miércoles, 22 de febrero de 2012

La cárcel de curas de Zamora 03: Sacerdotes detenidos


Según D. José María Cirarda la denominación de “cárcel concordataria” no es adecuada. “Por aquellos días, de otra parte, el gobierno creó la cárcel de Zamora, mal llamada “concordataria” (pag.145).  “Los cinco sacerdotes pasaron a cumplir su condena en la que se llamó impropiamente “cárcel concordataria” de Zamora. (pag. 184).

Pero, por otra parte, dice: “ El concordato decía que los clérigos cumplirán sus penas de prisión o en una cárcel especial o en casas de religiosos” (pag. 206).  “Y el gobierno decidió dedicar un ala de la cárcel provincial de Zamora,  -no era un ala sino toda la cárcel provincial- optando por sí y ante sí por esta vía prevista en el concordato, para internar a los sacerdotes  condenados a prisión por una o por  otra causa”. (pag. 26).


Si el concordato decía, como el mismo D. José María Cirarda constata,  que los clerigos cumplirán sus penas de prisión o en una cárcel especial o ...”  “y el gobierno decidió dedicar un ala de la cárcel provincial de Zamora optando por sí y ante sí por esta vía prevista en el concordato, para internar a los sacerdotes condenados a prisión ...”  no parece que la expresión   “cárcel concordataria” sea ni mal llamada ni impropia.

  Sacerdotes detenidos: reacciones y valoraciones diversas

El 9 de abril de 1969 un etarra mató en Orozko a un taxista. A raíz de aquel homicidio fuimos detenidos el 19 del mismo mes cuatro sacerdotes vizcainos, -no tres como dice repetidamente D. José Maria Cirarda-  Joseba Atxa, Pedro Mari Ojanguren, Martin Orbe y Jose Mari Ortúzar .

Con este motivo, Mons. Cirarda escribió una carta pastoral que ordenó se leyera íntegra y sin comentarios en las misas del domingo, 4 de mayo. He aquí lo que se dice en la citada carta pastoral sobre el clero vizcaino y sobre los detenidos: “Es deber mío urgente el afirmar que el clero de Bizkaia, en general, es un clero lleno de virtudes: piadoso, trabajador, desprendido, fiel a su obispo, amante de su tierra pero abierto a la catolicidad como lo demuestra su desvivirse por los inmigrados venidos de toda España y el número crecidísimo de sacerdotes que trabajan en Madrid, en Andalucía y en las misiones de África y América. Es un deber mío proclamarlo hoy, para reparar, en alguna medida, las noticias turbadoras de posibles delitos de algunos que han sido difundidos en informaciones al menos tendenciosas. Todos somos pecadores y puede haber entre nosotros quienes sean responsables de estos o aquellos delitos. Puede haber tambien quien haya invertido los valores de su vida sacerdotal. Tengo que dar un dolorosísimo “NO” en tales casos, aunque de momento, no puedo tener certeza ni concretar nada en este orden de cosas. Esperemos que se haga la luz”. (pag. 178-79).

Tambien publicó en la prensa santanderina el 30 de abril un artículo titulado Carta desde Bilbao en el que decía: “Entre mis sacerdotes de Bilbao puede haber unos pocos que sean responsables de algunas desviaciones y aun de delitos ...” (pag. 136).

“Debo decir mucho más, pero no puedo hacerlo ahora.    .... De momento no puedo concretar nada en este orden de cosas. Esperemos que se haga luz.    ... Pero no pensaba en ello en mi discutida promesa de hablar más claro, si se hacía luz en mi noche oscura. Me refería simplemente a que no sabía exactamente la parte de culpabilidad de algunos sacerdotes detenidos, ni si tenían alguna, como acusaba el juez militar sin dar pruebas. Y estaba dispuesto a hablar del caso, cuando tuviera conocimiento exacto del mismo, pero hice mal, sin duda, al dejar ese cabo suelto en mi pastoral. Aprendí para toda mi vida que no es bueno hacer promesas sin estar cierto de poder cumplirlas”. (pag. 181).

“Me pidieron permiso para procesarlos, sin decirme la razón de su detención y dándome dos horas para contestar. Respondí que ni tenía conocimiento de lo sucedido ni podía formar juicio en tan breve tiempo. Sin hacer caso alguno a mi respuesta, el juez militar procedió a encausarlos”. (pag. 173).

“Cierro este apartado diciendo que los tres  -queda dicho que fueron cuatro-  sacerdotes detenidos por los sucesos de Orozco fueron condenados a largos años de prisión en sentencia abiertamente desorbitada, dictada en juicio sumarisimo por un tribunal militar”. (pag. 181).

Cinco sacerdotes vizcaínos  -Xabier Amuriza, Alberto Gabikagojeaskoa, Julen Kalzada, Josu Naberan y Nikola Telleria-  se encerraron en las oficinas del obispado en huelga de hambre indefinida. La iniciaron el 30 de mayo de 1969.

