Juan Águila: "No podemos
coger de catequista la primera persona con disponibilidad horaria"
(Laura Mor -CR / Valls) Es catequista
desde los 16 años y cree en una pedagogía de la fe más vivencial y
dinámica. Un servicio que proponga Jesús no como personaje histórico, sino
como alguien relevante en la vida de los niños y las familias. Juan
Águila Chavero asumió la dirección del Secretariado Interdiocesano de
Catequesis de Cataluña y Baleares (SIC) el mes de febrero. Es
profesor de religión en secundaria en el Colegio Santa Teresa de Jesús de
Tarragona; en la Universidad Rovira i Virgili forma futuros maestros de
religión; e imparte clases sobre catequesis en el Instituto de Ciencias
Religiosas San Fructuoso de Tarragona.
Le hemos entrevistado en
los locales parroquiales y en la iglesia de San Juan Bautista de Valls, la
primera parroquia donde lo enviaron saliendo del seminario. Aquí se
implicó con el grupo scout. Y hoy es el párroco. Entre pasillos nos
cuenta que ora con la guitarra, cantando. Y aquí salen las letras de las
canciones del grupo Canta tu fe. Con él
hablamos hoy sobre qué catequesis sueña para nuestro país.
¿En la parroquia de
San Juan Bautista descubrió el mundo del ocio?
Sí, de niño había
hecho colonias parroquiales, pero con los padres íbamos en verano a Andalucía,
a encontrarnos con los primos. Y descubrí el mundo del ocio cuando llegué
aquí y el cura me dijo "ponte al frente y acompaña a esta gente". Para
mí fue todo un descubrimiento. La educación siempre me había
apasionado. Antes de entrar en el seminario había hecho un año de
magisterio, porque estaba entre ser maestro o cura. Conocí el mundo del
ocio después de haber conocido la catequesis, que es mucho más reglada. Y
estoy feliz de haber trabajado con niños y jóvenes en el ámbito educativo.
Puede sonar a tópico,
pero creo que debemos olvidarnos mucho de los libros y empezar a hacer una
catequesis experiencial. De hecho, la catequesis anterior ya buscaba
esto. Pero con el catecismo y el cuaderno que salió de los obispos
quedábamos un poco encorsetados. Ahora desde el SIC estamos intentando
hacer un nuevo material, queremos ofrecer recursos. Habrá una guía, un
cuaderno donde el niño explicará que ha vivido, sus experiencias, pero no será
tan pautado. La voluntad es esta. Desde los 16 años que yo soy
catequista lo que concluyo es esto: que la catequesis sea más dinámica, menos
escolar. También hasta ahora el SIC había trabajado con el voluntariado de
los catequistas y de los especialistas en catequética, pidiéndoles que hicieran
este material. Cuando pides eso a unos voluntarios pueden pasar dos cosas:
que se eternice hasta que salga bien hecho o que, si metes prisa, aparezca un
material que no satisface.
¿El SIC está
favoreciendo un camino hacia la profesionalización?
Como mínimo pedimos
ayuda a profesionales, invirtiendo dinero en que el material esté realmente a
la altura de los descubrimientos que se hacen a nivel pedagógico. Queremos
hacer una aplicación que sea útil, una web más interactiva, que tenga mucho más
protagonismo, con vídeos, canciones, cuentos, historias... Interesa hacer una
renovación para dotar de los mejores recursos a la catequesis. Para que
los niños disfruten cuando vienen aquí. Si disfrutan aprenderán e
interiorizarán.
¿Qué más ha detectado,
desde el Secretariado?
Otra cosa que hemos
notado es que los niños venían, les explicaban cosas sobre Jesús y marchaban
con unos conocimientos sobre Jesús, pero no conocían a Jesús. La
catequesis no hacía algo que es básico: generar un vínculo, una relación, entre
el que viene a la catequesis, el catequizando, y Jesús. El despertar en la
fe que antes hacían los abuelos y los padres, en casa, ahora no lo hace
nadie. Pero esto es pre-catequesis: la catequesis ya supone una fe, que tú
educas y haces crecer.
Y ahora, esta base, ¿debe
proponerla la catequesis?
Estamos intentando
desde el SIC que el primer año sea de despertar en la fe. Te olvidas del
libro y le introduces en la comunidad parroquial, en la oración, con el método
del oratorio, y que el niño o la niña conozca y hable a Jesús. Tienen la
capacidad de admiración y de establecer la relación con un personaje "imaginario".
