lunes, 11 de julio de 2022

Peregrinación a Unbe, ocho décadas de la primera aparición de la Virgen

El obispo de Bilbao ofició ayer la Santa Eucaristía en el santuario ante los fieles de la Virgen Pura Dolorosa

Fuente:   DEIA

Karen Darlene Arretureta

BILBAO

03/07/22


Asistentes a la primera misa oficial que se celebró en el santuario de Unbe, con la imagen de la Virgen Pura Dolorosa en el altar. | FOTOS: J. B.

Cada primer sábado del mes un pequeño santuario en Laukiz alberga a los más fieles de la Virgen Pura Dolorosa. Las excursiones al inicio de mes empezaron a finales de 2021, pero su actividad nunca paró y, después de más de ocho décadas de la primera aparición de la Virgen, el Santuario de Unbe continúa creciendo y recibiendo el reconocimiento que se merece. De su más reciente eucaristía oficiada por la máxima autoridad de la Iglesia católica en Bizkaia, Joseba Segura, al día en que la historia de Unbe comenzó con la primera aparición de la Virgen Pura Dolorosa.

 

Durante una fría noche de 1941, cobijada por el campo y el horno de su cocina, en un pequeño caserío, Felisa Sistiaga, nacida en 1908 en Plentzia y entonces con tres hijos, visualizó una extraña luz en su ventana. Felisa notó que la luz estaba envuelta en un bulto oscuro y descendía con el pasar de los segundos. La confusión fue mayor cuando la iluminada figura desapareció repentinamente. Instantes después escuchó golpes en su puerta. Dos veces fue hacia la puerta para abrirla y dos veces encontró su portal vacío. El ambiente era desconcertante, pero Felisa esta segunda vez optó por dejar la puerta abierta pensando que quizás el causante de los golpes era su marido. Sin embargo, unos instantes después vislumbró en un esquina de su modesto hogar a la Virgen Pura Dolorosa, en la que se convertiría en la primera de las múltiples visiones que iría teniendo con el pasar de los años.

 

La historia continuó, así como las apariciones de la Virgen. En el año 1968 Felisa tuvo una visión en donde San Pedro le ofrecía la llave para entrar al cielo y en 1969, mientras el hombre caminaba en la luna y las noticias se colmaban del hecho histórico, Felisa presenció varias apariciones y, en una de las más importantes, la Virgen dio la bendición a las aguas de un pozo cercano que, desde ese momento hasta la actualidad, fue el destino de enfermos con la esperanza de curarse.

Durante los siguientes años las apariciones de la Virgen tuvieron mayor protagonismo entre los habitantes del pueblo, pero nunca más que para Felisa, quien devotamente siguió viendo y escuchando a la Virgen y transmitiendo sus mensajes al resto.

 

Pasaron los años hasta que en 1975, en medio de un año fatídico para la dictadura franquista, en un campo vizcaino lejos del tumultuoso Madrid, Felisa presenció la aparición de nueve ángeles en el pozo, junto a una cruz. Fueron pocos minutos y una reverencia, pero la experiencia literalmente angelical de la vidente se sumó a la larga lista de manifestaciones divinas. En 1977 el Padre Juan Pablo VI otorgó tanto a Felisa como al monte Unbe su bendición apostólica. Ya a finales de septiembre de 1978 se realizó la entronización de la Virgen y se celebró oficialmente la primera procesión.

 

La última aparición fue el 8 de diciembre de 1988. Ese jueves la Virgen le dedicó a Felisa sus últimas palabras y en la primavera del año siguiente tuvo su última visión, Jesucristo con una solemne túnica blanca y un ambiente azulado como fondo. Las visiones de Felisa movilizaron a cientos de personas y el Santuario de Unbe se llenó con abundantes testimonios sobre la Virgen Pura Dolorosa.

 

El legado de Felisa está en sus nietos, en su familia y en aquellos que son guiados por sus visiones. Ella, sin pretenderlo, movilizó a cientos de personas hasta lo que jamás pensó que se convertiría en un santuario, un lugar especial en Unbe y sagrado para sus creyentes. Quizás Felisa tampoco se imaginaría que años después, la máxima autoridad de la Iglesia católica en Bizkaia acudiría a celebrar la Santa Eucaristía en el que, indudablemente, fue su hogar y refugio.

 

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