El mismo D. José María Cirarda explica cuál fue su actuación ante este caso:

Respecto al manifiesto difundido por los sacerdotes huelguistas, recoge el siguiente pasaje:
      “Uno de sus párrafos más estridentes decía:
        Nuestro  pueblo   vive  bajo   el imperio  de  un  auténtico  terrorismo,  pues,  aparte  de
        verse  privado  de  los  derechos  más  elementales,  sufre  la  amenaza constante de las
        torturas policiales.  De aqui que es el mismo pueblo quien tiene sobrados motivos para
        aplicar al Estado actual la ley de terrorismo y bandidaje”. (pag. 182).

Explicita tambien las inciativas que tomó:
“Mi reacción ante la situación la fijé, con dos coordenadas.

1) Se ha dicho que visité personalmente a los encerrados en el obispado en dos ocasiones. No sé si hice bien o mal, pero no fuí a verles en ningún momento. Envié a mi secretario de cámara y gobierno, D. Carmelo Echenagusia, hoy obispo auxiliar de Bilbao y condiscípulo de algunos de los huelguistas,  - Carmelo Echenagusia no era condiscípulo de ninguno de los huelguistas-  para decirles, de mi parte, que no podía aprobar su acción, porque quebraban la parte de razón que puedieran tener con la sinrazón de su proceder. Tambien fue a visitarles, por orden mía, mi médico personal. Vino diciéndome que estaban bien de salud, que habían sido adoctrinados por (sic) una huelga de hambre, llevando abundante agua azucarada, y que la huelga podía durar más de un mes”. (pag. 183)

Consultados los cuatro supervivientes de aquella huelga de hambre, aseguran rotundamente que D. José María Cirarda fue a visitarles durante la huelga de hambre; y recuerdan muy bien algunas de las reconvenciones que les hizo, tales como “podíais haber elegido el hotel Carlton para hacer la huelga” o “vais a ser la rama desgajada de la Iglesia”.

2) Escribí una carta personal a todos los sacerdotes diocesanos, en la que decía textualmente:

 No dejeis de predicar la Palabra de Dios, es decir la homilia que glosa los textos bíblicos litúrgicos. No pretendais sustituirla con notas o documentos ajenos a la Sagrada Liturgia. Que nadie piense en no realizar la Eucaristía, alegando que nuestras divisiones nos incapacitan para la misma ... Tócanos a nosotros enseñar doctrina del Evangelio, proyectarla sobre los problemas temporales y dar a los fieles aliento para que la lleven a la vida. Pero nosotros no tenemos el secreto para solucionar los problemas de nuestra sociedad, ni tenemos derecho a invadir terrenos que son propios de la acción seglar”. (pag. 183).

Detalla tambien cómo fue la detención de los huelguistas:

“La policía me pidió autorización para entrar en el obispado, de acuerdo con el concordato, a fin de detener a los sacerdotes huelguistas. La negué. Pero entró. Podía hacerlo “en caso de urgencia” sin mi placet. El concordato, sin sospechar situaciones como las que estábamos viviendo en Bilbao, se olvidó de precisar a quién correspondía declarar la urgencia”. (pag.183 - 184).

Hay que matizar que la contestación exacta de Mons. Cirarda fue que no podían entrar más que en caso de urgencia. Como la policía juzgó que era caso de urgencia, entró.

Añade un apunte inimaginable sobre la estancia de los sacerdotes en la comisaría.

“Los cinco sacerdotes fueron llevados a dependencias policiales. Mi secretario canciller fue a visitarles de inmediato. Los encontró bien, de buen humor, cenando unos buenos platos, que encargaron a un restaurante cercano al cuartel de la policía”. (pag.184).

Habiendo conocido por propia  experiencia las condiciones que se dan durante la detención en comisaría, me resultaba totalmente inverosímil la descripción que de las mismas  se hace en este párrafo. Para cerciorarme consulté a los interesados. Esta es su contestación: “estuvimos, como todo detenido, en los calabozos, aislados e incomunicados; una vez que nos sacaron de los mismos y nos hicieron subir a una planta superior, para trasladarnos  a la prisión de Basauri, íbamos aterrorizados temiendo que fuera para someternos  a sesiones de tortura”. 

Contrariamente a lo que afirman sobre la visita de D. José María Cirarda durante la huelga de hambre, ninguno de ellos recuerda visita alguna del canciller secretario, y respecto a que estaban cenando unos buenos platos encargados a un restaurante cercano, es asombroso pensar cómo se puede decir una cosa tan inconcebible.

“Andando el tiempo, dichos sacerdotes fueron juzgados por un tribunal militar en Burgos, acusados de rebelión militar consumada con propaganda ilegal. Fueron condenados a penas entre diez y doce años de prisión”. (pag. 184).

Tambien recuerdan los citados huelguistas que les visitó durante su estancia en la prisión de Basauri y cómo les planteó la cuestión del permiso episcopal para su procesamiento. Les dijo exactamente que “suponía que no querrían tratos  de privilegio y por tanto aceptarían que fueran juzgados”. Le contestaron que, “efectivamente, no querían privilegios pero la decisión de dar o no el permiso para su procesamiento era de su incumbencia, por lo que la decisión que tomara sería constatada y recordada como decisión suya, y no consentida por los encausados”.

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