Javier Elzo
Donostia San Sebastián
27/04/2022
(Para Religión Digital)
El objetivo de estas páginas es doble: hacer un diagnóstico de cómo se encuentra la diócesis tras la salida de Munilla y cómo valoran su experiencia con él como obispo, por un lado, y qué perfil sugieren para el nuevo Obispo, por el otro.
Tengo diez y nueve páginas manuscritas de las conversaciones que he mantenido, y otras tres páginas que he recibido de una religiosa y de un joven sacerdote. De hecho, he mantenido seis conversaciones con sacerdotes en activo, y otra con un sacerdote secularizado, también activo en la Iglesia. Otras seis conversaciones con laicos (tres hombres y tres mujeres), algunos muy implicados en la Iglesia, otros alejados tras haber estado implicados. Y también he conversado con dos religiosas de congregaciones distintas. En total 15 personas en conversaciones que han durado entre treinta minutos y más de una hora.
Tengo material para un largo texto, pero me veo obligado, por razones de espacio a seleccionar todo el material (que utilizaré en mi próximo libro) y más aún limitar al máximo mis propias opiniones.
Prometí a todos que no revelaría sus nombres ni daría datos por los que pudieran ser identificados. Fue una decisión mía, que creo que ha ayudado a que me digan francamente lo que piensan.
Distribución del clero
Sacerdotes en ejercicio unos 150. La edad media del conjunto del clero es de 74 años, pero solamente de menos de sesenta años hay 75. También tres diáconos permanentes. El mayor porcentaje se sitúa entre los 50 a los 75 años.
Hay también clero joven. Cabe destacar dos grupos entre ellos: unos 15 sacerdotes, naturales de Gipuzkoa, que estaban en otras diócesis y Munilla les invitó venir a su diócesis. Son curas que se han formado fuera de Gipuzkoa. Un sacerdote, y no de los más alejados a Munilla, me señala que muchos estimaban que el seminario de San Sebastián, en tiempos de Setién y Uriarte, era un “seminario protestante”. De los 15, solamente 3 están incardinados en la diócesis de San Sebastián. A la espera del nuevo obispo.
Otro grupo de curas jóvenes proviene del extranjero, también invitados por Munilla. Con contratos “ad tempus”, también a la espera del nuevo obispo. Según la opinión consultada, estos dos grupos de jóvenes serían los más próximos a los planteamientos de Munilla.
Creo que cabe segmentar los curas de Gipuzkoa, según su mayor o menor cercanía con Munilla en tres grupos.
* Los treinta jóvenes traídos por Munilla, más algunos mayores cuya cifra no puedo dar, serían los realmente próximos a Munilla.
* Un grupo menor, diría de unos 15 curas, combativos con los planteamientos de Munilla.
* El resto, críticos o muy críticos con Munilla, aunque trabajando con él.
No se entienda que el grupo segundo no trabajara pastoralmente, pero ejerciendo, diría que “por libre”. Esta denominación de “por libre”, en gran parte cabe aplicar a la gran mayoría del clero guipuzcoano, en niveles distintos. Incluso, si se me permite la expresión, también, en algún caso, entre los jóvenes munillistas. Como un sacerdote joven que, sin consultar con nadie, decidió saltarse el lavatorio de pies en la celebración del Jueves Santo.
2. La situación actual de la Iglesia de Gipuzkoa
La opinión es unánime, aún con acentos algo diferentes. La situación de la Iglesia en Gipuzkoa es mala, en declive, mortecina, sin ilusión…, una Iglesia en crisis y con dificultad para salir de ella.
Entre los rasgos de esta situación se insiste en estos:
· Los curas están muy divididos y prácticamente solamente se hablan, con un mínimo de profundidad, entre los que son de su cuerda.
