jueves, 14 de febrero de 2013

Quo vadis? ¿a donde vas?

Paul Buchet
Consejo Editorial de Reflexión y Liberación
Más de un conservador recordará el titulo de una  película de 1951 que
utiliza una novela polaca para describir un San Pedro que huye de Roma
a la época de las persecuciones del emperador Nerón y que se encuentra
con Jesucristo a quien le pregunta “A donde vas” y Éste le contesta
“Voy a Roma a hacerme crucificar de nuevo”. Muchos integristas serán tentados de interpretar la renuncia anunciada del Papa Benedicto XVI al trono de San Pedro como una huida pero se equivocan mucho.

            En la postguerra, la cristiandad buscaba resaltar el rol del Sumo
Pontífice frente a las amenazas a su autoridad por la reducción
drástica de los Estados pontificales y las críticas del rol de Pío XII
en la guerra. La película que  describe esta huida de San Pedro, su
encuentro con Jesucristo y su decisión de volver a Roma tuvo mucho
éxito.
            Sin duda este anuncio esta provocando un cuestionamiento
entre muchos cristianos. Tanto tiempo hemos vivido con la exaltación
del rol del Papa que hemos perdido el realismo del rol del Pontífice
en la Iglesia. Muchos cristianos han visto en la persona del Papa una
encarnación vicaria del mismo Jesucristo, lo que sin duda es una
exageración. La magnificencia de la personalidad del Papa esta
utilizada por grupos integristas para seguir ejerciendo un poder
piramidal en el Pueblo de Dios.

            El anuncio del Papa Benedicto XVI es sorpresivo pero muy
significativo.  A penas se recuerda que algún Papa, en la historia
haya renunciado. Un predecesor suyo al final del siglo XIV, Benedicto
XIII, había prometido demitir para solucionar el cisma existente en la
Iglesia a la época  pero no lo cumplió y se llegó a tener hasta tres
Papas entonces. Quizás había renunciado alguno otro anteriormente pero
las renuncias papales han sido muy excepcionales. A pesar de todo, la
demisión de un Papa ha sido siempre considerada como plausible
legalmente y nuestro mismo Papa actual lo dio a entender hace dos años
en una entrevista.

            La sorpresa del caso es, en primer lugar, la iniciativa
muy personal del Papa. Es una decisión que no tiene las
características de muchas decisiones vaticanas que parecen largamente
preparadas. En este caso, la lucidez personal del Papa tiene la misma
altura que su inteligencia: esta tomando una decisión inteligente y
nadie, si conoce sus talentos teológicos, puede dudarlo.

           Por esto, podemos atrevernos a plantear algunas las razones de fondo que pueden guiar y justificar su renuncia personal.

            Las razones de su estado físico pueden tener su
importancia pero la disminución de las posibilidades mentales deben
haber primado en su decisión porque nos dio a entender a todos que su
cargo era de abarcar y entender las problemáticas del mundo entero
para jugar un rol orientador de la Iglesia. Este servicio de autoridad
debe ser para él importante y considerando sus limitaciones
intelectuales nos deja entender que es anormal que la Iglesia pueda
funcionar como una administración en que la cabeza pasa a ser mas
honorífica que efectiva.

            Su decisión aporta un correctivo a las exageraciones de la
devoción papal existente. En pocas semanas, Joseph Ratzinger, ex Papa
se retirará para dejar a otro de figurar como cabeza de la Iglesia.
Estamos aquí en una postura que contradice la de los que han
beatificado el Papa anterior y quieren canonizarlo. La persona misma
se esfuma para que se vea mejor que aquí se trata de la obra de Dios y
no de una persona.
Es el realismo que creemos reconocer en la personalidad del Papa
Benedicto XVI un realismo que lo engrandece y que esperamos marque la
historia del papado.

            En esta renuncia anunciada vemos perfilarse también una
percepción muy particular del Papa Benedicto XVI; los cambios
necesarios de la Iglesia y su urgencia. Su decisión da a entender a
todos que frente a un mundo que evoluciona aceleradamente, es
necesario también agilizar el “aggiormamiento” (la puesta al día) de
la Iglesia y esto no se puede lograr alargando un pontificado, se
requiere de un cambio de mando. El conclave sin duda va ser discutido
y por ser sorpresivo no va tener todos los preparativos de quienes
quieren asegurarse el poder. A lo contrario, se van a liberar muchos
cuestionamientos y muchas reflexiones en este interregno imprevisto.

            Un soplo provocado y repentino del Espíritu Santo a todos
los niveles es lo que espera el Papa con el anuncio de su
renuncia.Gracias Benedicto XVI por esta provocación y esta
convocación.

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