miércoles, 8 de junio de 2022

El primer informe alemán sobre la pederastia eclesial hasta pide un día de conmemoración de las víctimas

El primer informe alemán sobre la pederastia eclesial hasta pide un día de conmemoración de las víctimas

Fuente: Religión Digital

Por: Jesús Martínez Gordo teólogo

08/06/2022


Informe de abusos en Alemania

Todo comenzó cuando, el año 2010, se conocieron los primeros casos de abuso sexual en el jesuita Canisius-Kolleg de Berlín. Y, a partir de entonces, en otras diócesis e instituciones religiosas. 

En la Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Alemana de primavera de aquel mismo año, celebrada en Friburgo, los obispos -conscientes de la gravedad de los hechos- acordaron nombrar una comisión de seguimiento para tener una precisa información de esta lacra; crear una línea directa de asesoramiento para los afectados y de reconocimiento del sufrimiento causado; redactar las oportunas directrices que permitieran prevenir la pederastia y aprobar los fondos oportunos para estudiarla y prevenirla.

 

1.-- El encargo de una investigación independiente: fuentes y datos

Pasado un tiempo y vista la gravedad y extensión del problema, la Conferencia Episcopal Alemana retomó el asunto y encargó, el año 2014, a las universidades de Mannheim, Heidelberg y Giessen una investigación sobre la implicación de sacerdotes, diáconos y religiosos varones. Con ella, se buscaba obtener una información, lo más veraz posible, sobre este lado oscuro de la Iglesia, tanto por el bien de los afectados como para tomar -una vez detectados los errores cometidos- las decisiones que fueran necesarias y evitar que se repitieran tales comportamientos.

Esta investigación fue dirigida por Harald Dressing, un psiquiatra forense, contando con diferentes equipos de trabajo, integrados por expertos en psiquiatría forense, criminología, sociología y psicología de las tres universidades citadas. Duró desde el 1 de julio de 2014 hasta el 24 de septiembre de 2018. 

El objetivo asignado fue “determinar” -como se puede leer en el Informe final- “la frecuencia con que tuvo lugar el abuso sexual de menores (…) , describir sus formas (...) e identificar estructuras y dinámicas al interior de la Iglesia que pudieran facilitar el abuso”. Contaron, para ello, con los datos recogidos en entrevistas con víctimas y clérigos -acusados y no acusados-, así como con una encuesta anónima por internet. También tuvieron acceso a 38.156 expedientes personales que, proporcionados por las diócesis alemanas, fueron revisados por el personal de las respectivas iglesias locales o por equipos de abogados designados por ellas. Una vez identificados los casos, dichos equipos los registraron anónimamente en los formularios correspondientes, enviados al equipo de investigación para su análisis. 

Es cierto que faltó, se indica en otro momento, “información sobre numerosos detalles”, referidos “a temas, situaciones y puntos de vista de las víctimas de abuso sexual” o sobre sus “consecuencias físicas o psíquicas”. Pero eso, como es obvio, no significa que tales consecuencias no hubiesen tenido lugar, sino que, simplemente, no fueron documentadas en las fuentes de datos disponibles. Como también es cierto que la amplitud del período analizado (de 1946 a 2014) imposibilitó determinar el número de casos sobre los cuales ya no existen antecedentes o datos. 

Sin embargo, se apunta a continuación, el reconocimiento de estas limitaciones no ha impedido recopilar una amplia y significativa información sobre muchos aspectos y temas asociados a esta problemática; algo que se ha realizado cuidando, con algunas excepciones, el anonimato de todos los casos y personas involucradas (tanto de los acusados como de las víctimas).

El resultado de este estudio fue un texto de 350 páginas, conocido como el Informe MHG, por las iniciales de las universidades implicadas en el estudio, que, publicado por la Conferencia Episcopal Alemana, y traducido a diferentes idiomas (entre ellos, el español), fue presentado en septiembre de 2018 con el título de “Abuso sexual de menores por sacerdotes católicos, diáconos y religiosos varones en el área de la Conferencia Episcopal Alemana”.

En dicha investigación se identificaron a 1.670 clérigos abusadores sexuales de menores (el 4,4 % de todos los de ese período de tiempo) y a 3.677 víctimas. Los clérigos, se advierte en otro momento, estuvieron arropados por una estructura eclesial que, a la vez que los encubría, desatendía a las víctimas: solo un tercio de ellos habían sido juzgados de acuerdo con el derecho canónico y, en los casos en los que fueron declarados culpables, se les imponían sanciones menores. Lo habitual era que fueran trasladados de diócesis sin alertar a la parroquia de destino de los motivos del cambio. 


