viernes, 12 de noviembre de 2021

Yolanda Cerón, otra mártir amiga de Dios y de los pobres

Fuente:   Cristianisme i Justícia

Por:   Clara Temporelli

10/11/2021

 


A los 43 años de edad recién cumplidos, en una acción premeditada, planificada y ejecutada por agentes paramilitares en conjunto con empresas criminales, en el atrio de la iglesia de Nuestra Señora de La Merced, en el Parque Nariño, en Tumaco, Yolanda Cerón Delgado fue asesinada por un sicario, emisario de paramilitares, a quien otro esperaba en una moto para garantizar la huida de ambos hacia el aeropuerto, rumbo a Cali.

Yolanda fue monja de la Orden de la Compañía de María Nuestra Señora, odn, primera Congregación religiosa dedicada a la educación de la mujer, fundada en Burdeos (Francia), en 1607, por Santa Juana de Lestonnac (1556–1640). Se retiró de la vida consagrada con el propósito de llevar adelante su opción pastoral en Tumaco (en el departamento de Nariño), a pesar de las amenazas de muerte recibidas de manera continua y ante las que sus superioras debían ofrecerle protección, pidiéndole que abandonara esta tarea tan riesgosa para su vida. Una vocación cimentada, como ella misma lo decía con frecuencia, en la vivencia directa del Éxodo bíblico que repetía con seriedad y convicción: “He visto la miseria de mi pueblo, he oído sus clamores. Conozco sus sufrimientos” (Ex. 3,7). Con sufrimiento y a la vez serenidad pidió su exclaustración definitiva. Transcribo en nota al pie la carta escrita a su ex maestra de novicias, María Celia Correa, en la que expresa su proceso de discernimiento, escrito que la define en su transparencia, veracidad, y honestidad consigo misma, con Dios y con la Compañía de María[1][1].

 

Contexto de la perla del Pacífico[2][2]

El departamento de Nariño está caracterizado por la pobreza de sus habitantes, la falta de integración de su población y la economía menos desarrollada del país entre los que se encuentran 270.000 afrocolombianos y 153.000 indígenas (Dinamarca 2009,11). En la década de 1990 comienza a haber un mayor conflicto armado a raíz del auge del cultivo de amapola.

En el departamento existían las FARC que controlaban el piedemonte, el curso de los ríos más importantes y el cultivo de coca; el ELN en zonas amapoleras sobre la cordillera, y los paramilitares (grupo armado que llegó con mucha fuerza a la región conformando el Bloque Libertadores del Sur de las Autodefensas Unidas de Colombia, que se regaron por todo el territorio, al mando del comandante Guillermo Pérez Álzate, alias “Pablo Sevillano”). Todos ellos, aún hoy, quieren controlar las rutas del tráfico de productos.

En 2001 el Observatorio de DDHH saca a la luz la instalación de un total de 70.000 minas antipersonales, de las cuáles las Fuerzas Militares habrían instalado 20.000 y el resto las FARC y el ELN.

El intenso cultivo de cocaína produjo el desplazamiento y despojo de tierras y territorios de comunidades indígenas y de afrodescendientes. Nariño se convirtió en el departamento con mayor número de hectáreas sembradas de coca de Colombia. Esta siembra fue vista como una oportunidad de trabajo atractiva con menos esfuerzos y mayores ingresos. Por sus puertos sale el 70% de droga hacia el exterior.

La verdadera lucha contra esta situación es la asignación de tierras productivas a campesinos negros e indígenas, sólo así la paz podrá ser una realidad para estas comunidades olvidadas de la Costa Pacífica. Conocer este contexto es significativo para comprender el trabajo como Directora de la Pastoral Social de Yolanda en la Diócesis de Tumaco.

