lunes, 24 de julio de 2023

Carta a Yolanda Díaz: "No te he votado simplemente por tus vestidos"

Fuente:   Religión Digital

Por    José I. González Faus teólogo

23/07/2023


Yolanda Díaz
 

Hermana Yolanda:

Aunque soy un don nadie pero, en democracia, un voto es un voto venga de quien venga. Yo vengo ahora de votar, en uno de esos momentos confusos y miedosos que se producen a veces en la historia, en los que ya no se vota por este o por aquel sino que se elige entre egoísmo y solidaridad. Por eso quisiera explicar por qué no te he votado aunque estuve a punto de hacerlo.

Me he presentado otras veces como partidario del voto en blanco. Al PP o al PSOE no pienso votarles nunca mientras no lleguen a un pacto definitivo en dos puntos fundamentales: una ley de educación fruto de un acuerdo común y que no se cambie con cada gobierno; y resolver de una puñetera vez todo el escándalo que supone el bloqueo en la renovación de los miembros del CGPJ, y que parece que no les importa ni al uno ni al otro, o quieren utilizarlo el uno contra el otro. Vox por otro lado no me parece un partido ni un programa sino un síntoma que (como la fiebre) puede servir para que nos examinemos y analicemos pero no para que nos alimentemos.

En este contexto, siempre que te he oído, me he sentido muy identificado con lo que decías. Además el nombre de “Sumar” me parece significativo en estos momentos. Ello me hizo pensar durante estos días si debía cambiar mi vieja costumbre y votarte esta vez. Al final no lo he hecho y quisiera decirte ahora por qué. Simplemente por tus vestidos: por la cantidad, variedad y calidad de ropa con que aparecías cada vez en público. Eso no me gustó por dos razones.

 a.- La primera es una razón social. Tú sabes mejor que yo que toda esa ropa elegante está fabricada en Bangladesh y lugares parecidos, por empresas occidentales “deslocalizadas” (El Corte Inglés, Inditex, Cortefiel, Marks and Spencer y demás…), en unas condiciones laborales crueles que incluso han dado lugar a incendios y calamidades, con decenas de víctimas, y que han quedado impunes. Si toda la gente que se profesa de izquierdas se abstuviera de comprar esas ropas, sería el modo de obligar a todas esas empresas a volver a sus respectivos países y crear puestos de trabajo allí. Y creo que aquí las feministas tenéis una gran tarea.

Los nombres de izquierdas y derechas son muy arbitrarios: si conoces el evangelio, yo me divierto explicando que, en la parábola del juicio final (Mt 25), cuando están todos en frente del juez Jesús, resulta que los que están “a su derecha” son los de la parte izquierda del grupo; y los que están a su izquierda son los de la parte derecha… Pero creo que todo aquel que hoy quiere ser de eso que llamamos izquierdas, debe saber que no se trata solo de imponer conductas a los demás sino de imponérselas primero a sí mismo. Y, como aquel pobre viejo de la Biblia que decía “la voz es de Jacob pero las manos son de Esaú”, yo pensaba de ti: el decir es de izquierdas pero el vestir es de derechas... Ya me perdonarás.

b.- La otra es una razón feminista si, como espero, estaremos de acuerdo en que el feminismo no es un grupo de mujeres sino una colección de valores hoy muy necesarios (cuidado, delicadeza, respeto, no violencia, ternura…) que, por supuesto, son valores humanos (de unas y otros) pero se consideran más propios del ámbito femenino y que nosotros los machos estamos llamados hoy a recuperar.

Pues bien: en este contexto creo que hay algo muy machista introyectado todavía en la mentalidad de la mujer y que, en parte al menos, le quita libertad. Y es la convicción de que su cuerpo (y el vestido que lo adorna o lo resalta) está hecho para agradar, atraer y excitar al varón.

Esto puede tener su base natural y es el hecho de que en la relación sexual el macho tiene que “funcionar” (porque si no, se acaba el cuento). Pero en la medida en que la sexualidad pase de animal a humana, ese “funcionamiento” debería brotar de algo más que un estímulo físico. De hecho, el mecanismo primario del varón es que cuando ve a una mujer, ve antes un cuerpo que a una persona. La educación debe ayudarnos a nosotros a superar ese reflejo instintivo; la cultura de la imagen tiende hoy a incentivarlo. Y sería bueno que vosotras ayudarais a esa tarea masculina en lugar de dificultarla: porque eso haría más fácil respetar vuestra dignidad y evitar el tópico ese de la “mujer-objeto.

Te cuento una anécdota que me resultó gráfica y expresiva: yo no sigo mucho las chorradicas esas de eurovisión y concursos parecidos; pero sé que hace poco hubo uno en el que España quedó tercera (Ucrania tenía que ser la primera y no sé si Inglaterra fue la segunda). Y cuento esto porque estando con un grupo de muchachos oí comentar literalmente: “¡Bah! Con solo que [no sé aquí quien era la concursante española] hubiese enseñado un poco más de teta y un poco más de nalga, nos llevamos el segundo premio”. Esto podrá ser una broma de mal gusto, pero creo que es reflejo de una mentalidad que existe, que está bastante extendida y que muchos medios de comunicación cultivan porque es fuente de audiencia y de ingresos.

Yo no he hablado de los vestidos en este sentido moralizante (lo que antes llamaban “provocativos”). Solo he querido criticar lo que me parece un exceso de importancia dada al vestido: porque repercute en un exceso de importancia dada al cuerpo de manera instintiva e inconsciente.

En este contexto me gustó ver que, en la confrontación a tres de TV1, no llevaras las uñas pintadas y te felicité por dentro. Parece un detalle ínfimo pero creo que es una obligación que os hemos inyectado los machos, no por razones estéticas sino para incentivar esa necesidad de llamar la atención. Cuando veo una mujer con las uñas pintadas suelo pensar: esta no se ha liberado aún de la obligación de llamarnos la atención. Y la cantidad de dinero que se tira en esa estupidez sería mucho más izquierdoso que fuera universalmente dedicada a gastos sociales.

En fin, querida Yolanda: esto era todo. No me atrevo a predecir qué pasará mañana, aunque me alegraré mucho por cada peldaño que subas. Pero prefiero evocar a la admirable Concepción Arenal de la que ya sabrás que prefirió una derrota electoral a una infidelidad a sus principios. Sus principios eran el voto de la mujer; la derrota se preveía porque, si votaban entonces las mujeres, votarían a la derecha aconsejadas por sus confesores (o, al menos, así me lo contaron a mí). Y así sucedió pero solo por aquella vez. Las cosas fueron cambiando. Y es que la historia es un auténtico venero de paciencia. Y hoy te deseo esa paciencia con un abrazo bien fraterno.

 

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Identifícate con tu e-mail para poder moderar los comentarios.
Eskerrik asko.