monseñor Vitus Huonder |
Ludovica Eugenio
No es
querido, de ninguna manera, en la diócesis de Coira (Chur), cantón Graubünden, el controvertido obispo monseñor Vitus Huonder, conocido,
desde hace años, por sus decisiones ultraconservadoras e impopulares. Son éstas
las que se encuentran en el origen de las protestas y de las peticiones de
dimisión formuladas por los católicos de Coira.
Sin
embargo, tal y como se puede deducir de una reciente comunicación, sigue contando
con el apoyo del Vaticano, después del ataque del consejero de Estado de Zurich,
Martin Graf, de los Verdes. Éste afirmó en 2013 que la Iglesia “se había
quedado atascada en la Edad Media” y que su negativa a aceptar mujeres en el sacerdocio
era una violación de la Constitución.
La respuesta
de Huonder fue inmediata, afeándole no “conocer la Iglesia católica” y pidiéndole
que se excusara, algo que hizo rectificando ligeramente el sentido de sus
palabras. Tal y como ha declarado recientemente el responsable de los medios de
comunicación de la nunciatura apostólica en Suiza, Giuseppe García, el apoyo
del Vaticano a Huonder llegó a la nunciatura a finales de abril, a través de la
Secretaría de Estado Vaticana, en forma de agradecimiento por haber defendido firmemente
la posición de la Iglesia.
Una diócesis en guerra permanente
Nombrado
obispo de Coira en 2007, Huonder ha estado, desde el primer momento, en el centro
de encendidas polémicas que han reactivado en la atormentada diócesis suiza el
clima de los años 90, cuando los fieles se sublevaron entonces contra el obispo,
el opusdeista monseñor Wolfgang Haas (del que Huonder fue un estrecho colaborador)
hasta que la situación se hizo totalmente insoportable y Roma tuvo que apartar
al obispo, trasladándolo a la archidiócesis de Vaduz, en Liechtenstein.
En 2011 se
puso en marcha la iniciativa más contundente y llamativa en su contra: los
fieles de la Conferencia de Biberbrugg, el organismo que reúne a las siete
Iglesias cantonales de la diócesis de Coira (con jurisdicción sobre los
cantones de Graubünden, Glarus, Zurich, Nidwalden y Uri) tomaron
la decisión de solicitar a los gobiernos cantonales (tal y como está previsto en
la Constitución Federal de la Confederación suiza), la remoción del obispo, sin
alcanzar el objetivo esperado.
La iniciativa
contó con el apoyo del teólogo Hans Küng, quien declaró que el obispo ya no estaba
en condiciones de dirigir su diócesis, habida cuenta de que once de los
diecisiete arciprestes se habían desmarcado del prelado.
En marzo
de este mismo año, miles de fieles se manifestaron por calles de Sankt Gallen
al grito de “Ya basta” (“Basta ya de marginaciones, discriminaciones,
feudalismo y sistemáticas discusiones con las estructuras estatales y de
derecho canónico”). Y lo hicieron protestando contra el obispo, culpable de haber
estigmatizado recientemente a los homosexuales y divorciados vueltos a casar,
pero, también, contra su “pupilo”, el muy odiado vicario general, monseñor Martin
Grichting, autor de la propuesta de abolir el actual impuesto eclesiástico (un
privilegio concedido a las Iglesias en virtud de su reconocimiento como
instituciones de derecho público), y reemplazarlo por un sistema parecido al
del 8 por mil italiano.
La manifestación
estuvo presidida en su cabecera por un cartel firmado por muchas asociaciones
católicas que ya en febrero habían difundido un comunicado en el que decían que
“muchos católicos ya no pueden soportar la manera como la Iglesia se está
desacreditando”; de ahí la petición –dirigida al obispo de Sankt Gallen, monseñor
Markus Büchel, presidente de la Conferencia episcopal suiza- para que
intercediera ante el papa Francesco y enviara a Coira un administrador creíble,
que contara con el apoyo de la mayoría de los fieles.
El gesto
de solidaridad de la Secretaría de Estado parece ir en la dirección opuesta a
la solicitada por estos manifestantes.
Un error tras otro
Huonder
ya azuzó las tensiones, al día siguiente de su nombramiento, cuando prohibió que
los laicos predicaran en las misas. Pero empeoró la situación adoptando medidas
muy controvertidas: el nombramiento, en las primeras semanas de 2010, como obispo
auxiliar (en Zurich), de un conservador, el abad benedictino padre Marian
Eleganti. Tal nombramiento hizo aflorar los roces entre Coira y Zurich, habida
cuenta de que los responsables eclesiales locales habrían preferido confiar dicha
responsabilidad al padre Joseph Annen, más moderado, y que posteriormente acabó
como colaborador de Eleganti, al ser nombrado vicario general de los cantones
de Zurich y Glarus.
Algunos
meses después, lo que desencadenó las protestas fue la decisión de nombrar como
segundo obispo auxiliar al vicario Martin Grichting, canonista formado en la Pontificia
Universidad del Santa Cruz (Opus Dei), también, como él, ultraconservador y
tradicionalista. Fue una decisión que tuvo que ser revocada por la fuerte
oposición de las Iglesias cantonales y por el insoportable el clima que se
vivió en la diócesis aquellos días. Por voluntad del papa Ratzinger, quizás
para resarcirle del fallido nombramiento, se le concedió en 2011, un
prestigioso título, prelado de honor (decisión que volvió a exacerbar, una vez
más, los ánimos del pueblo católico), después de haberle destinado como consultor
de la Congregación para el Clero. En la situación actual, y visto que Roma no
parece estar dispuesta a cambiar su valoración de la gestión que realizada por Huonder,
Martin Grichting se decanta como su más probable sucesor en 2017, año en el que
cumplirá 75 años.
Estas decisiones
impopulares han provocado dos dimisiones de peso, motivadas por “profundas
divergencias de fondo con el obispo”: la de Ernst Fuchs, rector del seminario
de San Lucio en Coira y la de Andreas Rellstab, vicario general de la diócesis
desde 2008, responsable de Graubünden, ambos muy queridos
en la diócesis. A pesar de estas dimisiones, Huonder continuó con su personal
política nombrando rector del seminario a Eleganti, posteriormente destinado a Coira
como obispo auxiliar.
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