Autor: J. Elzo (Sociólogo)
En ATRIO
02/02/2021
El resumen de la conferencia de Raúl Berzosa exige, dada su riqueza, una lectura y relectura detenida seguida de una reflexión personal. En el marco de este comentario, necesariamente breve, subrayaré unos pocos aspectos, básicamente de la primera y segunda parte de la conferencia.
Un punto central lo veo en la afirmación, en boca de Francisco, de que hay que ver la “Communio católica como complexio oppositorum”. Es la necesidad, lo digo con mis palabras, de superar el planteamiento binario, las ocho polaridades de Guardini que Bergoglio reduce a cuatro, en un modelo “et–et” y no “aut—aut”. Tampoco al modo dialéctico hegeliano, tesis, antítesis, síntesis, sino en “una dialéctica que vive de las antinomias o polos diversos, y es integradora de los mismos”.
Este planteamiento de superación del pensamiento binario lo suscribo plenamente desde hace años en mis trabajos. Por ejemplo, cuando siguiendo a Peter Berger, pongo el acento en la necesidad de congeniar lo sagrado con lo profano en la vida de las personas. Así, cuando un creyente está enfermo, pone una vela al Santísimo, o se pone en manos de Dios, al par que acude al médico.
Berzosa cita en su conferencia esta reflexión de Descartes y su nuevo giro copernicano, es decir, pasar del teocentrismo al antropocentrismo idealista y la duda metódica como principio de todo pensar filosófico correcto: “Pienso, y dudo, luego existo”… Y añade: “El hombre será, a partir de entonces, el centro de todas las cosas, y la razón, su nueva diosa. En este mundo tan abierto y desconcertante, san Ignacio nos regala los Ejercicios y, con ellos, un instrumento espiritual, profundo y fecundo, para un sano discernimiento de espíritus y de cómo actuar en un mundo confuso y cambiante. Salvando las distancias históricas, hoy, el Papa Francisco vive en un mundo no menos complejo y convulso que el de san Ignacio o el de san Pedro Fabro…”
“La realidad es más importante que las ideas” sostendrá Bergoglio desde sus tiempos de Provincial en Argentina y esa idea, nos dice Berzosa la mantendrá toda su vida. Lo que no supone que las ideas no sean importantes. Lo son y para afrontarlas es preciso el gran principio ignaciano, que creo que es santo y seña de la Compañía de Jesus: el discernimiento, pero en un ámbito de oración, diálogo y escucha. De ahí nace la premisa de Francisco para toda reforma en la Iglesia: la conversión personal.
La Communio católica aparece como “complexio opositorum”, que ya hemos mentado arriba. Pero, ¿cómo se logra la integración de las polaridades, de las antinomias? Responderá Francisco que desde la concepción de que la unidad católica es polifónica y poliédrica, (no circular, ni lineal) capaz de integrar las diferencias sin anularlas, porque se fundamenta en la transcendencia.
El planteamiento de Francisco es nítidamente teológico y basado en la fe. Ciertamente. No es un texto sociológico. Pero su insistencia en partir de la realidad, nos muestra —así lo veo yo— la complementariedad de la visión teológica con la de las Ciencia Sociales.
Me chirrían un tanto las referencias al Maligno, pero esto no me impide leer, con autentico interés y provecho la reflexión de Berzosa sobre las claves del magisterio del papa Francisco.
En fin, una pregunta para cerrar estas líneas: ¿Cómo explicar que un obispo de la talla intelectual (y por lo que sé) también humana, como es el caso de Raúl Berzosa, lleve tantos años en el limbo de nuestra Santa Madre la Iglesia Católica? Me lo expliquen por favor.
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