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Fuente: La Tercera
5 de diciembre de 2020
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En el Vaticano algunos hablan del “nuevo Chile” por el efecto de las denuncias de abusos sexuales contra miembros del clero y la caída de los católicos. El reciente informe McCarrick profundizó los cuestionamientos y extendió las críticas, incluso, al Papa Juan Pablo II.
Manifestantes protestan contra las restricciones al aborto frente al palacio arzobispal de Cracovia, a fines de octubre pasado.
“Calle de las víctimas de Juan Pablo II”. Un sticker con esa leyenda apareció hace unos días cubriendo el letrero que identifica la Avenida Juan Pablo II en Varsovia. El hecho coincidió con las masivas manifestaciones contra un fallo del Tribunal Constitucional de Polonia que limitaba el aborto y que evidenció la pérdida de influencia que viene experimentando la Iglesia Católica en ese país. Polonia era visto como uno de los últimos bastiones del catolicismo en el Viejo Continente, y tras la crisis de esa institución en Irlanda, parecía que seguía resistiendo. Sin embargo, las protestas de octubre y noviembre y los recientes cuestionamientos contra Karol Wojtyla, considerado un héroe nacional en el país, revelan que las cosas han cambiado.
Las críticas contra el Papa polaco se multiplicaron tras la difusión, por parte del Vaticano, del llamado Informe McCarrick, que develó las fallas de la jerarquía de la Iglesia Católica en el manejo de las denuncias contra el excardenal y exarzobispo de Washington Theodore McCarrick. El prelado fue privado de todos sus privilegios y removido del colegio cardenalicio por el Papa Francisco en julio de 2018, el annus horribilis del actual pontificado por la serie de denuncias sobre abusos sexuales que partieron con la visita del Pontífice a Chile en enero de ese año. Sin embargo, sólo hace dos semanas se hizo pública finalmente la investigación ordenada por Bergoglio para aclarar cómo McCarrick pudo llegar tan alto en la jerarquía, pese a las acusaciones en su contra.
En el informe de más de 400 páginas se revela, entre otras cosas, que las denuncias por acoso y abuso de menores y de seminaristas se remontan a los años 80. Pero, además, se asegura que el Vaticano fue informado a principios de los 90 de las acusaciones y a fines de esa década el entonces arzobispo de Nueva York, John O’Connor, recomendó no designar arzobispo a McCarrick en una carta enviada al secretario personal de Juan Pablo II, y también polaco, Stanislaw Dziwisz, alertando de las denuncias. Pese a ello, el Pontífice decidió igualmente nombrarlo en la arquidiócesis de Washinton en 2001, luego de leer una misiva del prelado estadounidense negando todas las acusaciones en su contra. Según el informe, la experiencia de Wojtyla en la Polonia comunista, donde era habitual difundir rumores para desprestigiar a la Iglesia Católica, habría influido en su inclinación a minimizar las denuncias.
Esas revelaciones solo vinieron a profundizar los cuestionamientos contra la Iglesia Católica polaca, ya golpeada por una serie de acusaciones sobre abusos del clero en los últimos meses, que llevaron, según la vaticanista argentina y biógrafa del Papa Francisco Elisabetta Piqué, a que muchos en el Vaticano ya se refieran a ese país europeo como “el nuevo Chile”. El año pasado, un documental titulado No se lo digas a nadie reveló una serie de casos de abusos de menores por parte de sacerdotes, entre los que se incluye Franciszek Cybula, capellán del expresidente Lech Walesa. La cinta, vista por casi 20 millones de personas, llevó a la Iglesia a pedir disculpas por “los errores cometidos”. Y otro documental difundido este año —El juego del escondite— motivó que el arzobispo primado de Polonia, Wojcieh Polak, pidiera directamente al Vaticano una investigación sobre las denuncias realizadas en la cinta de Tomasz Sekielski.
Sólo un mes después de la exhibición del documental, el Papa Francisco designó al arzobispo Grzegrorz Rys como administrador apostólico de la diócesis de Kalisz —donde se produjeron los hechos— y suspendió al obispo Edward Janiak, mientras el tema era investigado. A Janiak se le acusaba, entre otras cosas, de haber desestimado en 2016 una denuncia de abusos contra un menor cometido por un sacerdote de la diócesis y no haber informado del tema a la Congregación para la Doctrina de la Fe, como establece el protocolo de la Iglesia Católica.