¡Aprovechémoslo! Sin embargo, será un personaje más de la historia que vivió
hace dos mil años con unos grandes valores. Pero eso no es
catequesis. Catequesis es descubrir que Jesús está presente en tu vida,
que puedes hablar y que te da fuerza para afrontar cualquier situación.
¿Os toca enseñar un
hábito de oración, un lenguaje, una actitud...?
Sí, que el chico o la
chica conozca Jesús a través de la oración y que sienta la parroquia como su casa. Y
también introducirlos en los sacramentos, en la celebración de la
eucaristía. Estos serían los objetivos de los dos primeros años para iniciar
en la fe. Proponemos hacer después dos años de catequesis y aplazar un año
la comunión. La mayoría de las veces la reciben en tercero. Proponemos
recibirla en cuarto.
¿A qué ayuda este
cambio?
Ayudará a la
continuidad. Si terminan en sexto, la edad mínima para confirmarlos,
garantizaríamos los cinco años de proceso ininterrumpido. No me interesa
la edad de la comunión ni de la confirmación, incluso podríamos invertir el
orden. Me interesa que los padres vengan durante cinco años a la
parroquia.
¿Estarán dispuestos?
Este es el último
reto. El primero, proponer una catequesis experiencial. El segundo, garantizar
el conocimiento y el tercero, una catequesis que implique a toda la
familia. ¿Por qué no vienen los padres? Porque ellos tampoco han
conocido a Jesús, ni sienten la parroquia como su casa. Vienen, dejan el
niño y aunque el niño cuente maravillas, los padres piensan que "son cosas
de críos". El intento es crear este vínculo con los
padres, de una forma muy humilde. Invitarlos a venir a hacer el oratorio
con los niños, que se sorprendan del silencio que mantienen los niños: a veces
son los niños los que evangelizan a los padres. "Si mi hijo está aquí
con los ojos cerrados y reza, yo también debería hacer silencio que hace tiempo
que no lo hago". Y otra cosa que nos hace mucha falta es presentar
una fe adulta, válida para los adultos. Aparte de tener mil cosas, los
padres no vienen porque igual que ya no les va bien el traje que llevaron el
día de la primera comunión, la fe que les contaron, tampoco les sirve.
¿Qué haréis con ellos?
Convocarlos de vez en
cuando y darles unas charlas tipo Alpha, de primera evangelización, para que
digan "esto de la fe es algo que tendría que tomar en serio". Y
coger el argumento de los hijos: si tú quieres esto por tus hijos, no puede ser
que tú lo tengas verde. Pero sin culpabilizarlos, darles las herramientas
para que ellos lo puedan hacer.
¿Y en el ámbito
comunitario?
También queremos crear
un ambiente familiar en la parroquia. Por ejemplo, hacer una comida el domingo,
después de misa y, al terminar, charlar de temas difíciles de la fe: la
resurrección, la vida eterna o el sentido del mal. Los padres se implicarán
porque estas conversaciones las tienen, debemos generar curiosidad. Si los
niños establecen un vínculo con Jesús y con la comunidad, y coincide con el
vínculo que mantienen los padres en estas comidas mensuales, estaremos
afrontando la realidad. El niño no es un elemento aislado: es él con sus
circunstancias, su familia. Si acompañamos toda esta realidad la
catequesis puede dar un salto.
¿Cuál es el perfil de
los catequistas que han de emprender toda esta dinámica?
Creo que debe haber un
relevo generacional, pero debe ser muy natural. La teoría es: si tú te
conformas con hacer lo de siempre, la gente joven con inquietudes
desaparece. Y se quedan las abuelas que siempre han hecho catequesis. ¡Y
son muy loables y las hemos de tener en cuenta! No deben sentir que ahora
las estamos apartando. Pero la propuesta catequética es muy ambiciosa:
pide una conversión pastoral, para intentar acoger a toda la familia —si no
hay feeling de generación, a veces cuesta—; y una
conversión digital, para utilizar los recursos que estarán colgados en la web.
Y ¿cuál será el papel
de las catequistas mayores?
Debemos aprovechar su
bagaje. Me gustaría que haya un equipo de catequistas que acompañan, en el
que todos puedan aportar su don. Quizás la catequista más veterana puede
aportar bondad, paciencia, maternidad. Más hacer de abuela. Y alguien
más joven, que trabaje con ella y conecte los equipos, quien sea quien dice las
cosas y pone las normas... Quizás una es la que regaña, otra la que consuela. En
un grupo de catequesis el ideal son tres catequistas: dos siempre y si una
falla, que haya otra. O una dirige el oratorio y la otra sabe cantar.