El Municipio de Tumaco, está ubicado en la costa, cerca de la frontera ecuatoriana. Tiene una población 183.000 personas (censo del 2015), con un índice de 30,9%% de analfabetos (Plan de Desarrollo 2001, 57). Pertenece a la región de Nariño caracterizada por tener la mayor concentración de recursos naturales, riqueza hídrica, suelos con potencial agropecuario y forestal, oferta pesquera, playas turísticas, puertos estratégicos para exportación e importación, llanuras fértiles y petróleo. A su vez, Tumaco es la zona de mayor cultivo de palma africana y de coca. Para el año 2001 se convirtió en un campo de batalla entre la guerrilla y las autodefensas para el control territorial. Para todos ellos muy lucrativo. El 89% de sus habitantes son afrocolombianos, mientras el 5% son de diferentes etnias indígenas.

La pobreza en la que se encuentra sumido el municipio de Tumaco es causada por la imposición de un modelo de extracción intensiva de sus recursos naturales, en contraposición con las prácticas ancestrales de la población y la conservación de la biodiversidad y el territorio. Al mismo tiempo la población se desplaza por el conflicto armado, el reclutamiento, la extorsión, la violencia. Ante tanta conflictividad el pueblo se organizó creando la Corporación Red de Consejos Comunitarios del Pacífico Sur (RECOMPAS), cuya finalidad es promover el desarrollo organizativo social, político, ambiental y cultural de las comunidades negras en el departamento de Nariño, esta organización ayuda a luchar contra la expansión indiscriminada de la palmicultura, los grupos paramilitares y la guerrilla.

Cuando es nombrado Obispo de Tumaco Monseñor Girón, es consciente de la necesidad de hacer un análisis serio de la realidad, para impulsar las prácticas pastorales. La Pastoral Social de la Iglesia se involucra en todos los aspectos sociales de Tumaco.

 

Ministerio de Yolanda entre 1991 y 2001

En 1991 sale la nueva Constitución Política de Colombia, la cual, en el artículo transitorio 55, concede a las comunidades negras recibir la titulación colectiva de sus tierras y posesiones. Yolanda se empeña con el Vicariato de Tumaco en lograr que el Gobierno dicte las leyes para dicho artículo y se dedica con todas sus fuerzas a defender los derechos de la comunidad afrocolombiana e indígena.

En 1993 fue testigo de la presentación de la Ley 70 y del Decreto 1745 de 1995, en los que se afirma que los grupos étnicos minoritarios, como afrocolombianos e indígenas, tendrán cierta autonomía sobre sus territorios en los que han vivido por largos períodos de tiempo: “El Estado sancionará y evitará todo acto de intimidación, segregación, discriminación o racismo contra las comunidades negras… y velará para que se ejerzan los principios de igualdad y respeto de la diversidad étnica y cultural de las mismas”. Esto no se cumple y, de hecho, la ausencia estatal ha permitido la llegada de los actores armados y la continuidad de sus actividades ilegales.

Como toda líder, respetuosa de la actuación que a cada uno corresponde, comparte el parecer de San Justino (“si los problemas son de todos, tenemos que solucionarlos entre todos y por ello nos toca trabajar unidos, entre todos”), que es un buen resumen de su pensar y actuar.

En la Diócesis empezó su trabajo en la Pastoral Social, institución de la que fue Directora los últimos siete años de su vida. Guiada por los principios del Evangelio y la Doctrina Social de la Iglesia y comprometida con sus apuestas por la lucha contra las estructuras que crean pobreza y opresión, dedicó su vida al servicio de los más débiles y a crear una sociedad más justa basada en la solidaridad y la justicia social.