2.- El diagnóstico de los abusos sexuales a menores

Los autores del Informe indican, seguidamente, que el clericalismo; la moral sexual; la disciplina del celibato y una deficiente formación habrían sido las causas de tales abusos de menores.


2.1.- El clericalismo 

Cuando, como es el caso, se sanciona a los individuos culpables, se lamentan públicamente sus acciones, se pagan compensaciones financieras a las víctimas y se establecen protocolos de intervención, se está procediendo de manera necesaria, pero no adecuada y suficiente ya que éstas u otras decisiones del estilo atacan los síntomas de un desarrollo anormal, pero consolidan las estructuras del poder clerical, es decir, del clericalismo.

En efecto, el clericalismo, activado y facilitado por un “sistema jerárquico-autoritario”, lleva al dominio de los consagrados sobre los no consagrados ya que su función y la ordenación sacramental los sitúan en una posición de superioridad, siendo el abuso sexual una consecuencia extrema de esta actitud de dominio. 

Por tanto, no solo estamos hablando de una causa importante de tales abusos sexuales a menores, sino, sobre todo, de una característica estructural específica que ha llevado a que la autoridad clerical preste más atención a la amenaza que supone la denuncia para el sistema que a las víctimas. 

Una Iglesia con este perfil, traslada o sanciona a los identificados, encubre u oculta los hechos, bloquea su divulgación y no tiene en cuenta a los menores abusados. Procediendo de esta manera, no solo estamos delante de comportamientos equivocados de individuos aislados, sino ante un problema estructural y sistémico que urge cambiar. No queda más remedio que responsabilizar a la institución eclesial por las desgracias que está provocando y ocultando.


2.2.- La moral sexual de la Iglesia católica

La moral sexual, en lo referente a la homosexualidad y a la disciplina del celibato, es otra de las causas.

En el Informe se analiza, dentro de este apartado, la homosexualidad como un posible factor de riesgo en el abuso sexual de menores. En las investigaciones realizadas, se apunta, se han encontrado indicadores de una orientación homosexual entre el 14,0 % y el 19,1 % de los clérigos acusados, un porcentaje “significativamente superior” en comparación a los que se detectan en otros contextos institucionales, como, por ejemplo, en las escuelas (6,4 %).

Es posible -se indica seguidamente- que a “los aspirantes al sacerdocio con una inclinación homosexual no admitida e inmadura”, el compromiso con una vida de celibato pueda parecerles una solución a sus problemas psíquicos, que, además, les ofrece la perspectiva de una estrecha convivencia exclusivamente con varones, al menos durante la formación en el seminario; una posibilidad que puede presentar “un alto potencial de atracción para personas inmaduras con una inclinación homosexual”. 

Pero, como es sabido, la Iglesia rechaza las relaciones o prácticas homosexuales. Y también, que niega el acceso al ministerio ordenado a los gays. Si bien es cierto, indicaban seguidamente, que una existencia célibe puede parecer para algunos de los candidatos al sacerdocio con “una inclinación homosexual inmadura y rechazada”, una solución a un problema psíquico personal, no lo es menos que “la compleja interacción” entre inmadurez sexual, homosexualidad rechazada y negada en un entorno homofóbico puede ser otra causa para que, en su mayoría, las víctimas de los abusos sexuales perpetrados por clérigos católicos sean varones, a pesar de que ni la homosexualidad ni el celibato sean “en sí mismos causas del abuso sexual infantil”.

A esta aproximación a la homosexualidad, sucede una incursión sobre el desarrollo emocional de la personalidad, el erotismo y la sexualidad: se consideran insuficientes los requisitos que ofrecen los seminarios para el desarrollo de una personalidad emocional y sexualmente madura de los aspirantes al sacerdocio. En particular, en lo referente al acompañamiento que reciben los seminaristas frente a los desafíos que plantea una vida célibe que no ha sido necesariamente elegida de manera voluntaria, sino que ha sido impuesta como condición previa para la ordenación sacerdotal. 

Es cierto que es posible llevar una existencia célibe de manera madura y voluntaria. Sin embargo, las condiciones básicas, es decir, la elección voluntaria y el desarrollo de una personalidad madura, no están necesariamente presentes en todos los seminaristas. Los hallazgos alcanzados en la investigación permiten suponer que una labor de formación centrada en la persona sobre temas relacionados con la sexualidad y el desarrollo de la identidad sexual es extremadamente limitada en cuanto a su duración y su contenido. 

