domingo, 15 de septiembre de 2019

Centralidad de la Catequesis

De «Cataluña Religión»

Juan Águila: "No podemos coger de catequista la primera persona con disponibilidad horaria"



 (Laura Mor -CR / Valls) Es catequista desde los 16 años y cree en una pedagogía de la fe más vivencial y dinámica. Un servicio que proponga Jesús no como personaje histórico, sino como alguien relevante en la vida de los niños y las familias. Juan Águila Chavero asumió la dirección del Secretariado Interdiocesano de Catequesis de Cataluña y Baleares (SIC) el mes de febrero. Es profesor de religión en secundaria en el Colegio Santa Teresa de Jesús de Tarragona; en la Universidad Rovira i Virgili forma futuros maestros de religión; e imparte clases sobre catequesis en el Instituto de Ciencias Religiosas San Fructuoso de Tarragona.

Le hemos entrevistado en los locales parroquiales y en la iglesia de San Juan Bautista de Valls, la primera parroquia donde lo enviaron saliendo del seminario. Aquí se implicó con el grupo scout. Y hoy es el párroco. Entre pasillos nos cuenta que ora con la guitarra, cantando. Y aquí salen las letras de las canciones del grupo Canta tu fe. Con él hablamos hoy sobre qué catequesis sueña para nuestro país.


¿En la parroquia de San Juan Bautista descubrió el mundo del ocio?

Sí, de niño había hecho colonias parroquiales, pero con los padres íbamos en verano a Andalucía, a encontrarnos con los primos. Y descubrí el mundo del ocio cuando llegué aquí y el cura me dijo "ponte al frente y acompaña a esta gente". Para mí fue todo un descubrimiento. La educación siempre me había apasionado. Antes de entrar en el seminario había hecho un año de magisterio, porque estaba entre ser maestro o cura. Conocí el mundo del ocio después de haber conocido la catequesis, que es mucho más reglada. Y estoy feliz de haber trabajado con niños y jóvenes en el ámbito educativo.


¿Qué estilo de catequesis imagina desde el SIC ? ¿Cómo debe ser la catequesis en nuestro país?

Puede sonar a tópico, pero creo que debemos olvidarnos mucho de los libros y empezar a hacer una catequesis experiencial. De hecho, la catequesis anterior ya buscaba esto. Pero con el catecismo y el cuaderno que salió de los obispos quedábamos un poco encorsetados. Ahora desde el SIC estamos intentando hacer un nuevo material, queremos ofrecer recursos. Habrá una guía, un cuaderno donde el niño explicará que ha vivido, sus experiencias, pero no será tan pautado. La voluntad es esta. Desde los 16 años que yo soy catequista lo que concluyo es esto: que la catequesis sea más dinámica, menos escolar. También hasta ahora el SIC había trabajado con el voluntariado de los catequistas y de los especialistas en catequética, pidiéndoles que hicieran este material. Cuando pides eso a unos voluntarios pueden pasar dos cosas: que se eternice hasta que salga bien hecho o que, si metes prisa, aparezca un material que no satisface.


¿El SIC está favoreciendo un camino hacia la profesionalización?


Como mínimo pedimos ayuda a profesionales, invirtiendo dinero en que el material esté realmente a la altura de los descubrimientos que se hacen a nivel pedagógico. Queremos hacer una aplicación que sea útil, una web más interactiva, que tenga mucho más protagonismo, con vídeos, canciones, cuentos, historias... Interesa hacer una renovación para dotar de los mejores recursos a la catequesis. Para que los niños disfruten cuando vienen aquí. Si disfrutan aprenderán e interiorizarán.


¿Qué más ha detectado, desde el Secretariado?

Otra cosa que hemos notado es que los niños venían, les explicaban cosas sobre Jesús y marchaban con unos conocimientos sobre Jesús, pero no conocían a Jesús. La catequesis no hacía algo que es básico: generar un vínculo, una relación, entre el que viene a la catequesis, el catequizando, y Jesús. El despertar en la fe que antes hacían los abuelos y los padres, en casa, ahora no lo hace nadie. Pero esto es pre-catequesis: la catequesis ya supone una fe, que tú educas y haces crecer.


Y ahora, esta base, ¿debe proponerla la catequesis?

