viernes, 22 de junio de 2012

Atreverse a partir de nuevo. El 98 Congreso de los católicos alemanes

Andreas R. Batlogg

 Stimmen der Zeit (2012) 5, 289-290.

En Mannheim se ha celebrado del 16 al 20 de mayo de 2012 el 98 Congreso de los católicos alemanes, el llamado “Katholikentag”, bajo el lema “atreverse a partir de nuevo”, con una referencia explícita a los “cargos y acusaciones del 2010, “año del escándalo”. Andreas R. Batlogg, jesuita y director de “Stimmen der Zeit”, publicaba como editorial, el siguiente texto, días antes de tal evento eclesial.



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Según Stefan-Bernhard Eirich, asistente espiritual del Comité Central de los Católicos Alemanes (ZDK), la propuesta de “atreverse a partir de nuevo” coincide “con una reflexión en profundidad y con intentos de diálogo entre laicos y clérigos, entre responsables y “fieles comunes” que forman parte del Pueblo Dios”. La formulación es seductora. Según Alois Glück, presidente de dicho Comité Central, se quiere “emitir una señal de que estamos dispuestos a introducir reformas y prestos a iniciar un nuevo camino”.



En Alemania estos encuentros (conocidos como “Katholikentag”) son, desde hace más de 160 años, un excelente barómetro para medir la temperatura de lo que ocurre en la vida –a menudo insospechadamente rica– de la Iglesia y para conocer cómo se aúnan mística y política. Será interesante ver cómo se desarrolla en esta ocasión el diálogo trianual con los obispos. Según Eirich, “el lema del “Katholikentag” de Mannheim expresa la voluntad de una iglesia católica alemana dispuesta a evaluar los resultados obtenidos hasta el presente, lista a partir de nuevo, mirando de forma renovada los logros alcanzados y que ofrece un poderoso y vivo contra-testimonio a todos aquellos que la consideran desde hace mucho tiempo anquilosada”. También se busca que los obispos aborden, según el cardenal Reinhard Marx, “los temas fundamentales a partir de las inquietudes y preocupaciones locales. Todos los temas centrales han de tener su sitio en este proceso plurianual”.



En julio de 2011 se programaron tres encuentros anuales en septiembre de 2012, 2013 y 2014, dedicados a tres cuestiones de fondo: “la responsabilidad común de todos los bautizados en la iglesia” (“Participatio”); “el tratamiento misericordioso de las biografías rotas” (“Compassio”); “la capacidad de comunicación de la Iglesia" (“Communicatio”). Habida cuenta de los distintos comentarios formulados desde julio de 2011, no queda más remedio que preguntarse: ¿será posible y podrán ponerse realmente sobre la mesa todos los temas o sólo algunos previamente seleccionados? ¿Quién establece cuáles son los temas “centrales” y cuáles los marginales, es decir, los aparentemente exentos de prioridad? ¿Existen asuntos “prohibidos”, “reservados” a los obispos?  ¿Qué significa partir de nuevo estando “abiertos a los resultados”?



Renovar las estructuras



En Alemania la gravedad de la crisis pastoral, provocada no sólo por la falta de sacerdotes, ha llevado a propiciar cambios de una relevancia inusitada, a menudo comparables a los adoptados durante los años del concilio de Trento (1545-1563). Es cierto que la “Iglesia del pueblo” es algo que pertenece en gran parte al pasado, pero no es menos cierto que persisten las mentalidades a ella vinculadas. En la transición hacia un “cristianismo de la decisión” o “de la elección” (del que Karl Rahner ya hablaba en los años cincuenta del siglo pasado y que ha vuelto a ser reformulado en nuestros días, a partir –por supuesto- de unas condiciones ligeramente diferentes, en el sínodo de Würzburg y que se pueden consultar en el libro “El cambio de las estructuras de la Iglesia como tarea y oportunidad”, 1972), han aparecido diversas cuestiones que han provocado, y seguirán provocando, tensiones. Crece el número de las personas que ya no sienten la Iglesia como su casa. Las parroquias “XXL” favorecen el anonimato y las discusiones sobre los caminos que es preciso emprender frecuentemente desembocan en enfrentamientos entre los distintos grupos, algo que se asemejan mucho a la guerra de trincheras.



A partir de la indicación de que no puede, ni debe, existir un “camino particular como iglesia nacional”, los obispos recuerdan que determinadas cuestiones sólo pueden ser resueltas a nivel de la Iglesia universal y, por tanto, por el Papa o por un concilio. Ésta es una indicación oportuna, sin que, por ello, deje de existir la necesidad de buscar soluciones regionales y particulares. Porque ¿se pueden acallar los debates sobre cuestiones que deben ser discutidas “in loco”, sobre el terreno? Y ¿qué significa en estos momentos “volver a partir” estando abiertos a los resultados? Una cuestión sobre la que ha habido un pronunciamiento papal mediante una encíclica o alguna otra declaración romana de nivel inferior ¿puede ser considerada resuelta de “una vez y para siempre”? ¿Tiene sentido prohibir el debate y la discusión sobre problemas tales como los “viri probati”, la predicación de los laicos, la ordenación de mujeres o el diaconado femenino? ¿Son útiles las medidas disciplinarias o las amenazas de sanciones canónicas cuando se abordan cuestiones que agitan el corazón de las personas; más aún, el corazón de cristianos comprometidos que no han tomado (al menos, todavía) la decisión de exiliarse interiormente?



La situación pastoral obliga a reflexionar nuevamente sobre cuestiones que el magisterio considera cerradas. El dicho “Roma locuta, causa finita” atribuido a Agustín († 430) es, según Klaus Schatz, “una reformulación interesada que no respeta el contexto”: en efecto, sólo la segunda parte es propiamente del padre de la Iglesia (Sermones 131, 10). En la época de la controversia con los pelagianos se habían  enviado a la sede apostólica las actas de dos concilios (sínodos), “después” de que “in loco” (sobre el terreno) se hubieran tomadas decisiones al respecto. Roma respondió enviando rescriptos en los que comunicaba que la cuestión estaba resuelta (“causa finita”). Es cierto que Agustín atribuye “a la Iglesia romana, en cuestiones de fe, una mayor autoridad, pero no la considera una autoridad magisterial superior para las restantes. La Iglesia romana tiene “auctoritas”, pero no tiene “potestas” sobre la Iglesia norteafricana”.



La complejidad actual de la relación Iglesia-mundo ya no consiente una única respuesta posible, válida para todos los tiempos. Y menos, sobre cuestiones que a menudo se presentan de manera diferente en cada uno de los continentes. En la actualidad, los cristianos preparados y capacitados ya no se dejan llevar agarrados por una correa o arrastrados por un “bozal” ¿No estarán confundiendo algunos la lealtad con la obediencia del cadáver? La participación genera la identificación.  Donde el “común de los fieles” no participa en los procesos de toma de las decisiones (“participatio”), es normal que se incremente el número de quienes sienten y sufren con la Iglesia (“compassio”) y es, igualmente normal que aumente el número de quienes cuestionan su capacidad de diálogo y mediación (“communicatio”).



El “Katholikentag” es una oportunidad para ejercer la comunión entre obispos y laicos, participando todos ellos de una común preocupación por una iglesia con futuro. Ambas partes deben escuchar y pueden aprender la una de la otra.


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