Hace ya tiempo que no es suficiente un enfoque únicamente pastoral y espiritual del celibato. 

 

3.- Las recomendaciones

El Informe se adentra en un tercer apartado en el que, convencido de que no se puede dar por concluido el riesgo de que niños y niñas sigan siendo víctimas de abuso sexual en la Iglesia Católica, urge a que se adopten medidas concretas que lo eviten o que, al menos, reduzcan, en la mayor medida posible, las situaciones de riesgo. Y no se puede dar por concluido porque, como ya se ha adelantado, no se trata solo de actos indebidos perpetrados por ciertos individuos, sino de un problema estructural que acaba facilitando dicho abuso o bien dificultando su prevención. 

En coherencia con esta conclusión, se formulan algunas recomendaciones referidas a diferentes temáticas.


3.1.- La heterogeneidad de las diócesis

Dada la importancia y gravedad del problema, es preciso que las diócesis alemanas adopten una estrategia unificada, coordinada y proactiva, al igual que un conjunto de medidas acordes e idóneas y con un efecto a largo plazo para abordar, esclarecer y afrontar el escándalo del abuso. Solo procediendo de esta manera, es posible superar la recepción negativa que están teniendo en sectores de la opinión pública y, especialmente, entre las víctimas, los esfuerzos realizados hasta el presente por la Iglesia Católica. Y solo así tales esfuerzos pueden llegar a buen término.


3.2.- La gestión de los expedientes personales

Se recomienda que, en el futuro, todas las diócesis documenten de manera obligatoria, uniforme, transparente y estandarizada las denuncias de abuso. Se deberá indicar claramente qué acusaciones han sido formuladas, cómo se han tramitado, por qué razones se iniciaron los procesos y cuál fue el resultado de los mismos. Así será posible evitar la desaparición o destrucción de evidencias claras o pruebas relacionadas.

En el caso de que un clérigo acusado sea transferido a otra diócesis, ha de abrirse allí un nuevo expediente personal, con los antecedentes con que se cuenten.

 

3.3.- Las posibilidades de contacto para las víctimas

Habida cuenta de que los encargados de asuntos relacionados con el abuso sexual se encuentran estrechamente vinculados con los responsables diocesanos u otros órganos de la Iglesia Católica, las diócesis alemanas han de crear y financiar una instancia de contacto, interdisciplinar e independiente de la Iglesia, que permita una consulta de fácil acceso para las víctimas y que, además, garantice la confidencialidad respecto de la Iglesia y que, previa solicitud, mantenga el anonimato. Solo así, será posible que las víctimas presenten una denuncia sin que se ponga en duda la confidencialidad de las conversaciones de asesoramiento que se puedan mantener.


3.4.- Establecer investigaciones ulteriores

Es digno de elogio, se reconoce, que la Conferencia Episcopal Alemana haya encomendado este proyecto de investigación. Sin embargo, el estudio no debe concluir con la presentación de este Informe. 

Los resultados alcanzados aconsejan continuarlo con el fin de investigar numerosos aspectos que requieren ser analizados con mayor detención y someter a una evaluación más rigurosa las estrategias preventivas y las decisiones tomadas por las diócesis. En concreto, no se pueden ignorar las limitaciones que ha tenido el presente estudio ya que todos los archivos -como se ha indicado- fueron revisados por el personal diocesano o por abogados designados por ellos, siendo imposible que los investigadores tuvieran acceso independiente a tales archivos.

La asunción y puesta en práctica de esta recomendación podría servir de modelo para el urgentemente necesario, y hasta ahora desatendido, estudio sobre el abuso sexual en otros contextos institucionales y tendría la virtud de emitir a la opinión pública una señal clara de que la Iglesia Católica está abordando este drama humano de manera auténtica y continua, y no solo adoptando una actitud reactiva. 


3.5.- Los procedimientos y sanciones de carácter eclesiástico y penal

El protocolo puesto en funcionamiento en algunas diócesis -ocupado en denunciar inmediatamente ante los tribunales al acusado- es insuficiente; sobre todo, si se acaba delegando todo el problema en las autoridades estatales. 

Ha de quedar claro que los procedimientos y las sanciones penales no eximen a la Iglesia Católica de la responsabilidad de resguardar los intereses de las víctimas y de adoptar oportunamente sus propias medidas. Ni tampoco que tiene un deber de asistencia respecto de los clérigos acusados. También la Iglesia Católica debe implementar protocolos de reinserción, similares a los que contempla el derecho penal.


