martes, 23 de febrero de 2021

¿Estamos ante la ‘nouvelle ecclésiologie’ en Francia?

 

Fuente: Vida Nueva

Por:   Cristina Inogés Sanz

22/02/2021

 


 

La Iglesia alemana está celebrando un sínodo cuyo desarrollo ha sido trastocado por la Covid-19. Esto ha supuesto un retraso en la aparición de algunas de sus ponencias, pero no la paralización de las mismas.

Informaba hace unos días Vida Nueva de las tres primeras “bombas” del Camino Sinodal alemán. Ciertamente, para lo que se ve en otras latitudes, la propuesta del sínodo alemán es llamativa, posiblemente necesaria, positiva, pero ¿realizable a nivel católico, es decir, universal?

 

La experiencia alemana, ¿universal?

Queda todavía mucho recorrido hasta que ese sínodo alcance su final y se ve si sus propuestas se pueden hacer realidad. La Iglesia alemana, basta con hacer un rápido recorrido por la historia de la Iglesia, siempre ha ido de punta de lanza en muchas propuestas que, sin duda, en cada momento han podido ser necesarias y no se le puede negar la valentía de proponerlas, de discutirlas, e incluso de soportar la mirada enfurruñada de Roma en algún momento y hasta algún tirón de orejas.

Todo esto la convierte en una Iglesia muy mediática que vive en un contexto ecuménico –normal en el norte de Europa– y cuyos miembros se toman muy en serio el cristianismo, algo que ya se vio y fue de gran ayuda para que cuajara la Reforma del siglo XVI. Sin embargo, tanto foco mediático y tanta punta de lanza, no garantiza que las conclusiones de su sínodo, cuando lleguen, puedan realizarse ni en su Iglesia ni en el resto de la Iglesia católica. Hay que valorar que sus propuestas ayudarán a pensar y mucho; que su teología seguirá abriendo caminos de investigación; y que el hecho de haber impulsado este sínodo desde la Conferencia Episcopal Alemana y desde el Comité Central de Laicos dice a su favor, pero… ¿al final no será algo de “mucho ruido y pocas nueces”?

 

El camino francés

La Iglesia francesa no es especialmente mediática; no hace ruido; alguna vez genera interés por acontecimientos muy bien pensados y ejecutados, como la invitación al presidente Macron a participar en un encuentro público en el Collège des Bernardins, en París, donde la Conferencia Episcopal se jugaba mucho –al ser la anfitriona– y donde los discursos tanto del presidente de la Conferencia Episcopal como de la República, estuvieron muy a la altura de lo que se esperaba, y las consecuencias del encuentro también.

El trabajo diario de la Iglesia de Francia no genera titulares, lo que no significa que no haya hecho o no haga nada. Digamos que mantiene un perfil bajo. Un paseo por las páginas web de sus diócesis ya revela un gran cuidado de las mismas; sus hojas parroquiales denotan buen gusto, interés por lo que se publica, se adivina alguna práctica comercial como averiguar qué intereses tienen sus lectores para poder llegar hasta ellos –incluso en algunas diócesis tiene hojas específicas para niños–; los proyectos de formación que ofrecen en forma de cursillos o en MOOCS –acrónimo en inglés de Massive Online Open Courses (o cursos online masivos y abiertos)– son sencillamente envidiables; y la información que facilitan estas páginas web es sencilla de encontrar y muy completa. Mención especial merecen sus apartados dedicados a explicar, comentar y acompañar el camino sinodal con pequeños vídeos en los que participan laicos, religiosos, y sacerdotes por igual. Como el resultado es tan bueno, a nadie se le ocurre preguntar cuánto tiempo se ha dedicado a hacerlo ni cuánto tiempo cuesta mantener estas páginas web.

 

Un laicado maduro

Llama poderosamente la atención ver la cantidad de laicos (y laicas para que no haya duda) que están al frente de áreas de responsabilidad en la mayoría de las diócesis, y cuya gestión discuten y tratan directamente con sus obispos; muchos de estos cargos –que son encargos pastorales– conllevan que algunos sacerdotes estén bajo la supervisión directa de esos laicos –y no pasa nada–.

También me llama la atención, y puede que alguien piense que hilo demasiado fino, que dos teólogas francesas hayan brillado por méritos propios en el firmamento eclesial y por motivos diferentes en los últimos años. Por orden cronológico, en 2014, Anne-Marie Pelletier, fue la primera mujer en ganar el prestigioso Premio Ratzinger, concedido por la Fundación Vaticana Joseph Ratzinger; en 2021, Nathalie Becquart, religiosa de la Congregación de Xavières, ha sido nombrada subsecretaria del Sínodo de los Obispos, con derecho a voto.

Algunos se sorprendieron en la rueda de prensa que organizó la UISG, para que Nathalie pudiera atender a los medios que querían entrevistarse con ella, cuando le preguntaron por su experiencia previa al actual cargo y, con toda naturalidad y entre las muchas actividades que había realizado, dijo que era miembro del Consejo Episcopal, ¡del Consejo Episcopal! de la diócesis de Nanterre, junto a religiosos y laicos.

Cuando en la diócesis de Lyon, el cardenal-arzobispo Philippe Barbarin, se vio envuelto en una situación de escándalo eclesial, todos los consejos de la diócesis se autoconvocaron para analizar la situación y elevar su voz a Roma. Lo hicieron no en un salón de actos, sino en la catedral como símbolo de la diócesis y de su preocupación por ella. Esto es digno de resaltar porque muestra una Iglesia y, sobre todo, un laicado maduro para llevar a cabo esta acción.

Mirando todo en conjunto da la sensación que la Iglesia de Francia, sin hacer ruido, sin levantar polvo, lleva ya mucho trecho del camino sinodal recorrido y, lo que es más importante, interiorizado y vivido plenamente.

 

Hacia la ‘nouvelle ecclésiologie’

Hace años, la ‘nouvelle théologie’, que para ser sincera la reflexionaron teólogos franceses y alemanes, pero que, al final, es conocida por su nombre francés, supuso un gran avance en los estudios y planteamientos teológicos que llegaron hasta el Concilio Vaticano II. Después, la mayoría de esos teólogos fueron arrinconados y su teología encerrada en un cajón cuya llave costó encontrar. Sin embargo, otros teólogos siguieron investigando y aportando aunque eso sí, sin la proyección que tuvieron los padres de la ‘nouvelle théologie’.

Ahora nos encontramos con que no hay teólogos que firmen –al menos de forma muy evidente– los cambios tremendamente positivos que hay en la Iglesia francesa, y que son innegables y esto me hace pensar si no estaremos ante una Iglesia que, tan discreta como eficazmente, está viviendo el camino sinodal al que todos estamos llamados a recorrer. Creo que podemos decir que, haciendo realidad parte de aquella ‘nouvelle théologie’, lo que nos ofrece ahora la Iglesia de Francia es una ‘nouvelle ecclésiologie’ donde todo el pueblo de Dios, por convencimiento, se siente y es responsable del cambio.

Estamos ante una Iglesia donde, sin hacer ruido, encontramos ya muchas nueces.

 

 

 

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