· No solamente los curas: la Iglesia de Gipuzkoa está muy fragmentada, dividida. Antes de Munilla, me señalan varios, había una corriente general y mayoritaria de seguir el carril del Vaticano II, que se habría roto con los doce años del episcopado de Munilla. Personalmente, añadiría por mi cuenta, que Munilla en el Vaticano II se hubiera situado en el grupo minoritario del Concilio, y esa realidad creo que sigue siendo válida en nuestros días, con la capital precisión de que, en la actualidad la proporción de creyentes es notoriamente inferior en Gipuzkoa, a la de los tiempos del Concilio.
· En relación a lo anterior hay otra realidad a poner de relieve. En la actualidad, los curas y religiosas jóvenes se sitúan más en la minoría conciliar, cuando no pre-conciliar, a diferencia de los sacerdotes más mayores. En la diócesis guipuzcoana hay una clara segmentación y diferenciación entre curas jóvenes y curas mayores. Los más “progresistas" son de edad madura, muchos a punto de jubilarse, los más "conservadores" son los más jóvenes. Es una inversión de la tendencia en la sociedad civil que exige explicación en la que no puedo entrar aquí, por cuestión de espacio.
· En los tiempos de Setien y Uriarte, lo apunto, como señala un cura joven, también había división en la diócesis, entre los laicos particularmente, por cuestiones de orden político (nacionalista / constitucionalista). En la actualidad, añado yo, con la aquiescencia de la gran mayoría de las personas con las que he hablado para este artículo, sacerdotes, laicos y religiosas, la fragmentación de la diócesis se debe a diferentes modelos de Iglesia. Es una de las razones de fondo de las diferencias entre Munilla y los sacerdotes, diferencias que ya se manifestaban, cuando Munilla era párroco de Zumárraga. Luego el tema viene de lejos.
· Los sacerdotes y algún laico subrayan que no hay motricidad en las parroquias, muy decadentes en su gran mayoría y que, sin embargo, hay grupos de cristianos que se reúnen, a veces con un cura, a veces entre los solos laicos, también con religiosos de ambos sexos, para pensar juntos sobre diversos temas y sobre cómo la fe les posiciona o ayuda a posicionarse sobre las cuestiones tratadas. También hay grupos que se reúnen en oración, o terminan sus encuentros con una oración. Según los curas con los que he hablado, este tipo de encuentros, con mayor o menor intensidad, se da en la mayoría de las parroquias. Situación que no se limita a las parroquias pues comunidades religiosas también reúnen a grupos de reflexión, oración, discernimiento etc. Menciono los jesuitas, franciscanos, marianistas, simplemente porque he tenido ocasión de participar en esos grupos. Hay que añadir que en algunos casos —¿cuántos?— asisten personas no cristianas pero deseosas de participar en estos grupos de reflexión, de intercambio de puntos de vista. Me señalan que Munilla no alentaba precisamente esos grupos.
· Un tema clave para la continuidad de estos grupos es que haya un coordinador, impulsor de los mismos. Sin esta persona, los grupos desaparecen. Ahí está su futuro. Y aquí la Iglesia necesita personal. Tema de fondo donde los haya: compaginar la vida profesional, y familiar en muchos casos, con la animación de grupos de inspiración cristiana. El ministerio eclesial, más allá del sacramento del Orden, exige una profundización y, añado, reforma urgente. Un dato: ¿cómo es posible que la Iglesia no tenga en cuenta la segura aportación de tantos sacerdotes secularizados que mantienen viva la chispa de la fe, la esperanza de avanzar en el Reino de Dios, con la caridad como base y norma de acción?
· Un laico, muy próximo a la Iglesia, me dice que la Iglesia está viviendo una crisis importante de cambio en sus estructuras funcionales. La crisis de vocaciones conlleva que no haya relevo sacerdotal, salvo traer clero de otras partes, con dificultades de aculturación. Durante los doce años de Munilla los niveles de motivación pastoral han descendido también en las acciones diocesanas como tiempo libre, encuentros con jóvenes, pastoral familiar etc. Se mantiene Caritas, pero ligado exclusivamente a las parroquias, y sin proyecto ni proyecciones más allá de ellas. Los referentes no se renuevan y en la actualidad estamos en una Iglesia de minorías y con una estructura de Iglesia de masas, lo que ya no es el caso. Sostiene, y yo con él, que la sociedad guipuzcoana, aun estando muy secularizada, mantiene en el fondo un sustrato religioso, que conservan muchos laicos, con diferentes concepciones de lo religioso y de modelo de Iglesia, como ya he apuntado más arriba.