Estamos intentando desde el SIC que el primer año sea de despertar en la fe. Te olvidas del libro y le introduces en la comunidad parroquial, en la oración, con el método del oratorio, y que el niño o la niña conozca y hable a Jesús. Tienen la capacidad de admiración y de establecer la relación con un personaje "imaginario". ¡Aprovechémoslo! Sin embargo, será un personaje más de la historia que vivió hace dos mil años con unos grandes valores. Pero eso no es catequesis. Catequesis es descubrir que Jesús está presente en tu vida, que puedes hablar y que te da fuerza para afrontar cualquier situación.


¿Os toca enseñar un hábito de oración, un lenguaje, una actitud...?

Sí, que el chico o la chica conozca Jesús a través de la oración y que sienta la parroquia como su casa. Y también introducirlos en los sacramentos, en la celebración de la eucaristía. Estos serían los objetivos de los dos primeros años para iniciar en la fe. Proponemos hacer después dos años de catequesis y aplazar un año la comunión. La mayoría de las veces la reciben en tercero. Proponemos recibirla en cuarto.


 ¿A qué ayuda este cambio?

Ayudará a la continuidad. Si terminan en sexto, la edad mínima para confirmarlos, garantizaríamos los cinco años de proceso ininterrumpido. No me interesa la edad de la comunión ni de la confirmación, incluso podríamos invertir el orden. Me interesa que los padres vengan durante cinco años a la parroquia.


¿Estarán dispuestos?

Este es el último reto. El primero, proponer una catequesis experiencial. El segundo, garantizar el conocimiento y el tercero, una catequesis que implique a toda la familia. ¿Por qué no vienen los padres? Porque ellos tampoco han conocido a Jesús, ni sienten la parroquia como su casa. Vienen, dejan el niño y aunque el niño cuente maravillas, los padres piensan que "son cosas de críos". El intento es crear este vínculo con los padres, de una forma muy humilde. Invitarlos a venir a hacer el oratorio con los niños, que se sorprendan del silencio que mantienen los niños: a veces son los niños los que evangelizan a los padres. "Si mi hijo está aquí con los ojos cerrados y reza, yo también debería hacer silencio que hace tiempo que no lo hago". Y otra cosa que nos hace mucha falta es presentar una fe adulta, válida para los adultos. Aparte de tener mil cosas, los padres no vienen porque igual que ya no les va bien el traje que llevaron el día de la primera comunión, la fe que les contaron, tampoco les sirve.


¿Qué haréis con ellos?

Convocarlos de vez en cuando y darles unas charlas tipo Alpha, de primera evangelización, para que digan "esto de la fe es algo que tendría que tomar en serio". Y coger el argumento de los hijos: si tú quieres esto por tus hijos, no puede ser que tú lo tengas verde. Pero sin culpabilizarlos, darles las herramientas para que ellos lo puedan hacer.


¿Y en el ámbito comunitario?

También queremos crear un ambiente familiar en la parroquia. Por ejemplo, hacer una comida el domingo, después de misa y, al terminar, charlar de temas difíciles de la fe: la resurrección, la vida eterna o el sentido del mal. Los padres se implicarán porque estas conversaciones las tienen, debemos generar curiosidad. Si los niños establecen un vínculo con Jesús y con la comunidad, y coincide con el vínculo que mantienen los padres en estas comidas mensuales, estaremos afrontando la realidad. El niño no es un elemento aislado: es él con sus circunstancias, su familia. Si acompañamos toda esta realidad la catequesis puede dar un salto.


¿Cuál es el perfil de los catequistas que han de emprender toda esta dinámica?

Creo que debe haber un relevo generacional, pero debe ser muy natural. La teoría es: si tú te conformas con hacer lo de siempre, la gente joven con inquietudes desaparece. Y se quedan las abuelas que siempre han hecho catequesis. ¡Y son muy loables y las hemos de tener en cuenta! No deben sentir que ahora las estamos apartando. Pero la propuesta catequética es muy ambiciosa: pide una conversión pastoral, para intentar acoger a toda la familia —si no hay feeling de generación, a veces cuesta—; y una conversión digital, para utilizar los recursos que estarán colgados en la web.


Y ¿cuál será el papel de las catequistas mayores?

Debemos aprovechar su bagaje. Me gustaría que haya un equipo de catequistas que acompañan, en el que todos puedan aportar su don. Quizás la catequista más veterana puede aportar bondad, paciencia, maternidad. Más hacer de abuela. Y alguien más joven, que trabaje con ella y conecte los equipos, quien sea quien dice las cosas y pone las normas... Quizás una es la que regaña, otra la que consuela. En un grupo de catequesis el ideal son tres catequistas: dos siempre y si una falla, que haya otra. O una dirige el oratorio y la otra sabe cantar.


