeta. Piensa en verde, se dice y se anuncia hoy. Piensa en el “medio” ambiente.

 

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