Un Episcopado dividido
Las denuncias tensionaron al Episcopado polaco, como recuerda la periodista polaca Monika Bialkovska en un extenso artículo publicado en el sitio español Religión digital titulado: “Escándalos sexuales en la Iglesia de Polonia, ¿un segundo Chile?” Días después de la difusión del documental, el obispo Edward Janiak envió una carta a los demás prelados atacando al arzobispo Polak “con terminología casi mafiosa, recurriendo al chantaje y amenazando a los otros obispos con consecuencias”, según Bialkovska. El prelado acusaba a Polak de haber “emitido un veredicto” en su contra antes de tener todos los antecedentes y haber dañado la imagen de la Iglesia Católica.
El caso del obispo Janiak marcó otro hito en la historia de la crisis de la Iglesia polaca: por primera vez los sacerdotes de una diócesis se negaron a firmar una carta en apoyo a su titular. Janiak fue finalmente removido por el Papa Francisco, en octubre pasado. Pero el hecho estuvo lejos de aquietar las aguas, porque días después, el 9 de noviembre, el canal TVN24 difundió el reportaje “Don Stanislaw”, donde se acusa al secretario personal de Juan Pablo II, el cardenal Stanislaw Dziwisz, de encubrimiento. Y días después, la difusión del informe McCarrick aumentó las críticas contra Dziwisz y golpeó a Juan Pablo II.
A ello se sumó la sanción adoptada el 6 de noviembre por el Vaticano contra el cardenal Henryk Gulbinowicz, el prelado más anciano del país y doctorado en teología moral, por abusos contra menores. Se le prohibió no sólo presidir ceremonias públicas y utilizar las insignias episcopales, sino también ser sepultado en la catedral. Además, fue obligado a entregar una cuantiosa donación —cuyo monto no fue precisado— a la Fundación San José, una institución creada por el Episcopado polaco para apoyar a las víctimas de abusos sexuales cometidos por sacerdotes. Sólo 10 días después de esa decisión, el prelado falleció a los 98 años. Gulbinowicz fue durante años una de las figuras más respetadas de la Iglesia Católica polaca por su defensa de los derechos humanos en la época comunista.
Cae la confianza en la Iglesia
En Polonia, donde a principios de los 80, tras la llegada de Juan Pablo II al papado, el 96% de la población se declaraba católica, la Iglesia ha venido experimentando una creciente pérdida de influencia. Hoy, si bien el porcentaje de quienes se declaran católicos sigue bordeando el 90%, sólo un 39,5% dice tener confianza en esa institución, 13 puntos menos que en la medición anterior de 2017. Fue la institución que más retrocedió en el sondeo.
El estudio se suma a otro publicado este año que mostró que apenas un 35% de los polacos tiene una imagen positiva de la Iglesia Católica. Y la situación es aún más marcada entre los jóvenes, donde el porcentaje apenas llega al 9%.
Según el think tank estadounidense The Pew Research Center, Polonia es el país con la mayor brecha entre jóvenes y adultos en relación a la importancia que le dan a la religión. Mientras sólo el 16% de los menores de 40 años la considera importante, entre los mayores de 40 el porcentaje supera el 40%. Además, entre los menores de 25 años, el número de católicos viene cayendo. Si hace 10 años quienes se declaraban católicos llegaba al 81%, hoy alcanza el 63%. Y de ellos apenas un 26% asiste a misa regularmente. A ello se suma otro dato que revela el cambio que viene experimentando la sociedad polaca -considerada una de las más conservadoras de Europa: los matrimonios por la Iglesia han bajado un 41% desde 1990.
“Venimos experimentando una erosión de la confianza en la Iglesia”, asegura el director del Instituto de Investigaciones Sociales y de Mercado de Polonia, Marcin Duma. “Esto está asociado con la crisis de la Iglesia en general, pero ciertamente también con los escándalos de pedofilia; los ciudadanos querrían una reacción más dura y más rápida, pero están viendo un proceso demoroso e incluso plácido”, agrega. Un 80% de los polacos estima que la Iglesia no está haciendo lo suficiente para proteger a los niños.
Según una investigación publicada en la edición de septiembre/octubre de la revista Foreign Affairs, Polonia es el décimo país entre 45 naciones estudiadas donde más cayó la religiosidad entre 2007 y 2019. De acuerdo con ese estudio, el último país de la lista es Estados Unidos y el penúltimo, Chile.
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