2. Causas amplias de la crisis
Voy a abordar el análisis macroscópico de la actual crisis económica desde cuatro puntos de vista:
2.1. Incidencia de la posmodernidad en la crisis económica o la dimensión ética de la crisis.
2.2. La insoportable levedad de la economía posmoderna o la crisis por exageración del modelo económico neoliberal, en donde comentaré:
2.2.1. La burbuja financiera
2.2.2. La crisis de endeudamiento
2.2.3. La crisis de la confianza
2.2.4. La desregulación financiera
2.3. La crisis que comporta la globalización.
2.4. La crisis por la internacionalización de los mercados y la de la política.
2.1. Incidencia de la posmodernidad en la crisis económica o la dimensión ética de la crisis
“No será posible ninguna mejora importante en la suerte de la humanidad si no se produce un gran cambio en la constitución fundamental de los modos de pensamiento”. (Jonh Stuart Mill).
Trato de destacar en este apartado que, en mi opinión, esta crisis económica, al menos en su magnitud y virulencia actuales, no hubiera sido posible hace 30 años. La posmodernidad, en la que estamos más o menos sumergidos, comporta el debilitamiento de los valores básicos de la modernidad: la libertad, la igualdad, la fraternidad, y el reforzamiento de los valores individuales. Este cambio tiene dimensiones positivas, pero debilita la solidez del consenso social en torno a valores colectivos cristalizados en lo que se conoce como Estado de Bienestar. A nivel económico supone el reforzamiento del pensamiento neoliberal, frente al modelo socialdemócrata y, a nivel ético, el debilitamiento de las responsabilidades sociales frente a las apetencias individualistas. Lo destaco porque nos señala el marco no sólo de interpretación de la crisis económica y de otras numerosas crisis actuales, sino las causas que hemos de tratar de erradicar, si pretendemos un mundo más solidario.
La posmodernidad viene acompañada de otras manifestaciones determinantes para nuestro tema: la crisis de las utopías[1]: “nada se puede hacer”, el reforzamiento del exhibicionismo -el exhibicionista disfruta mostrando su ‘desnudeces’ sin reparar en cortapisas legales- y la pérdida consiguiente del pudor social[2].
Los ciudadanos posmodernos nos mostramos, en general, más materialistas, es decir más ávidos de dinero, que los modernos y tenemos menos vergüenza en proclamarlo, lo que tiene un efecto multiplicador sobre la potenciación de los valores más individualistas, origen de la crisis[3]. Como señala González Faus ciertos niveles de riqueza actuales son en realidad niveles de desvergüenza. Estas tendencias además se cristalizan en los modelos o ídolos de comportamiento con gran fuerza de atracción. Los posmodernos antes que parecerse a Che Guevara, prefieren parecerse a Mario Conde o Alfredo Sáenz -los dos multimillonarios surgidos de la casi nada, los dos condenados por sus actividades económicas-. Ser el mejor especulador de la bolsa de Nueva York, aunque sea a costa de infringir la ley o de perjudicar a muchedumbres de pequeños ahorradores -lo que ha sucedido con los bonos basura, por ejemplo- es mucho más atractivo, por ser mucho más remunerado, que ser un líder comprometido con la solidaridad a nivel político o social[4].
Que la sociedad general acepta y estimula estas nuevas formas avariciosas de proceder, algunas verdaderamente impúdicas, se manifiesta, por ejemplo, en que algo tan vergonzante como que “en los años posteriores a la crisis de las hipotecas basura, los gobiernos han destinado más dinero a mantener a los bancos y a las instituciones financieras, que el que todo el mundo ha invertido en 50 años para ayudar a los países pobres”[5] o en que el abanico retributivo de los grandes empresarios (y lo que es menos justificable, muchos de los presidentes de Cajas de Ahorros, estatutariamente entidades de finalidad social) ha devenido una especia de ‘Champion’s ligue’, exhibida y jaleada en los medios de comunicación: “En los comienzos del capitalismo las diferencias entre los que más tenían y los que tenían menos se situaban entre 1 y 2 ó 1 y 3, y en los últimos cincuenta años ha pasado hasta 1/60 y últimamente a 1/90”[6]. Estas cifras son mucho más escandalosas si, en lugar de expresarlas en términos medios, lo hacemos a nivel individualizado. Entre el sueldo anual del Consejero Delegado del Banco Santander (unos 2000 millones de pesetas anuales) y el salario mínimo en España la diferencia es de 1 a 16.000 y, si añadimos otros ingresos adicionales que siempre acompañan a los hacendados, estas diferencias anuales subirían a 1/20.000 o más[7]. Hay países en los que las diferencias medias entre los ingresos más altos y más bajos superan las doscientas veces, lo que es una confirmación palmaria pero sangrante de que el mercado no intervenido no reparte bien. “Sumemos a esta realidad los datos ofrecidos por Eurostat y otras agencias, según los cuales, España ha alcanzado índices de disparidad en el nivel de renta similares a los de los países más desiguales, y nos encontraremos ante un escenario del todo insostenible.
