jueves, 13 de julio de 2023

Etikarte: legado de J. Mª. Setién

Fuente: El Diario Vasco

Por: Patxi Meabe, Pako Etxebeste, Arturo Garcia y J. M. Muñoa

10/07/2023


Lobo Altuna

Hace cinco años, el 10 de julio de 2018, moría José María Setién, quien habiendo sido obispo titular de San Sebastián, de 1979 a 2000, fue un referente de ética humanista para buena parte de la sociedad vasca y de sus ciudadanos, fueran estos cristianos o no. Etikarte es el nombre que dio el equipo que trabajaba en torno a José Mª Setién para designar en una sola palabra su tarea y su legado: proponer y desarrollar la ética en las relaciones humanas, principalmente en el ámbito de lo social y lo político.

José María Setién dedicó la mayor parte de su actividad magisterial a la reflexión y comunicación de la dimensión ética del ser humano, en orden a humanizar la sociedad en el tiempo y espacio que le tocó vivir. Todo, desde su compromiso eclesial al servicio del Evangelio. Desde su misión evangelizadora, asumió la tarea de humanizar las relaciones sociales en un ámbito cultural, progresivamente secular y plural, marcado por la cruz de la violencia y del terrorismo. Desde el comienzo de su servicio episcopal sostuvo que las acciones terroristas no pueden ser admitidas ni justificadas por la conciencia cristiana, ni tampoco desde una ética de los derechos humanos.

Basándose en la Doctrina Social de la Iglesia y más concretamente en la encíclica 'Pacem in terris' de Juan XXIII (1963), dirigida «a todos los hombres de buena voluntad», reflexionó y ayudó a reflexionar sobre la naturaleza de los valores éticos y la razón de su obligatoriedad, al servicio de la convivencia humana. Valores éticos para la comunidad política local y para el orden internacional son: verdad, justicia, libertad y amor (o solidaridad). La verdad es el suelo ético sobre el que se ha de apoyar la convivencia humana. Decirlo es fácil, pero llevarlo a la práctica, más que difícil. La verdad sobre la realidad se desfigura en función de los intereses políticos o económicos que entran en juego y en ello tienen un papel muy importante los medios de comunicación. Por tanto, es necesario recurrir al valor ético de la verdad objetiva en cada situación concreta, y así poder implicarse en un proceso compartido para conocer la verdad y tratar de actuar 'en verdad'.

Los valores de la justicia y la libertad permiten el desarrollo de un orden político-social cada vez más humano, que reconozca en la práctica la dignidad de todas y de cada una de las personas. El ejercicio armónico de estos dos valores supone plantearse y responder a estas dos cuestiones correlativas: a) ¿qué es lo que a mí se me debe para que pueda decir que se me reconoce mi dignidad humana? y b) ¿qué es lo que yo debo aportar a la sociedad para que, de verdad, sea reconocida la dignidad personal de los demás en la realidad social que vivimos?

La práctica de los derechos humanos es el test que da a conocer si en una comunidad hay justicia y también libertad. Pero, en la línea expuesta por la Pacem in terris, el amor (solidaridad) ha de ser el móvil para hacer que los comportamientos de la justicia y la libertad se fundamenten en un nivel más hondo de calidad humana, de tal manera que los ciudadanos sientan como suyas las necesidades del prójimo y hagan a los demás partícipes de sus bienes.

José María Setién supo distinguir entre «valores éticos» y «valores sociológicos». Estos últimos son aquellos que una determinada sociedad le da más o menos importancia. Los valores éticos, sin embargo, son capaces de orientar a la propia libertad de la conciencia, desde la perspectiva de lo «bueno» y lo «malo», según el imperativo, antiguo y moderno, de «haz el bien y evita el mal». En esta línea, los valores éticos están al servicio de la persona y de su dignidad, en medio de las relaciones económicas, culturales y políticas en el tiempo y lugar que a cada uno le toca vivir.

José Mª Setién asumió la problemática de la secularización de la ética y de la moral. De hecho, reconoció que la obligatoriedad de los valores no se pretende fundamentar en la fe en Dios ni tampoco en los mismos valores, sino en algo previo a todos ellos: el «valor de la persona», según la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que ciertamente renunció a buscar una fundamentación explícita común, bien basados en la aceptación de una fe religiosa, o bien en una base filosófica única.

Etikarte, ética de las relaciones basadas en la dignidad de la persona, no se limita a lo meramente interpersonal, sino que alcanza a las estructuras y mecanismos sociales, económicos y políticos. Reconoce que los derechos colectivos (Pueblo, Nación, Estado) son el resultado de la sociabilidad o actuación social del ser humano al servicio de la persona.

Etikarte resulta, en definitiva, el legado de José María Setién para las personas y colectivos que, reconociendo los éxitos innegables aportados por la ciencia y la tecnología, vemos con preocupación cómo se van excluyendo de los ámbitos universitarios, educativos, culturales, empresariales y políticos, la dimensión ética de la persona en sus relaciones sociales. Lo cual pone en riesgo la realización de una verdadera convivencia humana.


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