martes, 8 de noviembre de 2022

El ESPÍRITU no tiene reloj (II/III)

Fuente: Vida Nueva

(A FONDO. Catequesis de Adultos)

Por:   MIGUEL ÁNGEL MALAVIA

Con todo, pese a que “salí hecha polvo”, de algún modo “no me alejé de Dios por completo. Siempre he sido espiritual y creo en un Dios que da sentido a todo. Tal vez por eso ahí empezó una etapa de mucha búsqueda. Me interesaba por el hinduismo, frecuentaba ciertas terapias o quería conocer el New Age. Me movía con mucha libertad e inquietud en distintos ambientes, pero nunca quería comprometerme con nada. El solo concepto de jerarquía o la presencia de sacerdotes me repelía en lo más profundo. No quería formar parte de nada y, según empezaba a conocer algo, en seguida veía en ello el eco de una secta”.

Fue un “camino de sanación que tenía que hacer sola, fiel a mí misma”. En este sentido, “el catolicismo no entraba para nada en mis planes. Veía demasiados puntos en común con los Testigos de Jehová y lo rechazaba. Y eso que, cuando aún pertenecía a la secta, en parte por rebeldía y en otra porque me sentía bien, me gustaba entrar a las iglesias vacías y sentarme un rato en sus bancos. Era una sensación extraña, pues era algo que no me estaba permitido y, sin embargo, me daba una gran sensación de paz”.

Entonces, hace cuatro años, sucedió algo que lo volvió a cambiar todo: “Conocí a Olivier, que se convirtió en mi pareja. Era católico y estaba haciendo los ejercicios espirituales ignacianos. Cuando me hablaba de ello, era muy reacia y lo veía carca. Se abría y me explicaba cómo era su fe, ¡y hasta me invitaba a ir a misa con él! Me daba miedo todo eso, pero, al mismo tiempo, me sorprendía porque con él todo era distinto. Veía coherencia entre lo que decía y hacía. Sin ser un camino ni mucho menos perfecto, le veía feliz, demostraba que era algo natural a él y que le hacía mejor. Además, en un ambiente de mucha libertad, participamos juntos en iniciativas ecuménicas, conocimos varios carismas y valoré la diversidad del mundo católico”.

Fue así como consiguió romper con sus prejuicios y se decidió a dar el paso: “Poco a poco noté cómo el catolicismo empezaba a resonar en mi interior y sabía que, de algún modo, era un encuentro natural con la fe de mis ancestros, antes de abandonar su religión. No le dije nada a casi nadie, pues quería que fuera algo propio e íntimo, pero me inscribí en catequesis para conocer profundamente la fe católica. Lo hice por probar, por darle una oportunidad a esa experiencia, pero sin saber si la completaría hasta el final o no”.

Ese tiempo de formación en un ambiente parroquial, acompañada por un matrimonio “cuyo testimonio personal de coherencia también fue clave”, desembocó en un día inolvidable: “En la vigilia pascual de 2019, el 20 de abril, recibí el bautismo, la comunión y la confirmación. El pasado año recibí el sacramento del matrimonio al casarme con Olivier”.

 

Mil adultos se bautizan cada año

Si bien constata cómo bajan los bautismos de niños, la Conferencia Episcopal también observa un fenómeno paralelo y muy significativo: aumenta el número de adultos que deciden bautizarse y también solicitan otros sacramentos como la comunión y la confirmación. Así lo recoge el último informe del Área de Catecumenado de la CEE, que estima que, hoy en España, unos 1.000 adultos al año solicitan el bautismo. Tiempo atrás, Luis Argüello, portavoz y secretario general de la CEE, ya destacó que esta realidad se sostiene “año tras año” y se da “por varios motivos”, habiendo algunos que lo solicitan antes de casarse al ser su pareja practicante. Pero matizó que “el principal” es que “hay personas que, en relación con otros creyentes, expresan su deseo de conocer y compartir la fe”. Y es que “el corazón humano es inquieto y siempre está en permanente búsqueda de la existencia”.

 

Una nueva vida en la que Vanesa continúa caminando en la fe: “He completado dos años de formación en Teología. Lo he hecho por conocer más cosas cada día y porque lo que más me fascina del catolicismo es que, al abrir mi alma, tengo muchas más preguntas que respuestas. Y eso es apasionante”. Además, esta joven actriz encarna esa espiritualidad en su último proyecto: “Es un taller de lectura, fe y arte sobre santa Teresa de Lisieux con el que estamos recorriendo las parroquias de París. Es una puesta en escena muy sencilla, pero muy bonita y a mí me permite estrechar aún más en mi vida la relación con la fe”.

Con todo, si se tiene que quedar con unos instantes que simbolicen este complejo camino, el primero es el que se dio hace tres años, al principio de esta nueva etapa: “Fue una ceremonia en Notre Dame poco antes del incendio. Hubo una gran belleza, reflejo del dinamismo espiritual que se percibe en ciertos ambientes de la ciudad. Aquí la llaman la ‘llamada decisiva’. Éramos unas 800 personas y para mí tuvo un significado muy emotivo, pues era la ceremonia previa al bautismo”. El recorrido vital de Vanesa ha estado marcado por el dolor tanto como por la aspiración a la belleza y el deseo de jamás dejar de ser ella misma. Y siempre con un gran mar de fondo: la búsqueda espiritual. Porque, como concluye, “a veces Dios viene a buscarnos a los lugares más insospechados”. 

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