Entregó su vida a las comunidades afrodescendientes del Pacífico nariñense en el trabajo de formación para que conocieran sus derechos, para que se organizaran y defendieran su cultura y su territorio. Como directora de la Pastoral Social, ejerció el profetismo, se arriesgó a romper el miedo, a enfrentar el silencio generado por el terror. Denunció contundentemente los abusos y violaciones de derechos humanos sistemáticas contra la población de Tumaco, la que cometían miembros de las fuerzas militares y de la policía con la estrategia paramilitar. A esto se sumó el fuerte trabajo organizativo desarrollado durante largos años para lograr la titulación colectiva de las tierras habitadas por los afrocolombianos, lo que le trajo la animadversión de empresas deforestadoras y palmereras. Fueron precisamente estas razones por las que Yolanda fue asesinada, por develar tal estrategia criminal y sus beneficiarios, incluso, por denunciar en los propios Consejos de Seguridad, donde se encontraban los victimarios de las comunidades, que serían los de ella también. Y anunció los valores del reino concientizando a las comunidades para que exijan sus derechos al gobierno, fomenten la solidaridad, la resistencia, la organización, el orgullo étnico… Se dedicó a capacitar y aprender lo que suponía la Ley 70, tenía un programa de radio para que se pudiera implementar los contenidos de la Ley. A lo largo de reuniones, estudios, diagramación, formación, asambleas…, realizaba la etapa preparatoria para la titulación de la tierra en los márgenes del río Patía. Los grupos armados trataron de amedrentarla, pero ella no cedió siendo consciente de que sería asesinada, como otros/as luchadores por hacer públicos los abusos y violaciones a los Derechos Humanos por parte de la Fuerza Pública en asociación con los paramilitares.

Pocas semanas antes de su muerte había estado en algunos países de Europa informando a ciertas entidades que apoyan la acción de la Pastoral Social de la Iglesia y a organizaciones de DDHH sobre la situación que se estaba viviendo en la Diócesis a causa, entre otras, de los estragos producidos por el monocultivo de la palma africana, la indiscriminada tala de los bosques, la incorrecta forma de extracción del palmito, la persecución de los líderes comunitarios, la marginación social y la falta de representatividad de la gran mayoría de los habitantes del Pacífico nariñense, así como de la vinculación entre los miembros de las fuerzas de seguridad del Estado y los paramilitares. Por estas causas y su incansable entrega regó la tierra con su sangre, sus sudores y sus sueños. Ella sigue siendo una inspiración e impulso para quienes desean que surja un mañana distinto y lleno de vida para todos/as.

Fue una mujer de convicciones, arraigada en su fe desde la que buscaba sanar y cambiar la realidad desde la raíz[3][3].

***



[1] [1] Tumaco, agosto 1998. “No te imaginas todas las semanas que he llorado sin poder arrancar con esta carta en la que te comparto la noticia de mi retiro definitivo de la Compañía […] Sé que te preguntarás qué fue lo que me pasó; por qué, si estaba tan bien. Sí, es precisamente ahora, cuando he vivido un proceso de reconciliación conmigo misma y con la Compañía, cuando veo con claridad que debo salir. […] He podido constatar lo bien que estoy: serena, alegre, viviendo con sentido cada momento. […] es en lo concreto y cotidiano de la vida, cuando vuelvo a sentir una contradicción interna muy fuerte, que se manifestaba en una dificultad para asumir la obediencia a la comunidad, un estilo de vida que ya me era extraño […] esto me daba claridad de lo difícil que sería para mí volver a integrarme totalmente en una estructura comunitaria, en un cuerpo más amplio al que te debes, y asumir una misión común que te da muchas posibilidades, pero que te quita otras. Sobre todo, cuando sientes fuertemente una llamada al seguimiento del Jesús pobre y humilde, y desde una opción también política, pero no partidista. Siento que lo que estoy viviendo ahora no es lo propio de la Compañía. Aunque me lo permitió y me dio todo su apoyo y cercanía, a veces me he sentido rancho aparte, y yo no quiero repetir otra situación de aislamiento y soledad como hicieron otras personas. También es cuestión de honestidad conmigo misma y con la Compañía. La quiero con toda mi alma como para utilizarla solo como plataforma de lanzamiento para la realización de mi proyecto y opciones personales. En ella crecí, a ella le debo lo que soy, ella me formó para el Reino y la nueva humanidad. Fueron diecinueve años cargados de sentido en los que no perdí tiempo. Todo lo contrario, lo gané. Por eso vivo esta decisión como el fruto maduro de un proceso de crecimiento humano y en la fe. Estoy viviendo mi duelo, sufriendo como es lógico. Verdaderamente esto es muy duro. Cómo me está costando, cómo quisiera poder compartirte este dolor personalmente y, a la vez, esta paz y gozo en medio del sufrimiento. Esta paz que estoy viviendo porque es eso lo que experimento. El gozo me lo da el saber que mi pertenencia a la Compañía va más allá de lo jurídico; que me voy, pero que llevo conmigo una espiritualidad desde la cual seguir cargando de sentido mi vida y la misión. Seguiré siendo Compañía en cualquier espacio en que me encuentre, porque su espíritu corre por mis venas y sobrepasa las fronteras. Desde la vida laical misionera podré testimoniar su riqueza y profundidad.[…] ahora puedo decirte que me voy amando la Compañía, sin amargura ni resentimiento, y sé que siempre contaré contigo y con todas […]” Cfr. Yolanda Cerón, la hermana del pacífico una biografía ilustrada, Líder Estrategia de Comunicaciones: Víctor Andrés Álvarez Correa, Editorial Nacional de Colombia, septiembre 2021, pp. 115-117

