domingo, 21 de febrero de 2021

“Merece el Nobel”

Fuente: Blog Rioja alavesa

Seguro que a él no le gusta, pero a decir de unos cuantos amigos que le conocen y estiman, “Antonio Mijangos merece el Nobel, no sé si el de la Paz, o uno nuevo al que podrían llamar de la Concordia”.

 


Antonio Mijangos ha sabido ser. Ha sabido estar en la Montaña Alavesa, Vitoria, la misión de Los Ríos (Ecuador), Nanclares de la Oca, el Valle de Cuartango, Salvatierra. Ha sabido ser y estar en Laguardia.

 

Un faro para la Comarca

     Ha sabido ser sacerdote al servicio de su Comunidad. De igual manera que supo estar en las Misiones Diocesanas de Ecuador, y en sus diferentes destinos hasta volver a su Laguardia natal. Estar, como dice el diccionario, “saber estar” es hallarse en un lugar con cercanía. Y como él hace, con empatía crítica.

     A última hora de la mañana de este domingo, sin que él supiera nada (venía de decir misa en Elvillar), le han hecho a Antonio un homenaje en Laguardia, donde desde hoy el Salón de Actos llevará su nombre: “Antonio Mijangos. Salón Cultural”.

     Con sentido del humor les ha dicho a los allí congregados, entre ellos el alcalde de Laguardia, Lucio Castañeda: “tengo ya dos “lápidas” en el pueblo, y algún día tendré una tercera… pero las dos que más me gustan son éstas que aún puedo ver en vida”.

     Recuerdo lo que escribí en el Blog cuando le conocí, a modo de presentación, hace ya algo más de dos años.

     “Hijo de agricultores de Laguardia que elaboraban vino a granel de sus viñas, nacido murallas adentro, el sacerdote Antonio Mijangos es un entrevistado soñado, cual si uno se encontrara con la sabiduría de una vida entregada a sus herman@s de aquí, en Álava, y de allí, en Ecuador, al otro lado del mundo”.

 

A Antonio le marcó la estancia en Ecuador, donde pasó 14 años de su vida en las Misiones:

     “Lo digo sencillamente: La religión está al servicio del ser humano. Eso me dije: “Aquí el ser humano no es solo espíritu, sino un cuerpo, y al cuerpo hay que alimentarlo. Antes de hablar de Dios, hay que llenarles el estómago”.

     Aquella entrevista de 2018 terminó con una de esas historias —autobiografía pura— que hablan por la persona. Antonio me contó cómo fue su despedida de Ecuador, tras catorce años de entrega vital a aquella comunidad. Entonces quiso mostrarse valiente, como si aquel adiós a América, con todo lo que significaba, no le afectara en absoluto:

     “Un ‘cacanarro’ vino a darme una foto suya, una foto pequeña y arrugada, para que no le olvidase. Eso me rompió por dentro. Pero me mantuve firme. Me despedí de todos, con aparente tranquilidad. Pareciera que no sentía mi marcha… Hasta que monté en el jeep. Allí, solo en el coche… allí sí. Allí me puse a llorar como un bendito”.

 

.- ¿Hoy volverías a despedirte de la misma manera, Antonio?

     No lo creo. Hoy le pondría más corazón… Hoy dejaría salir mi corazón.

 

 

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