En 1983 el entonces
Nuncio en España Antonio Innocenti convocó al cardenal Enrique Tarancón a
Madrid, para hablar.
Viajando hacia Madrid, a la altura del pueblo conquense de
su mismo nombre, “Tarancón”, escuchó por
la radio la noticia de que había sido aceptada su dimisión. Mas hete aquí que
D. Vicente no había presentado su dimisión.
Indignado, bajó, se acercó a un hotel, buscó un teléfono público y llamó a
Nunciatura. Y dijo sin rodeos al Nuncio: “Como
usted ya le ha dicho a la radio lo que quería de mí, no veo objeto alguno en el
viaje”.
Y añade el relator de la noticia: “Le dijo al chófer que diera media vuelta, y se volvió a Villa-real
preso de rabia, con el orgullo herido.”
A D. Vicente le gustaba escribir; y componer. Redactó unas
memorias de unas 1.500 páginas. ¿Qué fue de ellas? ¿Por qué las quemó sin que
quede, al parecer, ni una sola copia de las mismas?
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Eskerrik asko.