3.6.- La formación y educación sacerdotal

El actual sistema de formación sacerdotal -en gran medida cerrado- necesita la presencia de especialistas externos que contribuyan a su apertura y que lo inmunicen contra los riesgos estructurales que propician el abuso. Igualmente, se han de estandarizar los criterios y procedimientos para la selección de los candidatos al sacerdocio a través de la implementación de métodos psicológicos establecidos.

En síntesis, es preciso ir más allá de un enfoque netamente pastoral-espiritual y tener en cuenta los conocimientos psicológicos y sexológicos modernos. 


3.7.- La moral sexual católica

Urge revisar la moral sexual católica con respecto a la homosexualidad en el contexto del abuso sexual de menores, así como la disciplina del celibato. 

La homosexualidad no es -a la luz de la investigación realizada- un factor de riesgo de abuso sexual. Sin embargo, urge reconsiderar la postura, fundamentalmente adversa, de la Iglesia Católica con respecto a la ordenación de hombres homosexuales y propiciar la creación de un ambiente abierto y tolerante. 

Tampoco la disciplina del celibato es, en sí misma, un factor de riesgo para el abuso sexual, por más que, en la bibliografía disponible, siga siendo objeto de controversias. Las posturas van desde la recomendación de eliminar su obligatoriedad -por considerarlo un factor de riesgo-,hasta la afirmación de que dicha vinculación carece de fundamento científico.

Más allá de este debate, los redactores del Informe entienden que el compromiso con una existencia de celibato requiere una intensiva confrontación con la emocionalidad, la sexualidad y el erotismo propios con una orientación y un apoyo profesional adecuados y de por vida. Esta es una necesidad que, en la actualidad, no es abordada de manera debida en los seminarios, aunque se implementen módulos de formación temporales. Un enfoque eminentemente teológico y pastoral resulta insuficiente. 


3.8.- La relación con el poder clerical

El abuso sexual supone siempre un abuso de poder, que puede verse favorecido por las estructuras clericales autoritarias de la Iglesia Católica. Siguen siendo necesarias, como ya se ha indicado, medidas tales como las sanciones a los victimarios; el arrepentimiento público; las compensaciones económicas; la implementación de mecanismos de prevención y de alerta, pero, en ningún caso, son suficientes. Y no lo son, si no se propicia el desmantelamiento de unas estructuras de poder clericales.

Por eso, es preciso debatir a fondo el tema del ministerio ordenado y la comprensión del papel del sacerdote en relación con las personas no consagradas. 


3.9.- Sugerencias de las víctimas

Finalmente, se recoge en el Informe, numerosas víctimas han manifestado -sobre todo, en las entrevistas anónimas, realizadas online- que, si bien la Iglesia Católica había expresado su pesar frente al abuso sexual perpetrado por clérigos, aún faltaba una señal de verdadero arrepentimiento y una sincera admisión de culpabilidad. Por ello, en orden a subsanar estas deficiencias, formulan las siguiente sugerencias.

1.- Algunos de ellos han expresado el deseo de que la Iglesia instituya un día de conmemoración de las víctimas sexuales. Sería una fecha en la que reconocer públicamente los agravios cometidos y, si los abusados lo desearan, recordar el sufrimiento padecido.

2.- Si bien es cierto que una indemnización en dinero nunca podrá compensar el sufrimiento causado y, en consecuencia, ninguna cantidad sería adecuada, también lo es que la práctica seguida hasta ahora por la Iglesia Católica debería ser reconsiderada, atendiendo a las cantidades que viene abonando: las 27 diócesis deben acordar el pago de compensaciones económicas obligatorias por montos similares. Las razones de las diferencias -a veces considerables- entre las cantidades que se abonan son poco transparentes y las víctimas las perciben como algo ofensivo. 

3.- Las consecuencias personales y las sanciones contra los culpables y los responsables de haberlos encubierto deben comunicarse a las víctimas de una manera comprensible.

4.- Los esfuerzos al interior de la Iglesia por lograr articular una postura coherente y creíble son un requisito previo para que la opinión pública y las víctimas sientan que la actitud general de la Iglesia Católica y las declaraciones de las autoridades eclesiásticas respecto del tema del abuso sexual son auténticas. Esto pasa por unificar el alcance y la intensidad de la cooperación con los investigadores, así como las posturas frente al problema.

5.- Si así lo desean, las víctimas deberían participar más activamente en la labor de prevención de la Iglesia Católica, una participación que podría mejorar el contenido y aumentar la eficacia de la labor preventiva, siendo, a la vez, una señal de que se toma realmente en serio a las víctimas y sus puntos de vista.

 

 

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