lunes, 26 de junio de 2023

¡Es la religión, despierta!

Fuente:   El Diario Vasco

Ignacio de la Fuente Muguruza

26/06/2023

Escribo este artículo en recuerdo de mi abuelo José María Muguruza para el primer aniversario de su fallecimiento. Hombre extraordinario que destacó en tantos ámbitos de su vida —por encima de todos, en el familiar—, contó con una extraordinaria lucidez que le convirtieron para quienes le conocimos en un faro que nos iluminaba las eternamente inciertas aguas del futuro. Sin duda, su muerte fue un evento muy doloroso para todos nosotros. Pero desde entonces me recuerdo que ese dolor debe aceptarse y superarse como una parte natural e inescindible de la vida para no caer en la tentación de refugiarnos en su sombra, sino alzarnos sobre sus hombros para contemplar la vida a través de su ejemplo y continuar con sus más nobles empresas. Como decía él en estas mismas páginas, «nos encontramos ante una potente batalla cultural que el relativismo ha planteado al cristianismo». La religión católica y el humanismo cristiano que se desprende de ella representaron para mi abuelo sus referencias vitales primarias. Por ello defendía que el desplazamiento de la creencia religiosa en nuestro entorno es el común denominador de la multiplicidad de crisis que vivimos —no sólo las sucesivas crisis económicas, sino también la crisis política de evidentísima actualidad y otras no menos importantes de natalidad, educación, integridad de la nación…—.

Se calcula que en España el número de creyentes ha pasado aproximadamente de un 90,5% en 1978 a un 52,8% en la actualidad. Las repercusiones de este proceso de secularización acelerada trascienden el ámbito de la conciencia individual y afectan a todos los órdenes sociales; pues una sociedad que pierde el sentido de trascendencia y niega la existencia de un orden superior que fundamente los principios básicos de la vida comunitaria, sucumbe estrepitosamente frente a las modas e imposiciones ideológicas que la disuelven. La religión ha provisto a lo largo de la historia a cada civilización de una serie de referencias básicas que conformaban el criterio del bien y del mal, de lo justo y lo injusto, y que se sustraían del criterio cambiante de las mayorías pues se entendía que constituían el fundamento de la comunidad. Entre nosotros, el régimen de mayorías se ha convertido en el fundamento de nuestra forma de gobierno, desplazando el criterio de lo verdadero y de lo justo por otros más etéreos como el consenso o la voluntad individual. El resultado es una sociedad líquida, en palabras de Zygmunt Bauman, con los resultados por todos conocidos. Entre otros, una explosión de dolencias psicológicas que desconcierta a los profesionales y, más grave aún, una crisis de natalidad sin precedentes que es fiel reflejo de una sociedad sin esperanza y que amenaza ruina.

El origen de estos errores creo que se halla en la cosmovisión de la Modernidad, formulada por la Ilustración y que buscaba principalmente desligar al hombre de Dios. La filosofía racionalista que las sustentaba, tratando de elevar la razón por encima de los supuestos grilletes que constituía una visión centrada en Dios, ha terminado opacándola para verse reemplazada por un planteamiento emotivista que convierte el capricho individual en única guía de acción. Y esto no podía ser de otra forma pues la razón necesita de una luz superior que la ilumine para no encerrarse en sí misma.

Es urgente revertir este sueño prometeico que desnaturaliza al hombre y lo corrompe al convertirlo en lo que no es: Dios. Frente a la dictadura del relativismo que vivimos y que persigue la imposición de un pensamiento único basado en la ideología de género contraria a la razón y a la Naturaleza —e.g. la nefanda Agenda 2030—, debemos librar la batalla por el alma de los hombres para que recuperen un sentido religioso de la existencia que vuelva a re-ligarles con Dios. Ello les —nos— permitirá redescubrir su verdadero ser y promover, aunando lo mejor del pensamiento humano y la luz de la fe, un nuevo orden basado en el orden y la ley naturales sobre el que reconstruir la comunidad política. Para ello, encontrarán en su tradición todas las herramientas que hicieron grande a nuestra civilización. El genio político griego, el orden y la justicia romanos y la religión cristiana. Con ello no buscamos caer en la nostalgia del pasado, sino recuperar unos principios que nos permitan mirar al futuro con esperanza y espíritu renovado para resucitar a una sociedad decadente.

Me gustaría concluir agradeciendo la gran labor que ha venido desarrollando la diócesis de San Sebastián durante el último decenio en pro de este orden y del bien común. Sería un inmenso regalo no solo para los fieles, sino para toda la sociedad, que continuara a la vanguardia de esta batalla espiritual y, en consecuencia, cultural.

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