NOTA: En el equipo de mantenimiento del BLOG hemos llegado a entender que, en las circunstancias que nos envuelven (el CONFINAMIENTO POR «COVID-19») bien podríamos prestar el servicio de abrir el BLOG a iniciativas que puedan redundar en aliento para quienes se sientan en soledad, incomunicadas o necesitadas de expresarse.
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Fuente: Laetoanimo
Autor/a: Por Jordi Llisterri i Boix. Dom, 08/11/2020
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Me van a perdonar porque el sábado me fui a la cama disgustado. Molesto porque era previsible. Cuando tenemos hospitales al borde del colapso, cuando nos dicen que nos quedemos en casa, cuando tenemos un montón de empresarios y trabajadores desesperados, cuando la cosa está muy jodida, no es el momento de hacer una celebración religiosa convocando a 800 personas.
Es evidente que no había ningún impedimento legal para celebrar una beatificación en la Sagrada Familia este sábado. Aparte de la reducción de aforo y el estricto cumplimiento de las medidas higiene, la única limitación vigente era que no podían asistir personas de fuera del municipio.
Molesto porque la polémica anima una vez más a los que les falta tiempo para criticar la Iglesia. También tengo que decir que los primeros que me expresaron su perplejidad por WhatsApp eran personas católicas, apostólicas y romanas. Pero, ¿hay que soportar criticas razonables con argumentos irracionales o, como mínimo, indocumentados? Una vez más tenemos que volver a oír hablar de privilegios, de que la Iglesia no paga impuestos, del concordato franquista o de otras desinformaciones sobre el tema. Colas de tertulianos que hablan de la libertad de culto o de libertad religiosa como si fuera una herencia del régimen anterior y no un derecho universal. Derecho que además se regula para todas las confesiones, no para que los católicos puedan ir a misa. No es un derecho de los católicos, es un derecho de las personas.
Molesto porque en la era posttrumpista rápidamente saltan en Twitter las voces de los políticos que suben a la ola de la indignación como si es después que se dan cuenta de lo que ha pasado. Ni Generalitat ni Ayuntamiento pueden indignarse por unas imágenes de un acto previamente conocido, organizado con luz y taquígrafos, y con invitaciones institucionales. Y en la Sagrada Familia en plena alerta terrorista europea. No estamos hablando de una misa nocturna multitudinaria clandestina escondida, por ejemplo, en Puiggraciós que genera un escándalo cuando después se descubre que se ha celebrado. ¿A nadie se le ocurrió que no era el momento? ¿Que no se hablan? Quizás lo más grave de todo este caso es que pone una vez más de manifiesto que no hay una relación institucional que funcione entre la Iglesia i la administración pública. Y esto va en contra de la administración y de la Iglesia. Los antecedentes lo avalan.