Reflexión dirigida a nuestro Obispo, Juan Carlos Elizalde,
y a las comunidades de nuestra diócesis
Vitoria 4 de Febrero de 2022
Estimado Sr Obispo, D. Juan Carlos Elizalde:
Nos dirigimos a usted para presentarle, en representación de las personas firmantes, una carta aprobada en una Asamblea de cristianos y cristianas y que cuenta con el respaldo de 500 firmas por ahora y a la que se siguen sumando más personas.
Preocupados por la situación de la diócesis y ante un contexto eclesial muy problemático, le queremos presentar nuestras reflexiones y nuestras inquietudes.
Si considera conveniente que hablemos con usted para comentar esta carta y su problemática, nos tiene a su disposición.
Un grupo de personas cristianas queremos manifestar nuestra preocupación por la situación de nuestra Diócesis de Vitoria. Nos mueve nuestro deseo de fidelidad al mensaje de Jesús y nuestra responsabilidad en la tarea de anunciar el Evangelio en la sociedad.
Nuestra actitud quiere ser de colaboración y de diálogo, tanto con el Obispo como con las comunidades cristianas a las que pertenecemos. Nos anima el clima sinodal al que nos invita el Papa Francisco y la fidelidad al Concilio Vaticano II.
Un contexto diocesano preocupante
En nuestra Diócesis se plantean y promueven múltiples actividades pastorales organizadas institucionalmente, que tratan de establecer un modelo de Iglesia que responde a determinadas preferencias de nuestro Obispo:
· Quiere renovar la Iglesia diocesana según un modelo impuesto por sus opciones previas que le conducen a tomar decisiones unilaterales autoritarias, sesgadas y parciales.
· Su orientación básica es sacramentalista y cultual, más atento a la letra y a los ritos que a las necesidades de quienes participan en ellos o desearían hacerlo.
· Impide la realización de un auténtico pluralismo creativo y dialogante sin reconocer la libertad del Espíritu que sopla donde quiere (Jn 3,8).
· Los resultados que se perciben y se sienten nos hacen constatar con dolor que nuestra Diócesis está dividida por las decisiones y actuaciones jerárquicas.
· La urgente necesidad de vocaciones al sacerdocio le ha llevado a organizar dos seminarios, ambos con líneas de formación conservadoras, sin contar con la opinión del Consejo Presbiteral y del Consejo de Pastoral diocesanos
· Para los puestos directivos en organismos pastorales y en parroquias significativas ha nombrado, en su mayoría, a personas que avalan su línea sin tener en cuenta a personas laicas y a sacerdotes de amplia experiencia en la vida diocesana.
· Ante los procesos de secularización y de crisis religiosa en nuestra sociedad rural y urbana, sigue una línea de respuesta tradicional y uniforme, carente de pluralismo pastoral.
Todo ello muestra, a pesar de sus declaraciones en pastorales y cartas, que la imposición episcopal prevalece sobre la participación de la comunidad y la directividad unilateral sobre la sinodalidad y la búsqueda compartida. En definitiva, nuestra Iglesia ofrece una imagen dominantemente jerárquica y clerical.
Esta línea directiva, impositiva y conservadora, ha sido la tendencia que en este último periodo de la Iglesia vasca ha caracterizado a nuestra jerarquía. Los resultados de este autoritarismo son conocidos, frecuentemente lamentados y denunciados y preocupan ante los próximos nombramientos episcopales.
Consecuencias para la evangelización y vida diocesana
Este modelo de Iglesia conlleva graves consecuencias para la misión de la Iglesia y para la vitalidad diocesana. Indicamos las siguientes:
· El acelerado descenso de la práctica religiosa y de la desafección a esta Iglesia se deben a diversas y complejas causas en una sociedad vasca en transformación, como sucede en otros lugares. Sin embargo, nos parece que este modelo de Iglesia contribuye al alejamiento de la comunidad cristiana de la sociedad y dificulta su misión evangelizadora y la participación sacramental.
· Se marginan formas diversas de espiritualidad y carismas. Sólo se potencian las que están de acuerdo con la línea del Obispo. La creatividad y la pluralidad se oscurecen y, en general, la Iglesia diocesana se distancia de los gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los hombres y mujeres de nuestra sociedad.
· Se están difuminando nuestras señas de identidad como Iglesia vasca, que sepa responder a los signos de los tiempos que apuntan hacia cambios en profundidad de formas de gobierno y de responsabilidad pastoral compartidas.
Asumir responsabilidades
Aunque las causas de la situación de nuestra diócesis vienen de lejos y son muy variadas y múltiples, la línea pastoral impositiva de nuestro Obispo contribuye a incrementar las consecuencias indicadas y no responde a las necesidades pastorales y espirituales de nuestra sociedad. Aunque con sus gestos pretende ofrecer una imagen de cercanía y diálogo, sus decisiones muestran su talante autoritario y chocan con el deseo de participación de muchas personas creyentes.
Ciertamente el Obispo no es el único responsable. Quienes le apoyan, elegidos por él para cargos diocesanos, comparten su responsabilidad en esta situación. Y, ante la grave problemática de nuestra diócesis y los desafíos evangelizadores, también nosotras y nosotros nos consideramos responsables y asumimos nuestras deficiencias con sinceridad y humildad.
Propuestas para una renovación
Si queremos una Iglesia local renovada, vemos necesario ofrecer propuestas renovadoras y abrir caminos de esperanza, desde la conciencia de sentirnos Iglesia, Pueblo de Dios, en solidaridad con todas las personas, con respeto y amor. Desde ahí proponemos:
· apoyar el actual proceso sinodal animado por una espiritualidad no uniforme, sino plural, de respeto y apertura, sin miedos ni censuras;
· que nuestro Obispo, consecuente con su pregón de Navidad en el que invitaba a “aventurarnos en el diálogo, la escucha y la crítica constructiva”, ponga en práctica esos propósitos en sus decisiones y actuaciones.
· que nuestras comunidades sean, como desea el Papa, ‘Iglesia en salida’ en una sociedad pluricultural, democrática y laica y se muestren solidarias con quienes sufren las injusticias de la pobreza y con los sectores más desfavorecidos;
· que se responda a la pregunta del Papa en esta Epifanía: “¿Nuestras palabras y nuestros ritos provocan en el corazón de la gente el deseo de encaminarse hacia Dios o son ‘lengua muerta’, que habla sólo de sí misma y a sí misma?”, superando lenguajes y prácticas cultuales y sacramentalistas que nada dicen a una mayoría y realizando celebraciones con participación y sentido comunitarios.
· que se establezca una Iglesia donde los laicos tengan voz y voto en asuntos pastorales, organizativos y financieros.
· que se construya una Iglesia donde las mujeres tomen el protagonismo que les corresponde, como miembros del Pueblo de Dios en igualdad.
Una invitación al diálogo
Este escrito, dirigido fraternalmente a nuestro Obispo y a las comunidades cristianas a las que pertenecemos, quiere ser una oferta de encuentro dialogante para nuevas opiniones y aportaciones, abierto a la crítica. El proceso sinodal que estamos viviendo es un momento privilegiado para potenciar este talante.
En última instancia ofrecemos esta reflexión tratando de ser fieles a Jesús que “movido por el Espíritu vino a dar la buena noticia a los pobres y la libertad a los cautivos… a poner en libertad a los oprimidos… a proclamar un año de gracia del Señor” (Lc 4,18).
Mª Jesús Olarte, José María Aguirre, Amelia Sánchez, Ricardo Arrieta, Oscar Felipe, en representación de 500 personas firmantes
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