domingo, 10 de julio de 2022

Benedicto XVI y el fracasado indulto a los nostálgicos de la misa tradicionalista

Traditionis Custodes de Francisco y el documento de Benedicto XVI Summorum Pontificum tienen detrás una historia de magnanimidad y paternidad de tres Papas, que intentaron tender la mano a la intransigencia de Marcel Lefebvre y sus deseos de seguir dando la espalda al pueblo de Dios en la Liturgia y en la vida real

Fuente:   El Debate

Por:   Richi Franco

Madrid

10/07/2022


Benedicto XVI, en una imagen de archivoGTRES

Para comprender la razones del Papa Francisco en Traditionis Custodes, es bueno echar una ojeada a la historia reciente del Misal Romano respecto a las concesiones hechas al rito tridentino, revocadas recientemente.

 

La herida tradicionalista

Tras la consulta a todos los obispos del mundo, en Traditionis Custodes Francisco ha querido subsanar la deriva por la situación concedida mediante un indulto por la Congregación para el Culto Divino en el 1984 y confirmada por Juan Pablo II en 1988, de poder celebrar la misa con la edición tridentina del Misal Romano. Aquella concesión reservada a los fieles que lo pidieran estaba motivada por un deseo de recomponer el cisma «lefevriano»; cisma que nunca reconoció las renovaciones conciliares. Y aquí aparece el Motu proprio Summorum Pontificum del 7 de julio de 2007 de Benedicto XVI.

Tanto Juan Pablo II como el propio Ratzinger se encontraron con la postura intransigente de Monseñor Lefebvre y sus numerosos seguidores, siempre con dificultad para comprender la bondad de la libertad religiosa, la colegialidad o el ecumenismo (males, para ellos, de extrema gravedad). Ambos intentaron dar pasos para propiciar un acercamiento. Ambos buscaron ser magnánimos y paternales, y en ese marco hay que situar el indulto del Papa alemán que, años después y tras la consulta del Papa Francisco, se reveló como un fracaso frente aquellos que desde el principio no quisieron reconocer la reforma litúrgica, porque no reconocían a la Iglesia real que se había reunido en concilio y a la que tachaban de masónica y liberal, sentimental, o superficial, entre muchas otras cosas.

 

Herir la comunión

Desde el principio, afloraron problemas de doctrina y de reconocimiento de la comunión en la misma fe, haciendo del uso de un misal u otro la excusa para no abrazar la nueva liturgia.

La concesión de Benedicto a la Fraternidad san Pío X de celebrar con el viejo misal no solucionó nada, «porque no reconocer la liturgia postconciliar, era despreciar al mismo Concilio Vaticano II», cuya razón fundamental de ser, entre otras, era la de renovar una liturgia excesivamente centrada en el ministro y alejada de un pueblo ausente, que ya no comprendía el latín.

 

Fieles ausentes del rito

La aceptación de Summorum Pontificium del misal de san Pío V para las comunidades preconciliares era, en el fondo, conceder a algunos el retorno a la misa solitaria, al viejo leccionario sin la variedad bíblica actual, al retorno a las misas sin homilía, sin oración ni participación de los fieles; era el retorno a la distancia sacerdotal y al ciclo interminable de devociones de santos sin relación alguna con la centralidad de Jesucristo que buscaba el Concilio Vaticano II.

 

Sectarismo ritual

La generosidad de Benedicto XVI concediendo la celebración del viejo rito ha hecho crecer el número de grupos tradicionalistas, caracterizados por una autoconciencia de vivir el verdadero cristianismo que el Concilio habría traicionado, con resultados nefastos para la comunión de la Iglesia y, por tanto, para su misión evangelizadora.

La consulta del Papa Francisco a todos los obispos del mundo desveló el despropósito. Él mismo lo cuenta en Traditiones Custodes al reconocer que «la oportunidad ofrecida por san Juan Pablo II y con mayor magnanimidad aún por Benedicto XVI para restaurar la unidad del cuerpo eclesial, respetando las diversas sensibilidades litúrgicas, ha sido aprovechada para aumentar las distancias, endurecer las diferencias y construir oposiciones que hieren a la Iglesia y dificultan su progreso, exponiéndola al riesgo de la división» que todos vemos ante nuestros ojos.

 

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