Y si no hay suficientes
catequistas, ¿juntar dos grupos?
Exacto: juntar grupos
hace que las catequistas se sientan acompañadas. Jesús nunca enviaba a los
discípulos solos. Si a la catequista mayor le pones una ayuda, y se trabaja
con materiales nuevos, alguien joven que entra piensa "esto no es la
catequesis de siempre, yo puedo aportar mucha cosa".
De rebote,
hay un camino de fe que también deben recorrer las catequistas... ¿Cómo les
puede ayudar no ir solas?
Tenemos un reto muy
grande: los curas deben creer en la catequesis. Hacia el mes de noviembre
desde el SIC ofreceremos una formación específica en este sentido. Para
presentar el nuevo proyecto y para decirles "sois una pieza clave de la
catequesis, tenéis que implicaros ". Muchas veces llaman a los
catequistas y les dicen: "aquí tienes el libro y, por favor, no me des
problemas". Ahora que estoy en el SIC lo veo: la mayoría de los
catequistas se quejan de que el material no les funciona y que necesitan algo
nuevo, que los padres no se lo creen y que les dejan los niños como si fuera
una guardería y que en la parroquia se sienten muy solas.
¿Qué hace que el
conjunto de la parroquia valore este servicio?
En las últimas
jornadas miramos de explicar la centralidad de la catequesis: una parroquia sin
catequesis morirá, porque no engendra nuevas personas en la fe. Pero es
que una catequesis sin parroquia es una guardería.
Como una extraescolar
más.
Exacto. Y tampoco
nos interesa. Desde el método Alpha te dicen: desde el momento en que
llega, la persona debe sentirse invitada. Si ofrecemos este espacio con
los padres, la parroquia se implica a preparar la comida. ¿Qué hemos
hecho? Coger todo aquello de pastoral de nueva evangelización que funciona
e incorporar estos ingredientes en nuestra catequesis. Pero sin casarnos
con nada. No es que la catequesis se convierta en un Alpha, sino que
reconocemos como una gran intuición acoger las familias, invitarlas a comer y
hablarles de temas que les interesen. O ampliar el oratorio, o trabajar el
cuaderno de la Acción Católica, donde los chicos y chicas puedan explicar su
experiencia cuando se les ha hablado del hijo pródigo. No inventamos
nada. Intentamos hacer la mejor sopa con los ingredientes que ahora mismo
funcionan, con humildad.
Esto es el recurso, el
método. Volvemos a la persona: ¿cómo debe ser el catequista de hoy?
Debe ser una persona
enamorada de Jesús, que se haya podido volver a convertir. Los cristianos
enseguida caemos en las rutinas. Una persona que recupere aquel primer
enamoramiento que le hizo pensar "yo quiero vivir mi fe y quiero hacer
algo por la Iglesia". Debemos despertar la vocación del catequista,
su identidad más originaria, su discipulado. Cuidarlos, acompañarlos
espiritualmente, ofrecerles algún receso.
Para ello no se
necesitan competencias digitales...
No, un catequista
enamorado de Jesús, aunque no tenga competencias digitales, transmitirá
a Jesús. Esto está muy claro. Lo que no podemos hacer es coger la
primera persona que tenga disponibilidad horaria y decirle "venga, da la
catequesis" sin que sepa nada. "Aguanta los niños y yo ya te
daré una ficha". Y esto pasa...
A las familias que
piden la catequesis para los hijos, ¿se las debe recibir con una carpeta de
normas?
Con esto nos estamos
equivocando. Si somos tan rígidos, damos la sensación de trabajo extraescolar:
"aquí funcionamos así, si te gusta, bien, y si no, también". Si
la catequesis es un lugar donde te tienes que sentir como en casa, en principio
te habrían de hacer un traje a medida, según tus necesidades. Se entiende
que no se puede hacer para todos. Pero tampoco que, de buenas a primeras,
la familia vea la actitud negativa de decir "esto o la
puerta". Con el tiempo también ves quién te toma el pelo. Nosotros
hacemos una propuesta de máximos, de excelencia, si después la persona se
quiere marchar, la vida es así. Yo me he dejado tomar el pelo.
Pero hay una
cierta pedagogía del compromiso...
