El Papa echa en cara a Georg Gänswein que usase la figura del emérito para aupar a sus opositores
Fuente: La Vanguardia
Por Anna Buj
Ciudad del Vaticano. Corresponsal
02/04/2024
El alemán Georg Ganswein en la ceremonia del consistorio el 19 de noviembre de 2016 Stefano Rellandini / Reuters
Después de castigarle enviándole de vuelta sin ningún cargo a su diócesis natal en Alemania, el papa Francisco ha decidido hablar claro y cargar sin tapujos contra el histórico secretario personal de Benedicto XVI, Georg Gänswein, a quien acusa de utilizar la figura del difunto papa emérito para aupar a los opositores a su pontificado. “Me dolió que se usara a Benedicto”, ha reconocido Francisco, asegurando que el monseñor alemán demostró una “falta de nobleza y de humanidad” al publicar un libro el día del entierro que criticaba al papa argentino.
“Que el día del sepelio se publique un libro que me pone de vuelta y media, que cuenta cosas que no son verdad, es muy triste. Por supuesto, no me afecta en el sentido de que no me condiciona. Pero sí que me dolió que se usara a Benedicto”, reconoce Francisco en una larga entrevista sobre su relación con Joseph Ratzinger que publica el periodista Javier Martínez-Brocal en el libro El sucesor.
Pasado más de un año desde la muerte del papa que renunció, Jorge Mario Bergoglio piensa que ya ha llegado la hora de hacer saber al mundo cómo vivió la coexistencia con su predecesor, que define como excelente. El Pontífice habla de Benedicto XVI como “un gran teólogo que dejó una gran herencia para la Iglesia con sus enseñanzas”, “un niño prodigio que iba por delante”, y que al dar un paso atrás demostró tomar una decisión “muy avanzada, progresista” para el futuro del gobierno del catolicismo. Sin embargo, cree que la figura del papa alemán fue utilizada por la minoritaria, pero ruidosa oposición ultraconservadora, a este papado. Algo que cree que nunca deseaba Benedicto, sino que fueron unos “loquitos” quienes pretendían darle al alemán un papel como garante del pontificado.
“Le digo con pena que su secretario me lo hizo algunas veces difícil”, remarca Francisco sobre Gänswein. Por ejemplo, cuando sustituyó a una persona al frente de un departamento, algo que generó polémica, el histórico colaborador de Benedicto quiso llevarlo ante el emérito y difundir una foto, como si este estuviese reprochando la decisión del Papa. “Honestamente, no fue correcto”, opina el Pontífice.
A su juicio, “muchos de los que lo apoyaban querían que él bajara más, que se pusiera más traumático, más contundente, más directivo, es decir, que dejara su papel de gran pastor y entrara en el juego de las polémicas”, pero él “nunca lo hizo”. El Papa asegura que su antecesor siempre lo defendió, y pone de ejemplo una vez que, después de que él señalara que las uniones civiles son una vía correcta para dar una protección legal a las personas homosexuales sin equiparar esto al matrimonio, una serie de cardenales acudieron a ver a Benedicto tachándole de hereje y de promotor del matrimonio homosexual. Según relata el Papa, Benedicto les escuchó uno a uno para después salir en su defensa y dejar claro que no estaba diciendo herejías. “La situación me ayudó a comprender que tenía acá personas que estaban medio tapaditas y que aprovechaban la menor ocasión para morderme”, avisa Francisco.
El Pontífice también alza la voz contra Gänswein al ser preguntado por el aislamiento percibido por la prensa durante el papado de Benedicto XVI. El Papa considera que su antecesor fue un hombre de “gran mansedumbre”, que en ocasiones prefería no imponerse a la voluntad de algunas personas que quisieron aprovecharse de la ocasión y limitar sus movimientos. Por ejemplo, Ratzinger solía acudir a cenar los domingos a casa de su antiguo secretario, Josef Clemens, con fama de cocinitas. De un día para otro, dejaron de celebrarse esas cenas. Un domingo, Benedicto llamó a Clemens y le dijo que ahora le podía llamar “porque salió don Georg”. “Es como si, para no ofender a sus colaboradores, evitara hasta hablar por teléfono”, reflexiona el jesuita.
Francisco conoció a Benedicto a finales de los años 90, cuando le nombraron arzobispo de Buenos Aires y Ratzinger era prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el antiguo Santo Oficio. Acudía a verle cada vez que viajaba a Roma, le pidió ayuda en una cuestión de un nombramiento peliagudo y también hablaron de la lucha contra los abusos sexuales, algo en lo que estaban “totalmente en línea”. Después, deja claro que el alemán fue su candidato en el cónclave del 2005, tras la muerte de Juan Pablo II, contra las maniobras de algunos cardenales para evitar que saliera elegido Ratzinger, el gran favorito después de haber acompañado a Juan Pablo II durante años. Entonces Francisco llegó a tener 40 de los 115 votos en la Capilla Sixtina, suficientes para frenar su candidatura, pero asegura que los que habían escrito su nombre en la papeleta no deseaban que fuera papa, sino solamente bloquear la elección de un extranjero, Ratzinger, y escoger a una tercera persona. Cuando se dio cuenta, avisó al cardenal colombiano Darío Castrillón que debían parar porque no iba aceptar, y fue entonces cuando Ratzinger logró la mayoría suficiente para convertirse en el líder del catolicismo. “Era el único que en ese momento podría ser papa. Después de la revolución de Juan Pablo II, que había sido un pontífice dinámico, muy activo, con iniciativa, que viajaba… hacía falta un papa que mantuviera un sano equilibrio, un papa de transición –razona Francisco–. “Si hubieran elegido a uno como yo, que hace mucho lío, no habría podido hacer nada”.
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