Extractado del
artículo “La nueva evangelización y la parroquia”,
de Alphonse Borras (Vicario general de Lieja)
en la revista Catequética
La
institución parroquial no ha dejado de evolucionar desde hace quince siglos
asumiendo una variedad de figuras que, en cada periodo convulsivo de su
historia, le han permitido, como el ave fénix, renacer de sus cenizas. Desde
hace sesenta años, en el ámbito francófono, ha sido objeto de crónicas de muerte(s)
anunciada(s) que han sido rápidamente desmentidas por los hechos.
…
El mundo
sigue cambiando e inevitablemente esto afecta la parroquia.
…
La
parroquia, es verdad, no es toda la vida de la Iglesia, pero es ella la
que, en gran parte traduce la visibilidad del anuncio del Evangelio y de la construcción
de la Iglesia
en este lugar. No es ella la única
realidad eclesial de una diócesis
…
A todas
las comunidades eclesiales les concierne el tema de la evangelización, pero a
cada una en función de su especificidad institucional. Lo que importa es comprender
la originalidad institucional de la parroquia pues es en cuanto tal –como
parroquia- como contribuye a la misión de la Iglesia y no como asociación de fieles o como
institución secular.
…
Quiero
partir, ante todo, de una constatación fácilmente verificable en pastoral: la
parroquia concierne a un amplio abanico de personas que la frecuentan por
motivos muy diversos. Por ellas se hace
presente la Iglesia
en la sociedad y son estas personas las que la insertan en el tejido social y cultural del entorno.
…
La
parroquia está compuesta por una diversidad de personas que se cruzan, se
relaciona y caminan juntos -sólo unos pasos o un largo camino- porque se
sienten o creen sentirse concernidos por el “hecho cristiano”… este pueblo
abigarrado, con la gente tal como es -la variedad de carismas, de
sensibilidades, de motivaciones, en definitiva, de caminos- es quien da
testimonio de esta experiencia fundadora del encuentro con el Dios de
Jesucristo. Este es el objeto de la evangelización.
…
El
objetivo de la evangelización, es decir, de este dinamismo inherente a la
comunidad eclesial, es “transmitir la fe”. … La transmisión concierne a una
experiencia, la del encuentro con Jesucristo…. En este sentido, se puede
describir la transmisión de la fe como la creación, en todo lugar y tiempo, de
las condiciones para que se de este encuentro entre los seres humanos y
Jesucristo. … Se trata, pues, de ver cómo la parroquia puede ofrecer las
condiciones de esta experiencia.
…
Mi
convicción es la siguiente: la “crisis” de la parroquia es un epifenómeno de la
crisis de la transmisión inherente a la postmodernidad. En la parroquia es
donde más se tocan precisamente casi con el dedo las convulsiones que
atraviesan el catolicismo en Occidente y más allá. En este sentido, lo que está
en juego en la “crisis” de la parroquia es, por una parte, la imagen que se
tiene de la presencia de la
Iglesia en nuestros países y, por otra, la imagen que se
tiene de su relación con la sociedad y la cultura ambiental.
…
La
parroquia se inserta en un lugar,
toma cuerpo en un tejido social, el de su entorno humano, y, al mismo tiempo,
forma parte de una amplia red extendida por el espacio eclesial de una
diócesis. Me gusta describir la parroquia en estos términos: en continuidad con
la Iglesia
urbana y episcopal de los cuatro primeros siglos, la parroquia es “en este
lugar la Iglesia
para todo y para todos”.
La
parroquia es “para todo”: ofrece lo esencial o al menos lo mínimo necesario
para “hacerse cristiano” y para “hacer Iglesia” en este lugar. … La parroquia
no lo ofrece todo, sino “lo esencial” –lo que es indispensable- … Es, por
antonomasia, una institución de cercanía: se hace cercana a su entorno humano
para darle a conocer el Evangelio anunciado, celebrado y vivido.
…
Es
importante medir bien el alcance de la pertenencia objetiva en virtud de la
erección canónica: más allá de su utilidad administrativa, es la expresión
institucional de que la
Iglesia garantiza a todos y a cada uno en este lugar que son
de la parroquia, que forman parte de ella, dicho de otro modo, que, en la
parroquia están “en su casa”.
