viernes, 22 de junio de 2012

Las parroquias y las unidades pastorales ¿son estructuras adecuadas para evangelizar?


Marco Bernardoni

Il Regno – Attualità 8 (2012) 222

El pasado 23 de marzo se ha celebrado en el aula magna de la Facultad teológica del Triveneto, en Padua, el congreso titulado “¿Cuál es el rostro más adecuado para la Iglesia? Entre la tradición y la renovación”.




El Congreso ha contado con tres intervenciones por la mañana: la introducción, a cargo de Livio Tonello, profesor de teología pastoral en la Facultad de teológica del Triveneto, y dos ponencias, una eclesiológica, a cargo de Hervé Legrand, y otra histórica, a cargo de Daniele Menozzi. A la tarde, después de la conferencia de Alessandro Castegnaro (profesor de sociología de la misma facultad de Padua), se han puesto en marcha los llamados “laboratorios” temáticos que se han cerrado, al atardecer, con la conferencia de Giampietro Ziviani, profesor de eclesiología de la Facultad Teológica del Triveneto.

El Congreso, después de abordar la situación actual de la iglesia, de la pastoral, de la recepción conciliar y de la religiosidad popular, así como las llamadas “pertenencias críticas” (la cuestión juvenil, el papel de la mujer y la pastoral de divorciados vueltos a casar), se ha centrado en el futuro de la parroquia y de las unidades pastorales.

En toda Europa –ha sostenido H. Legrand- se gastan muchas energías en reorganizar las parroquias y los territorios pastorales en función del número de sacerdotes disponibles. Es una tarea que provoca muchas resistencias (…), tanto por parte de las comunidades actualmente existentes como por parte de los mismos pastores”, frecuentemente obligados a tener que desempeñar funciones más de “managers” que de responsables pastorales.

H. Legrand ha recordado (ante las reorganizaciones centradas, sobre todo, en la unificación de parroquias y creación de unidades pastorales) un principio teológico fundamental que se está descuidando por la urgencia de la tarea emprendida: el replanteamiento de la presencia de la Iglesia en el territorio no puede realizarse teniendo como criterio únicamente el número de sacerdotes disponibles. “Así nos alejamos de la lógica de la “Lumen Gentium” ya que se hace depender la Iglesia del ministerio que está a su servicio. (...). Es cierto que algunos territorios tienen una gran importancia económica y política. Pero cuando el 90% de su población no participa en la eucaristía ¿hay que ocuparse de una Iglesia formada por un “pequeño resto” de personas ya convencidas? Cuando se actúa de esta manera ¿se es fiel al Evangelio (que es para todo el mundo) y a la decisión del Vaticano II de dirigirse a todos?

En cuanto a la posibilidad de una acción pastoral a partir de la parroquia, H. Legrand ha sido claro. Los nuevos datos sociológicos de que disponemos, al menos en Europa, ya “no invitan a seguir sosteniendo que la parroquia es -como se decía hace cincuenta años- una “comunidad misionera”, es decir, ya no es viable hacer de la parroquia el punto de partida privilegiado para la revitalización de la vida cristiana en nuestros países. Se necesita un nuevo nivel de acción, el de la diócesis (e, incluso, el de varias diócesis). Y esto ya es una nueva forma de proceder: la del trabajo en red. Además, esta manera de funcionar tendrá que descansar más en los llamados equipos pastorales (“équipes”) y bastante menos en los sacerdotes”.

La tarea de estos “equipos pastorales”, integrados por diferentes especialistas, consistirá en imaginar y proponer nuevas maneras de anunciar el Evangelio de manera significativa. Y hacerlo a partir de la sensibilidad y de las demandas de espiritualidad, todavía presentes en nuestra sociedad.

Sin embargo, las aportaciones sobre este punto no han sido concordes.

Así, por ejemplo, Livio Tonello, aun reconociendo su actual insuficiencia, entiende que la parroquia sigue siendo una de las “canteras” prioritarias de la Iglesia en las Tres Venecias: “sigue siendo un punto fuerte, por su tradición y capilaridad territorial, a la hora de ofrecer una imagen de iglesia cercana y visible, en la que la gente todavía puede identificarse y reunirse a su alrededor”.

Por su parte, Giampietro Ziviani ha argumentado que, siendo incuestionable la necesidad de una reducción numérica y burocrática de las parroquias, una iglesia misionera no podrá descuidar la red parroquial, porque “un catolicismo puramente electivo quedaría expuesto al riesgo del sectarismo y ya no sería misionero”.

En apoyo de esta posición, ha traído a colación el siguiente texto del cardenal Kasper: “La Iglesia no debe convertirse en una iglesia elitista, integrada por personas religiosamente resueltas, eclesialmente comprometidas de manera plena y altamente dotadas desde el punto de vista religioso. La Iglesia tendrá que ser siempre Iglesia del pueblo en el sentido de que está arraigada en el pueblo y existe para todos”.

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