Si en otros tiempos los servicios públicos garantizaban un cierto nivel de cohesión social, los últimos recortes, que seguramente se incrementarán en 2012, no hacen más que agudizar el drama social -y la desvergüenza- ya existente(s). El último informe de la OCDE advertía de la posibilidad de que el ‘contrato social se esté empezando a deshacer’ en países como España”[8]. Y la insistencia machacona de la derecha europea (y últimamente hasta la izquierda, cuando ha estado en el poder), capitaneada por el tándem Markozy –y ahora, también por Rajoy- en medidas de austeridad, eufemísticamente denominada consolidación fiscal, no hacen sino presagiar un empeoramiento de la situación. “Según Eurostat, España es el país de la UE donde más aumentó el riesgo de pobreza entre 2009 y 2010 debido a la crisis económica, hasta llegar a afectar al 20,7% de la población”[9].
No digo que no fuera posible perseguir estas ambiciones crematísticas y proponer ‘a los otros’ estas medidas de castigo, so viso de austeridad, hace 30 años, pero no con la desvergüenza y el beneplácito actual[10]. Solo en una sociedad empapada de forma creciente por estos valores: ganar más, mucho más, rompiendo año tras años los límites, a cualquier precio, incluso infringiendo la ley y/o contra los intereses de la turba de ignorantes ahorradores, es posible una crisis económica de la magnitud actual. Esta es, en parte, al menos, la raíz ética de la crisis criticada con razón por la Iglesia Católica en numerosas ocasiones[11]. Conviene tenerlo en cuenta a la hora de elaborar mensajes urgentes de regeneración social.
[1] Consecuencia, en parte al menos, de la caída del muro de Berlín 9-10 de noviembre de 1989.
[2] JUDT, T., Algo va mal, Taurus, Madrid, 2010, p. 17: “Ya no nos preguntamos sobre un acto legislativo o pronunciamiento judicial: ¿es legítimo? ¿es ecuánime?... Estos solían a ser los interrogantes políticos, incluso si sus respuestas no eran fáciles. Tenemos que volver a aprender a plantearlos”; p. 49: “La naturaleza de la competencia económica implica que el participante que rompe las leyes triunfa –al menos a corto plazo- sobre sus competidores con mayor sensibilidad ética”.
[3] Si en realidad somos más materialistas que los modernos, es otra cuestión, que no abordo en estos momentos.
[4] Otro modo de ver la misma realidad: “Mientras la Modernidad (SG, tardía) nos trajo el desengaño, la posmodernidad nos está trayendo el ridículo, tan cercano siempre a lo sublime” en GONZÁLEZ FAUS, J.I., El naufragio de la izquierda, CyJ 177, p. 6. Adam Smith, padre del capitalismo: “Esta disposición a admirar o, como mínimo, ignorar a las personas pobres y de condición humilde... [es] la principal y más extendida causa de la corrupción de nuestros sentimientos morales”. El País, 05.03.12 insiste en los mismo: “La codicia era buena”: “Ganar la mayor cantidad de pasta posible y hacerlo cuanto antes, sin reparar en medios, ni atender al más mínimo escrúpulo moral: esa era la fórmula de aquellos vertiginosos años donde los tiburones financieros se convirtieron en emblemas de una época que consagró el lujo y los excesos del poder y del dinero como sus valores de referencia. Vestían con trajes de marca, se perfumaban con las fragancias más caras y no se les movía un solo cabello cuando ordenaban alguna operación millonaria tras haber pisoteado hasta la más minúscula regla de decencia. Gordon Gekko lo tenía claro: "La codicia, a falta de una palabra mejor, es buena. La codicia está bien, funciona", decía. Con ese mensaje, Wall Street se convirtió en los ochenta en un nido de buitres”.
[5] Le Monde Diplomatique
[7] JUDT, T, o. c., p. 26: “En 1968, el director ejecutivo de General Motors se llevaba a casa, en sueldo y beneficios, unas sesenta y seis veces más que la cantidad pagada a un trabajador típico de GM. Hoy, el director ejecutivo de Wal-Mart gana un sueldo novecientas vece superior al de su empleado medio”. Curiosamente donde más marcadas suelen ser las diferencias crecientes entre ricos y pobres es en EEUU y en Reino Unido, los países más paradigmáticos del capitalismo liberal.
[8] OCDE, 2011, Divided We Stand: Why Inequality Keeps Rising. http://www.oecd.org
[9] Publico, 09.02.12. Deia, 08.02.12: “Kutxabank advierte que habrá una recesión de caballo, si se sigue exclusivamente con recortes bárbaros”. JUDT, T., o. c., p..47. “Cuando imponen recortes en las prestaciones sociales, por ejemplo, los legisladores estadounidenses y británicos se enorgullecen de haber sido capaces de tomar ‘decisiones difíciles’”. Público, 23.01.12: “El FMI advierte a Europa que los recortes agravarán la recesión”.
[10] Don ejemplos de ‘desvergüenza”. Mario Monti: “Digamos la verdad, qué monotonía tener un puesto fijo para toda la vida” (2.02.12). Patricia Flores, Viceconsejera de Asistencia Sanitaria de la Comunidad de Madrid: "¿Tiene sentido que un enfermo crónico viva gratis del sistema?".
[11] Austeridad y solidaridad desde la justicia y la caridad. Mensaje de los Obispos de Bilbao en la Navidad de 2008: Si bien no todos somos responsables en igual medida, el alcance de la actual crisis no sería tal si no estuviéramos, de alguna manera, implicados consciente o inconscientemente en la misma. Un desarreglo tan profundo sólo ha sido posible en virtud de una cultura generalizada de búsqueda imparable del bienestar por medio del mayor beneficio en el menor plazo posible. Una cultura así se ve necesitada de profundas reformas, para evitar su deriva hacia una situación social y moralmente insostenible y grave”.
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