A los padres les pongo
un ejemplo: su hijo está en un equipo de fútbol, que tiene sus partidos, y
deciden que los sábados no les va bien llevarlo a dichos partidos, porque tienen
que madrugar. Llegará un momento en que, si el equipo gana el campeonato,
el hijo también lo habrá ganado (es decir, también le darás la comunión). El
problema será qué significado tiene para él aquella copa (o este cáliz). No
sabrá qué significa, ni el esfuerzo que supone, ni vivirá aquello tan bonito de
las cosas compartidas, mientras que los otros lo disfrutarán. Ellos
eligen, la responsabilidad es de los padres. Pero yo no soy quién para
decirles que no. Al final un sacramento es como muy gratuito: cuando Jesús
murió en la cruz por nosotros nadie nos lo merecíamos. Y con esta
gratuidad también desencajas a la gente. No damos un título académico, no
estamos certificando nada.
Esta proximidad y
conocimiento de Jesús ¿es el objetivo final?
Sí, y rebasa al niño y
abarca a toda la familia, con todo tipo de realidades: padres separados, madres y
padres solteros, de familias con dos padres o dos madres. El niño tiene
todo el derecho a que se le hable de Jesús y Jesús lo acogerá sea cual sea el
entorno familiar. No soy nadie para juzgarlo. Y, por otro lado, los
niños son muy listos, son muy conscientes de las limitaciones de los
padres. Si ven que tú los quieres, aún te quieren más. ¡Son
fantásticos! Si con una mirada, los niños ven que desacreditas o
menosprecias a sus padres, pierdes toda posibilidad como educador de tener algún
tipo de influencia.
Miremos su
caso. Sintió un llamada para la educación, pero descarta el magisterio y
elige hacerse cura. ¿Por qué?
Por culpa de un cura:
mosén Antoni Roquer. Una persona que me acogió siempre, de una forma muy
gratuita, sin pedirme casi nada, se ganó mi confianza y siempre intentó ayudarme. Yo
estudiaba magisterio. Mi padre era albañil, autónomo, se pilló los dedos
con un proyecto bastante grande: había adelantado dinero y no hubo el retorno
esperado, la obra quedó parada y él quedó sumido en una depresión
brutal. Mi hermana también es maestra y estábamos estudiando los
dos. Yo empezaba y ella acababa. Total, que no teníamos el dinero
para continuar la carrera.
¿Qué hicisteis?
Mi madre tampoco era
de misa, pero sabía que el cura nos quería. Con mi hermana hacíamos ambos
de catequistas en la parroquia. Y se fue a verlo a escondidas de nosotros
y le explicó la situación. "Juan durante unos años tendrá que dejar
los estudios porque no podemos pagar la carrera de los dos". Él dijo
"si Juan sirve para ello, yo le ayudaré. Y no le digas
nada". Pero yo sabía el dinero que entraba en casa ya que había
trabajado todos los veranos ayudando a mi padre; le decía a mi madre:
"María que termine la carrera y yo me voy a trabajar de
albañil". Me dijo que no, que tenía el dinero. Yo estaba enfadadísimo,
porque pensaba "préstamos son más deudas". Al final, después de
mucho discutir me dijo que el dinero era del cura. Muy orgulloso, fui a
decirle: "No necesito tu dinero, yo no soy pobre, no quiero caridad". Y él me dijo: "Esta es la última cosa que te falta aprender y
que Dios te toque el corazón". Y allí me desmontó. Yo quería ser
autosuficiente: quería ayudar a los demás pero que nadie me hubiera de
ayudar. Tuve una caída del caballo muy a lo bestia. Y pensé que si
quería enseñar algo era lo que había aprendido de este hombre. Y así
fue. Dejé de estudiar magisterio, y fue para intentar que otros descubran al
maestro.
Tenía 19 años y me fui
al Seminario interdiocesano.
Sí, había terminado
primero de magisterio. Fue muy bonito. El verano pasado murió este
cura y tuve la suerte de poder acompañarle los últimos años de su
vida. Era un santo, una persona muy humilde, generosa, un místico de las
montañas del Montsant. Había sido vicario episcopal, por tanto, había
tenido mucho poder, y luego fue párroco en
Cornudella, el último rincón del mundo, donde nadie quería ir... Por
suerte se quedó en el Priorat y vino a Falset, si no, no lo hubiera conocido
nunca y mi vida hubiera sido totalmente diferente. Es una persona que me
hizo sentir la parroquia como mi casa y me hizo descubrir un Jesús muy
real. Y en eso estamos: que la catequesis sirva para ello.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Identifícate con tu e-mail para poder moderar los comentarios.
Eskerrik asko.