[2] [2] Cfr. Monsalve Restrepo, Jennifer, Construcción de la paz local en la Diócesis de Tumaco a la luz de la teología feminista: el caso de la hermana Yolanda Cerón Delgado, Maestría en estudios de paz y resolución de conflictos, Bogotá 2017, p 53.

[3] [3] Sobre la investigación poco se ha avanzado en justicia ordinaria. Allí ni militares ni policías ni empresarios o comerciantes han sido investigados como parte de una estructura criminal. Siguen libres algunos con ascensos en sus carreras militares y policiales, otros usufructuando sus negocios, su acumulación de riqueza. Algunos de los autores materiales de este crimen quedaron libres y exentos de culpa, un periodista que suministró información falsa para justificar el crimen de Yolanda se encuentra huyendo, se trata de Santos Cáceres fue dejado en libertad provisional por el Juzgado Segundo Especializado de Pasto, por motivos de salud. El segundo, Jorge E Ríos se fugó de la cárcel de Palmira mostrando, una orden de libertad falsa. Las artificiosas investigaciones sobre los responsables adelantadas por la Fiscalía, a toda costa han evitado llegar hasta la estructura institucional de la fuerza pública de ese entonces y como ha sido costumbre los paramilitares sí responsables ocultan la verdad y afrentan la dignidad de las víctimas. Guillermo Pérez Álzate, conocido como “Pablo Sevillano” máximo mando del Bloque Libertadores del Sur reconoció su responsabilidad en la ejecución del crimen antes de que fuese extraditado a los Estados Unidos. Sevillano sin ser extraditado protegió los nombres de los actores intelectuales, propiciando la impunidad de la estructura criminal y justificó el crimen acusando falsamente a Yolanda de ser integrante del ELN. En julio del 2010 otros ex paramilitares confesaron el asesinato ante un fiscal de Justicia y Paz y no aportaron diferentes datos a los entregados inicialmente por el extraditado jefe paramilitar. Alias ‘Tribilín’ confesó que recogió a alias ‘Capulina’ después de asesinar a la religiosa, y ‘Sarmiento’, quien fue el segundo al mando de Tumaco, dijo que se cumplieron las órdenes de sus superiores. Veinte años y aún el proceso sigue estancado, sin mayores avances, los procesados paramilitares en Colombia, beneficiándose de una aplicación de la ley 975, que cuando defina su situación legal, les dará seguramente su libertad. No hay ninguna esperanza que cese la impunidad jurídica, el nombre de Yolanda, sigue vivo, su memoria, su historia es parte de la historia de las luchas de las comunidades negras del pacífico. Sigue su curso en el Sistema Interamericano de Derechos Humanos una demanda, única esperanza para demostrar la responsabilidad del Estado… entre tanto, su pueblo, el que ella amo sigue siendo víctima del neo paramilitarismo, sigue siendo víctima de la guerra interna, sigue siendo víctima de nuevas formas de despojo.  Las recuerdos y anécdotas que diferentes amigos de Yolanda escribieron desde Alemania y Suiza pueden leerse en la siguiente página de internet: http://www.alverto.de/yolanda_espanol.htm http://www.pacificocolombia.org/videos/yolanda-ceron-el-trabajo-apenas-empieza/57-

 

 

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