…
La vida
parroquial alcanza, en efecto, a un amplio abanico de personas, practicantes
habituales o temporales, y hasta laicos comprometidos, en toda la diversidad de
sus situaciones. Hay, ciertamente, feligreses “visibles”, pero también todos
los demás. Estoy pensando en los invisibles, socialmente hablando, los
excluidos de todo género, los dados por perdidos. Estoy pensando en las personas
que están solas, aisladas, hasta las marginadas por un fracaso profesional,
afectivo, conyugal o familiar, en las que lo superan y deciden volverse a
casar. Pienso sobre todo en los que están ahí porque no tienen la posibilidad
ni los medios para mudarse: personas
ancianas, enfermas o aisladas, en precariedad social, etc.
Teniendo
en cuenta a toda esta “gente”, no es exagerado decir que la parroquia es el
“privilegio de los pobres” porque es ciertamente su vocación -lo mismo que la
de la Iglesia
en su conjunto- de ser “para todos”, sin previa condición de adherirse a una
carta o a un programa sino simplemente por el hecho de haber sido afectado por
poco que sea por la riqueza del Evangelio.
…
La
primera condición para tener experiencia de Cristo es evidente: es necesario
que la parroquia sea verdaderamente “Iglesia”, asamblea de creyentes, llamados
y enviados a participar de la comunión de vida con el Padre, en Cristo, cuyo
cuerpo eclesial es en este lugar, y por el Espíritu Santo que lo edifica con
sus dones. …
La Iglesia es,
ciertamente, un cuerpo confuso y las motivaciones de los feligreses son muy
diferentes, pero la fe es verdaderamente la que más o menos -y según los
momentos de la vida en sus diferentes grados- mantiene la adhesión de un cierto
número de ellos y da unidad a su testimonio.
¿Deberíamos
hablar de un “núcleo confesante de la parroquia”? La expresión es muy peligrosa
pues insinúa que este núcleo es identificable, lo cual sería profundamente de
lamentar pues crearía así una barrera entre los “creyentes” y los “otros”,
réplica de aquella otra barrera entre los “judeo-cristianos” y los
“pagano-cristianos” de las primeras generaciones de la Iglesia. La parroquia es
confesante porque tiene intención confesante,
es lo que fieles, pastores y otros ministros se proponen vivir explicita,
resueltamente y con audacia…
…
La
parroquia está allí donde hay feligreses que –desde la diversidad de sus
caminos y la variedad de sus motivaciones- tejen un vivir común digno del Reino….
Liberados de su obsesión por su propia supervivencia… los feligreses deben proseguir
esta obra hoy más que ayer, en un mundo desencantado.
…
Con esta
actitud de caminar, discreta y pacientemente, los feligreses podrán hacerse
compañeros de camino de sus hermanos y hermanas en humanidad. Y este
compañerismo es el que hará que la presencia de la Iglesia se inserte en el
tejido social.
…
La vida
parroquial, a estos efectos, no está desprovista de posibilidades de acogida y
de emprender y de hacer el camino: con los padres con ocasión de la catequesis
de sus hijos, en la preparación de los novios para el matrimonio, en la acogida
a quienes solicitan el bautismo, en los servicios de ayuda mutua y de
solidaridad de Caritas, en el acompañamiento espiritual o la escucha de las
personas, en el despacho parroquial, en el sacramento de la reconciliación,
etc., sin olvidar la asamblea dominical en torno a la doble mesa de la Palabra y del Pan, a
condición de que todas estas actividades parroquiales eviten la rutina y la
repetición y carezcan de toda veleidad de conquista y proselitismo.
J. Oñate
Es un gema mucho más original de lo que parece, si lo comparamos con las cuatro ideas teologizadas que muchos mantienen o mantenemos sobre la evangelización.
ResponderEliminarInteresante de verdad.
Tanto que bien merecería ser uno de esos temas que trabajase el foro con una metodología facilitadora, para ofrecer después no una reflexión, sino una orientación de actuaciones y modos.
Txelis