Los
riesgos de una remodelación pastoral “clericalista”
Ludovica Eugenio
Adista
“La fe, la cultura, el patrimonio y la
herencia católica corren un grave riesgo de perderse para siempre”, la Iglesia del
País está “a la deriva”. Este es el contenido de una carta pública firmada por
millares de católicos holandeses y dirigida al papa con ocasión de la visita “ad
limina” de los obispos de los Países Bajos, programada para el 5 de diciembre
pero anticipada al día 2 del mismo mes.
La carta pública, fechada el 28 de noviembre
y titulada “Ad limina”, ha sido promovida por el Bezield Verband Utrecht (Bvu),
una asociación que cuenta con más de cuatro mil miembros, junto con la
plataforma de sesenta docentes universitarios de toda Holanda,
Professorsmanifest (Pm). Sale a la luz porque quiere que se escuche la voz de
la base católica,
particularmente la que prima —como propone Francisco en la exhortación apostólica “Evangelii Gaudium”— el “discernimiento, la purificación y la reforma”.
particularmente la que prima —como propone Francisco en la exhortación apostólica “Evangelii Gaudium”— el “discernimiento, la purificación y la reforma”.
Es duro el escrito de denuncia de los laicos
católicos holandeses contra los obispos de su País: les acusan de “haber anulado
los compromisos y responsabilidades que les vinculan con sus respectivos rebaños
escudándose para ello en una serie de obstáculos sociales que no saben o no
quieren afrontar”.
Entre las medidas adoptadas por los obispos,
y rechazadas por la base eclesial, se encuentra la decisión de suprimir 1.300
parroquias (el año 2003 había 1.500 que serán 200 en 2017) y demoler un millar
de edificios para crear macro-parroquias que presentan con el nombre de
“Centros eucarísticos”, “gobernados” o “regidos” por administradores nombrados
por ellos mismos. Ésta es una decisión que comportará, según los firmantes de la
carta pública, el derrumbe del número de los católicos practicantes, que pasarán
de ser 300.000 a 150.000
Según el punto de vista “radicalmente
centralista” de los obispos, esta política es la única que puede ofrecer
soluciones viables a problemas tales como la falta de curas, los gastos provocados
por el mantenimiento y reestructuración de las iglesias y los diferentes
déficits financieros de la Iglesia. “Lo que colectivamente no logran entender los
obispos es que esta política no hará más que agravar los problemas”, se dice en
la carta pública.
Los obispos parecen vivir “en un mundo
aislado pre-Vaticano II, negándose tercamente a mantener una comunicación
bilateral significativa o a moverse fuera de sus consolidadas esferas de
influencia para así propiciar una relación que sea relevante para los católicos,
las comunidades y el mundo”. De unos obispos tan enrocados, es irreal esperar
que, en la visita “ad limina”, puedan presentar “un informe en el que se recoja
objetivamente la realidad de las comunidades locales o en el que se refleje la
percepción que los creyentes tienen de la situación actual de la Iglesia y del
modo como está siendo administrada estos últimos años”.
“La percepción común (se lee en la carta
pública) es que las medidas adoptadas se han tomado sin respetar los
procedimientos relativos a la enajenación de los bienes temporales previstos
por la legislación canónica de la Iglesia”. Los fieles se sienten marginados y privados
de sus derechos y niegan (como afirman, justificándose, los obispos) que exista
una “secularización agresiva”.
Toda esta situación estaría siendo el
resultado previsible, según se dice en la carta pública, de la “cultura” del
miedo impulsada estos últimos decenios: de ahí la urgencia de “parar la
tendencia a acallar la fe” y la necesidad de establecer un diálogo con
“apertura, objetividad, honestidad y verdad”.
El cardenal Willem Jacobus Eijk, presidente
de la Conferencia episcopal y arzobispo de Utrecht, ha hablado del proyecto de
“reconstrucción” o “remodelación”, objeto de crítica por estos católicos, en
una entrevista concedida a Radio Vaticana el pasado 2 de diciembre.
“Tenemos que dedicar mucho tiempo y mucha atención
a la reestructuración y a la reorganización de la Iglesia”, ha explicado,
ilustrando la situación de su diócesis: las parroquias han pasado de ser 326 a
49. “No hay curas, ha añadido, para celebrar la misa en cada iglesia. Por eso, hemos
tenido que centralizar la celebración de la eucaristía en una sola. Además, y desgraciadamente,
también hemos tenido que cerrar muchas iglesias. Prevemos que antes del año 2020
se tendrán que cerrar una tercera parte de las actuales. Faltan los católicos practicantes
y faltan los medios financieros”.
La Iglesia en Holanda, ha dicho Eijk,
depende de las contribuciones voluntarias de los fieles cuyo número es cada vez
más reducido. Sin embargo, “si la cantidad de los fieles disminuye, la calidad
está mejorando: los que permanecen tienen una relación personal con Cristo, rezan,
se interesan por la fe, se la toman en serio y esto es para nosotros una señal
de esperanza”.
Los católicos en Holanda (País prototípico
del proceso de secularización en el siglo XX, pero históricamente con una
Iglesia fuerte y muy avanzada) son una pequeña minoría: si el Instituto Estadístico
de la Iglesia habla de un 24-25% de la población, el Servicio Nacional de
Estadística estima que los católicos son un 16% con tendencia a ser, hacia el
año 2020, el 10%. En este año el islam se convertirá, previsiblemente, en la
segunda religión, mientras que los miembros de las Iglesias protestantes rondarán
el 4-5%.
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