3. Sentimientos de los miembros de la Iglesia de Gipuzkoa, cuando Munilla fue nombrado obispo de Orihuela
Alivio, “ahora está lejos y nada de lo que haga o diga nos puede afectar”, me señala un cura. Munilla era un líder para su grupo, pero no un pastor de la diócesis (cura y laicos). Nos ha hecho mucho daño (un laico). Siente una liberación, tras la marcha de Munilla. “Que nadie me va a estar machacando” (sacerdote). Fueron 12 años muy complicados. (sacerdote). Ahora se siente un gran vacío, pese al Administrador Apostólico, hombre conservador, afable y que alienta a los que se le acercan (laico y sacerdote). Estamos en situación de provisionalidad (laica) quien añade que “Dios hace bien las cosas”. Setien para su tiempo, Uriarte para el suyo como después Munilla. Da un 10 a los tres obispos.
Otro sacerdote me dice que decidió hace dos años no hablar mal de Munilla, aunque la situación de la diócesis es muy triste. Sintió una liberación cuando salió Munilla. Otro sacerdote me dice que durante el episcopado de Munilla la Iglesia sufrió una gran fractura, ya desde su nombramiento. Tras la salida de Munilla, en el plano personal afirma que, pese a no coincidir con él en muchas cosas, en el tú a tú, se llevaban bien. Pero en el plano estructural sostiene que su salida puede ayudar a encauzar y superar una situación muy complicada.
Una pareja, padre y madre que, en su tiempo, estuvieron ligados a su parroquia, y a su párroco, ya jubilado, se han alejado en tiempos de Munilla. Me dicen que sintieron su llegada, pero no su salida pues ya estaban fuera del círculo parroquial. Un laico del que he mostrado su idea de que la diócesis vive una gran crisis estructural, señala que, a su juicio, la diócesis sintió un gran alivio con la salida de Munilla, pero él, personalmente, me dice que Munilla siempre se puso al teléfono cuando le llamaba y le contestaba sus emails.
Las dos religiosas con las que he hablado, miran más al futuro, pero con intensidades distintas parece que no han tenido “excelentes relaciones” con Munilla. Una de ellas me dice que tuvo un encontronazo con él al comienzo de su episcopado y ahí se acabaron las relaciones. La otra religiosa me indica que nunca funcionó el Consejo Pastoral de la diócesis.
Por último, pero no por ello menos importante, debo reflejar una idea muy extendida entre las personas con la que he hablado: la situación actual de la Iglesia de Gipuzkoa no es imputable exclusivamente a Munilla. Hay que tener en cuenta que vivimos en la era secular, por hablar como Ch. Taylor y esa realidad va más allá de quien sea el obispo, aunque Munilla no lo haya abordado de cara, más bien refugiándose entre los “suyos”.
4. Lo que me dicen de la labor de Munilla en la diócesis
Hay que decir, de entrada, Munilla, salvo en algunos espacios muy concretos como en la catedral de San Sebastián tiene mala acogida entre el clero y la mayoría de la población guipuzcoana. Es una realidad incontrovertible de la que el propio Munilla era muy consciente. Tanto que, como me relata un sacerdote, que algún tiempo trabajó cerca de él, y no de los más críticos —aunque también—, que tras los dos o tres primeros años de su episcopado, se cerró en sí mismo, y en su propia forma de ver las cosas. Hubo un alejamiento mutuo de gran parte del clero con él, y de él con la mayoría de ese clero. Lo que me llevó, personalmente, a escribir, el año 2018, un artículo en la prensa vasca en la que le pedía directamente que dimitiera. Si el clero y la Iglesia requieren un obispo (y ya me lo dicen ahora las personas que he entrevistado), también el obispo, para poder llevar a cabo su labor, requiere también una acogida y sintonía con la mayor parte del clero y laicos a los que va a “pastorear”. Nunca se dio, en los doce años de su episcopado en Gipuzkoa tal sintonía, menos aún acogida.