Y si no hay suficientes catequistas, ¿juntar dos grupos?

Exacto: juntar grupos hace que las catequistas se sientan acompañadas. Jesús nunca enviaba a los discípulos solos. Si a la catequista mayor le pones una ayuda, y se trabaja con materiales nuevos, alguien joven que entra piensa "esto no es la catequesis de siempre, yo puedo aportar mucha cosa".


De rebote, hay un camino de fe que también deben recorrer las catequistas... ¿Cómo les puede ayudar no ir solas?

Tenemos un reto muy grande: los curas deben creer en la catequesis. Hacia el mes de noviembre desde el SIC ofreceremos una formación específica en este sentido. Para presentar el nuevo proyecto y para decirles "sois una pieza clave de la catequesis, tenéis que implicaros ". Muchas veces llaman a los catequistas y les dicen: "aquí tienes el libro y, por favor, no me des problemas". Ahora que estoy en el SIC lo veo: la mayoría de los catequistas se quejan de que el material no les funciona y que necesitan algo nuevo, que los padres no se lo creen y que les dejan los niños como si fuera una guardería y que en la parroquia se sienten muy solas.


¿Qué hace que el conjunto de la parroquia valore este servicio?

En las últimas jornadas miramos de explicar la centralidad de la catequesis: una parroquia sin catequesis morirá, porque no engendra nuevas personas en la fe. Pero es que una catequesis sin parroquia es una guardería.


Como una extraescolar más.

Exacto. Y tampoco nos interesa. Desde el método Alpha te dicen: desde el momento en que llega, la persona debe sentirse invitada. Si ofrecemos este espacio con los padres, la parroquia se implica a preparar la comida. ¿Qué hemos hecho? Coger todo aquello de pastoral de nueva evangelización que funciona e incorporar estos ingredientes en nuestra catequesis. Pero sin casarnos con nada. No es que la catequesis se convierta en un Alpha, sino que reconocemos como una gran intuición acoger las familias, invitarlas a comer y hablarles de temas que les interesen. O ampliar el oratorio, o trabajar el cuaderno de la Acción Católica, donde los chicos y chicas puedan explicar su experiencia cuando se les ha hablado del hijo pródigo. No inventamos nada. Intentamos hacer la mejor sopa con los ingredientes que ahora mismo funcionan, con humildad.


Esto es el recurso, el método. Volvemos a la persona: ¿cómo debe ser el catequista de hoy?

Debe ser una persona enamorada de Jesús, que se haya podido volver a convertir. Los cristianos enseguida caemos en las rutinas. Una persona que recupere aquel primer enamoramiento que le hizo pensar "yo quiero vivir mi fe y quiero hacer algo por la Iglesia". Debemos despertar la vocación del catequista, su identidad más originaria, su discipulado. Cuidarlos, acompañarlos espiritualmente, ofrecerles algún receso.


Para ello no se necesitan competencias digitales...

No, un catequista enamorado de Jesús, aunque no tenga competencias digitales, transmitirá a Jesús. Esto está muy claro. Lo que no podemos hacer es coger la primera persona que tenga disponibilidad horaria y decirle "venga, da la catequesis" sin que sepa nada. "Aguanta los niños y yo ya te daré una ficha". Y esto pasa...


A las familias que piden la catequesis para los hijos, ¿se las debe recibir con una carpeta de normas?

Con esto nos estamos equivocando. Si somos tan rígidos, damos la sensación de trabajo extraescolar: "aquí funcionamos así, si te gusta, bien, y si no, también". Si la catequesis es un lugar donde te tienes que sentir como en casa, en principio te habrían de hacer un traje a medida, según tus necesidades. Se entiende que no se puede hacer para todos. Pero tampoco que, de buenas a primeras, la familia vea la actitud negativa de decir "esto o la puerta". Con el tiempo también ves quién te toma el pelo. Nosotros hacemos una propuesta de máximos, de excelencia, si después la persona se quiere marchar, la vida es así. Yo me he dejado tomar el pelo.


 Pero hay una cierta pedagogía del compromiso...

