martes, 13 de julio de 2021

Las preguntas difíciles que plantea la edad avanzada de Francisco

Fuente:   La Nación

Chico Harlan y Stefano Pitrelli

11 de julio de 202119:42

 

Tras su operación de colon, crecieron las especulaciones en torno a cómo continuará su papado a su edad y si existe la posibilidad de que renuncie al cargo

 

El papa Francisco saluda a la multitud a su llegada para la plegaria del Angelus, en la ventana de su estudio con vistas a la Plaza de San Pedro, en el Vaticano

 

ROMA.- Francisco tiene 84 años, pero ha ejercido gran parte de su pontificado con el ritmo de un hombre mucho menor. No se toma libres los fines de semana, sus mañanas están cargadas de reuniones y realiza interminables viajes internacionales, durante los cuales el despertador suena antes del amanecer y su comitiva termina más agotada que él.

Pero la última semana Francisco tuvo que frenar en seco para someterse a una cirugía de colon por un cuadro intestinal doloroso y frecuente entre las personas mayores, lo que sirvió como un recordatorio, en Roma y en los círculos católicos de todo el mundo, de que está llegando a una edad en la que la gente se vuelve más frágil y tiene que ocuparse con más frecuencia de sus problemas de salud.

Para algunos católicos, lo sucedido esta semana le sumó urgencia a una serie de cuestiones que antes parecían remotas: cómo manejará Francisco su papado ahora que se acerca a la segunda mitad de sus 80 años, cuánto tiempo continuará en el cargo, y si algún día dará un paso al costado.

Francisco ya casi se pasó una década de la edad máxima tras la cual la Iglesia Católica suele pedirles la renuncia a sus obispos, lleva más tiempo como papa que Benedicto XVI, y en diciembre cumplirá 85 años. Desde el comienzo del siglo XIX, un solo papa –León XIII– llegó en ejercicio del cargo a la edad de 86 años.

Los observadores del Vaticano coinciden de manera unánime en que Francisco no está cerca de renunciar. De todos modos, muchos dicen que llegado el caso preferiría renunciar, como hizo Benedicto, antes que convertirse en un pontífice disminuido o incluso incapacitado. Las señales que ha dado en ese sentido son numerosas.

Dejando de lado la operación de colon, la salud de Francisco es destacablemente buena. Hasta esta semana, nunca había sido internado siendo pontífice, según la información pública conocida. Y ha logrado mantener a raya sus problemas crónicos de ciática, un dolor continuo de piernas y espalda, gracias a su constancia con la fisioterapia. Cuando era joven le extirparon parte de un pulmón, y al comienzo de la pandemia –cuando con frecuencia aparecía sin barbijo– había preocupación por el riesgo de que contrajera coronavirus. Pero ahora que Francisco está vacunado esos temores en gran parte se han disipado. Aunque la pandemia redujo sus audiencias públicas y limitó sus viajes, su visita en marzo a Irak fue de una actividad frenética.

Más allá de su estado de salud, fuentes con información privilegiada dicen que hay otras razones que motivan a Francisco a querer seguir siendo papa. Algunas de esas razones tienen que ver con objetivos a largo plazo que todavía tiene que completar, como la reforma de la Curia romana o su intento de erradicar del Vaticano la corrupción financiera. Francisco también enfrenta un desafío histórico con la pandemia, a la que describió como un momento para que la humanidad vuelva a definir sus prioridades.

Otro factor que hace casi imposible una renuncia de Francisco a corto plazo es Benedicto mismo. Su decisión de abdicar evitó que la Iglesia cayera en una situación caótica, al quedar gobernada por un octogenario o nonagenario debilitado. Pero esa decisión también creó otro caos, al erigir a Benedicto como una figura de autoridad alternativa para los conservadores. Hoy la Iglesia está más dividida ideológicamente que hace ocho años. Y en algunos casos, Benedicto intervino en asuntos de la Iglesia de manera controvertida, complicando el papado de Francisco.

No puedo imaginar a Francisco renunciando mientras Benedicto siga vivo”, dice Christopher Bellitto, historiador papal en la Universidad Kean, en Union, Nueva Jersey. “Tener un papa emérito ya genera confusión. Tener dos terminaría de complicar el panorama.”

Tras la cirugía de Francisco, Alberto Melloni, historiador de la Iglesia, argumentó que su pontificado ingresó en el capítulo conclusivo, en el que tendrá que tomar decisiones sobre los asuntos finales que querrá priorizar.

Cuando un Papa se pone viejo, ingresamos en territorio desconocido e incierto”, dijo Melloni, aunque reconoce que no hay forma de saber cómo evolucionará la salud de una persona. A Juan Pablo II, por ejemplo, le extirparon un tumor intestinal benigno en 1992 y vivió 13 años más.

Pero ahora que la renuncia es una opción más que está sobre la mesa, dijo Melloni, los papas seguramente no querrán esperar hasta el final para dar un paso al costado. Si el estado de salud de un Papa se deteriora mucho, su renuncia podría no ser aceptada, ya que el derecho canónico le pone un solo requisito: que la decisión sea tomada libremente. Y cuando un Papa está verdaderamente debilitado, dijo Melloni, la burocracia del Vaticano querrá mantenerlo a toda costa en el cargo, para que la Curia romana pueda capitalizar ese vacío de poder.

“Si un Papa quiere renunciar, tiene que encontrar el momento justo, antes de que la debilidad se vuelva demasiado evidente”, dijo Melloni.

 

 

 

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