Entonces Munilla se replegó en dos ámbitos: entre las personas con las que se sabía bien acogido y en el mundo de medios de comunicación y telemáticos. Cabe decir que Munilla tenía con Radio María y la televisión Betania un espacio, una Iglesia “on line” cabe decir, cuyas cifras no puedo precisar, pero diría que bastante numerosa, más que en la iglesia presencial. Bastantes me dicen que pronto dejó de patear la diócesis, pero un sacerdote me remarca que eso es debido, en parte, a su mala relación con el clero. Claro que parece ser que, siendo párroco de Zumárraga, Munilla no participaba de la dinámica diocesana y, ya obispo, muchos curas, la mayoría, hicieron lo propio con él. Aunque algunos laicos y sacerdotes no solamente jóvenes, me refieren que, con ellos, fue un obispo cercano.
5. Perfil deseado del nuevo obispo
En este punto, también me limito a resaltar lo esencial. Que además se repite en casi todos los que he consultado.
Quieren un obispo cercano, amable, que sepa escuchar, no solamente oír, que cuente con los sacerdotes y laicos a la hora de tomar decisiones. Que su relación con la gente próxima a la Iglesia sea de corresponsabilidad y no meramente de colaboración. Corresponsabilidad exige, lo llevo diciendo hace décadas, participar, no solamente en la elección del nuevo obispo —ya sé que algunos han recibido la carta del Nuncio en ese sentido, bajo secreto pontificio, pero eso estimo que es radicalmente insuficiente—, sino también en las tomas de decisiones. Algunos me hablan también en ese sentido en la designación de los párrocos.
Insisten mucho en que el nuevo obispo tenga en cuenta la realidad y las fracturas que existen en la diócesis y que trate de construir puentes entre las diferentes sensibilidades. Que se patee la diócesis, que escuche a la gente. Que escuche, hasta el punto de que algunos sacerdotes apuntan a que, en el primer año, el nuevo obispo no escriba ninguna pastoral. Que escuche, lo repito por la insistencia con la que me dicen.
Hay unanimidad para decir que sea un pastor. Que tenga en cuenta la sensibilidad social de los miembros de la Iglesia. Que no sea motivo de confrontación. Tampoco con la Iglesia española, aun manteniendo la idiosincrasia específica de la iglesia y sociedad guipuzcoanas. Personalmente añado, con un laico y un sacerdote, que también deber ser un buen gestor para reconducir la diócesis fracturada.
Hombre de fe, “muy unido a Cristo, muy espiritual, contemplativo en la acción siguiendo a San Ignacio” me apunta una catequista laica.
“Un obispo algo mayor, maduro, que conozca la pastoral de la diócesis para llevar a cabo, desde la sensatez, la necesaria reestructuración parroquial y pastoral” me apunta un sacerdote joven. Esta idea aparece con frecuencia en formulaciones diferentes: que tenga anchas espaldas, una psicología robusta, sentido del humor, que no se quede en San Sebastián, que vaya a la diócesis, también a las comunidades religiosas, (insisten las monjas), que sea trabajador, dando ejemplo…
Para concluir, —siendo consciente de lo que dejo en el tintero, por lo que pido disculpas a las 15 personas con cuyos testimonios he escrito estas páginas— quiero añadir, con algunos sacerdotes y algún laico, que le deseamos lo mejor a José Ignacio Munilla en la nueva diócesis en Orihuela-Alicante. Que acierte en su nueva diócesis. Lo tendrá más fácil que en Gipuzkoa.
Aunque hayamos tenido nuestras diferencias, te deseo lo mejor, José Ignacio. Besarkada. Con un abrazo fraterno
Javier Elzo
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