Bernardo
Barranco V[1].
El arzobispo de San
Pablo, Odilio Sherer, era el candidato papal de la vieja guardia. Sodano y sus
llamados cuervos habían querido colocarlo como un delfín camuflado del tercer
mundo frente a la candidatura de la continuidad ratzingeriana, encarnada en el
cardenal Angelo Scola, arzobispo de Milán. Ninguna de estas dos apuestas
prosperó debido al profundo nivel de descomposición de la curia. La Iglesia
requería una nueva recomposición que hiciera frente a su aguda crisis, así lo
percibió el colegio elector. Por ello, la Capilla Sixtina atestigua la manera
súbita en que Mario Bergoglio se posiciona en aquel marzo turbulento que la
Iglesia católica vivió luego de la inesperada e inédita renuncia de Benedicto
XVI.
Para muchos europeos
el problema no es sólo conocer a Mario Bergoglio, sino entender Argentina. Por
ello la exhortación apostólica Evangelii gaudium, la alegría del
evangelio, es un manifiesto y un programa de reformas para la Iglesia católica
bajo la conducción del papa Francisco, que lleva prisa por reformar la Iglesia.
En realidad, el Papa ha sintetizado lo que ha venido diciendo en sus homilías,
discursos y entrevistas en estos ocho meses de pontificado.
Las primeras reacciones
a la exhortación se han concentrado en las duras críticas al capitalismo
contemporáneo. Hay críticas conservadoras, pero Francisco es congruente con la
enseñanza de la Iglesia y con papas anteriores. Cambia la manera de cuestionar;
Francisco es más contundente y enérgico, su estilo recuerda a León XIII
(1810-1903) y desde luego se queda muy corto del modo punzante de Pío IX
(1792-1878) en su Syllabus.
La Evangelii
gaudium debe ser leída bajo la primacía de la cultura pastoral de la
colegialidad y la descentralización frente al fracaso y excesiva acumulación de
poder de la curia romana. Francisco es voluntarista en el optimismo de la fe
sobre el pesimismo del actual catolicismo. En todo caso la exhortación de
Francisco manifiesta una clara tensión entre la misión y la institución.
El razonamiento del
Papa es directo, sincero y de lenguaje moderno. El título de la exhortación es
igualmente importante de percibir. Hace referencia a la exhortación apostólica
de Pablo VI Evangelii nuntiandi (1975) y a la constitución pastoral del
Concilio Vaticano II: Gaudium et spes (1965). Ambos, textos de avanzada.
También hay que reconocer la importante influencia a lo largo de todo la
exhortación de Aparecida 2005, la última reunión de los obispos
latinoamericanos realizada en Brasil. Igualmente, el papa Bergoglio retoma las
críticas de Carlo María Martini, lúcido cardenal jesuita de Milán, fallecido en
2012, quien cuestionaba con sólidos fundamentos el daño excesivo de la
burocratización clerical y la necesidad de una reforma para alcanzar
estructuras más colegiadas. Francisco cuestiona una Iglesia acomodada,
instalada y autorreferencial. Una Iglesia gris: gris de pragmatismo en el que
todo aparentemente va a la normalidad. Bergoglio refuta una Iglesia salpicada
de envidias, celos y guerras, preocupada excesivamente por sí misma, y un mundo
donde triunfa una economía que mata a través de la exclusión y la inequidad.
Una Iglesia prisionera del clericalismo, machismo y senilismo, que han cerrado
los espacios a los laicos, las mujeres y a los jóvenes.
La exhortación de
Francisco tiene como eje central de su argumentación la necesidad de la
Iglesia, en todos sus niveles, de recuperar la actitud misionera y
evangelizadora. El título del primer capítulo no puede ser más elocuente: La
transformación misionera de la Iglesia. Francisco pretende evangelizar la
Iglesia reprochando el abuso de la constatinización, es decir, la
evangelización por encima de todo poder político y simbólico de la Iglesia.
Para lograr esto, requiere una estructura volcada hacia su misión. Para ello,
es necesaria la descentralización de la Iglesia e incluso del poder del papado.
Otorgar mayor peso y capacidad de decisión a los episcopados locales, una
especie de federalización en favor de las conferencias episcopales. Repensar el
papel de los nuncios también. Francisco retoma las tesis del Concilio,
adormecidas sobre la colegialidad y la policentralidad de la Iglesia. Su
programa es ambicioso: la conversión del papado y el fortalecimiento de
conferencias episcopales locales.
El Papa expresa su
sueño de una Iglesia con las puertas abiertas y de manera contundente reafirma
con vigor la opción preferencial por los pobres, al expresar: Si la Iglesia
entera asume este dinamismo misionero, debe llegar a todos, sin excepciones.
Pero, ¿a quiénes debería privilegiar?... Los pobres son los destinatarios
privilegiados del Evangelio.
Francisco no se
atreve ir más allá, ante los temas candentes contemporáneos: la mujer, los
homosexuales y el celibato. Frente al aborto, reitera la posición habitual de
la Iglesia, pero se reprocha: Pero hemos hecho muy poco para acompañar a las
mujeres que están en situaciones muy difíciles, donde el aborto se presenta
como una solución rápida de la profunda angustia. Probablemente no quiso abrir
más frentes o su pensamiento no alcanza a rebasar las fronteras de las posturas
tradicionales de la Iglesia en materia de la moral sexual.
La reforma del
papado no es una fractura. La Iglesia siempre se ha movido a través de la
historia con adaptaciones a las diversas circunstancias civilizatorias por las
que ha transitado. La diferencia ahora son los tiempos, Francisco quiere ir
rápido; probablemente sabe que si tarda, la edad y la maliciosa curia
debilitarán su proyecto.
La derecha conservadora respiró con alivio ante la
reiteración institucional de Francisco sobre el aborto. Pero no le perdona el
reproche sobre la obsesión en el tema, cuando declaró en entrevista que no es
necesario estar hablando de estas cosas sin cesar. No debe extrañar que las
tesis de la exhortación enfaden al grupo de cardenales renacentistas, más cerca
de los Medici que de San Pedro. El conservadurismo católico se siente incómodo
con la Evangelii gaudium, en la forma en que el Papa condena los vicios
inmorales del mercado económico mundial y su propuesta de revolución pastoral
que lleva a modificar estructuras y estatus. Los privilegios de altos
purpurados y actores encumbrados serán amenazados y seguro se espera una
reacción. Es momento de que aparezca el progresismo católico.
[1] Sucesor de F. Mallimaci en el Secretariado Latinoamericano
de la JEC y el MIEC (Movimiento Internacional de Estudiantes Católicos - Pax
Romana)
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