A los padres les pongo un ejemplo: su hijo está en un equipo de fútbol, ​​que tiene sus partidos, y deciden que los sábados no les va bien llevarlo a dichos partidos, porque tienen que madrugar. Llegará un momento en que, si el equipo gana el campeonato, el hijo también lo habrá ganado (es decir, también le darás la comunión). El problema será qué significado tiene para él aquella copa (o este cáliz). No sabrá qué significa, ni el esfuerzo que supone, ni vivirá aquello tan bonito de las cosas compartidas, mientras que los otros lo disfrutarán. Ellos eligen, la responsabilidad es de los padres. Pero yo no soy quién para decirles que no. Al final un sacramento es como muy gratuito: cuando Jesús murió en la cruz por nosotros nadie nos lo merecíamos. Y con esta gratuidad también desencajas a la gente. No damos un título académico, no estamos certificando nada.


Esta proximidad y conocimiento de Jesús ¿es el objetivo final?

Sí, y rebasa al niño y abarca a toda la familia, con todo tipo de realidades: padres separados, madres y padres solteros, de familias con dos padres o dos madres. El niño tiene todo el derecho a que se le hable de Jesús y Jesús lo acogerá sea cual sea el entorno familiar. No soy nadie para juzgarlo. Y, por otro lado, los niños son muy listos, son muy conscientes de las limitaciones de los padres. Si ven que tú los quieres, aún te quieren más. ¡Son fantásticos! Si con una mirada, los niños ven que desacreditas o menosprecias a sus padres, pierdes toda posibilidad como educador de tener algún tipo de influencia.


 Miremos su caso. Sintió un llamada para la educación, pero descarta el magisterio y elige hacerse cura. ¿Por qué?

Por culpa de un cura: mosén Antoni Roquer. Una persona que me acogió siempre, de una forma muy gratuita, sin pedirme casi nada, se ganó mi confianza y siempre intentó ayudarme. Yo estudiaba magisterio. Mi padre era albañil, autónomo, se pilló los dedos con un proyecto bastante grande: había adelantado dinero y no hubo el retorno esperado, la obra quedó parada y él quedó sumido en una depresión brutal. Mi hermana también es maestra y estábamos estudiando los dos. Yo empezaba y ella acababa. Total, que no teníamos el dinero para continuar la carrera.


¿Qué hicisteis?

Mi madre tampoco era de misa, pero sabía que el cura nos quería. Con mi hermana hacíamos ambos de catequistas en la parroquia. Y se fue a verlo a escondidas de nosotros y le explicó la situación. "Juan durante unos años tendrá que dejar los estudios porque no podemos pagar la carrera de los dos". Él dijo "si Juan sirve para ello, yo le ayudaré. Y no le digas nada". Pero yo sabía el dinero que entraba en casa ya que había trabajado todos los veranos ayudando a mi padre; le decía a mi madre: "María que termine la carrera y yo me voy a trabajar de albañil". Me dijo que no, que tenía el dinero. Yo estaba enfadadísimo, porque pensaba "préstamos son más deudas". Al final, después de mucho discutir me dijo que el dinero era del cura. Muy orgulloso, fui a decirle: "No necesito tu dinero, yo no soy pobre, no quiero caridad". Y él me dijo: "Esta es la última cosa que te falta aprender y que Dios te toque el corazón". Y allí me desmontó. Yo quería ser autosuficiente: quería ayudar a los demás pero que nadie me hubiera de ayudar. Tuve una caída del caballo muy a lo bestia. Y pensé que si quería enseñar algo era lo que había aprendido de este hombre. Y así fue. Dejé de estudiar magisterio, y fue para intentar que otros descubran al maestro.


Tenía 19 años y me fui al Seminario interdiocesano.

Sí, había terminado primero de magisterio. Fue muy bonito. El verano pasado murió este cura y tuve la suerte de poder acompañarle los últimos años de su vida. Era un santo, una persona muy humilde, generosa, un místico de las montañas del Montsant. Había sido vicario episcopal, por tanto, había tenido mucho poder, y luego fue párroco en  Cornudella, el último rincón del mundo, donde nadie quería ir... Por suerte se quedó en el Priorat y vino a Falset, si no, no lo hubiera conocido nunca y mi vida hubiera sido totalmente diferente. Es una persona que me hizo sentir la parroquia como mi casa y me hizo descubrir un Jesús muy real. Y en eso estamos: que la catequesis sirva para ello.


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