lunes, 13 de mayo de 2013

“Comisiones para la Verdad y la Reconciliación” en el País Vasco

Una propuesta de Mons. Juan Mª Uriarte Goiricelaya



            El 4 y 5 de marzo de 2012, organizadas por la Facultad de Teología de Vitoria y el Instituto Teológico de Vida Religiosa, se celebraron en Vitoria – Gasteiz las XII Jornadas de Teología y Pastoral bajo el título general de “’Reconciliación’ tras el cese definitivo de ETA”.

Las intervenciones de los diferentes ponentes han sido publicadas en la revista LUMEN que publica la Facultad de Teología.

Por su interés, reproducimos las páginas en las que D. J. Mª Uriarte propone  la creación de “Comisiones para la Verdad y la Reconciliación”.

A quien quiera acceder al texto completo, le remitimos a la revista en la que, además, encontrará otras intervenciones de indudable interés [1]


***


“Una de las víctimas de los conflictos violentos suele ser la verdad. Cuando cesa la confrontación armada la tentación suele consistir en ocultar o enmascarar la verdad, bien negando los crímenes y delitos, bien justificándolos con ideologías falsas que no resisten una mirada ética penetrante. En muchos lugares del mundo se han cometido barbaries «sin luz ni taquígrafos». En otros lugares como el nuestro la verdad ha sido traicionada mediante la demencial justificación de cientos de asesinatos «en aras de los derechos de un pueblo». También ha sido falseada la verdad haciendo que ciertas violaciones graves de los derechos humanos «no existan prácticamente porque no existen jurídicamente y no existan jurídicamente porque no se quiere que existan». Tal es el caso de las torturas, practicadas intensiva o esporádicamente en algunas fases del proceso violento y sistemáticamente ocultadas salvo en casos excepcionales.

Pero la ocultación de la verdad persiste también en muchos escenarios mundiales en la fase ulterior a la confrontación violenta. Los agresores, en la medida en que conservan sus cotas de poder social ejercen toda clase de presiones para que no se hagan públicos sus desmanes. Así sucedió en Chile, donde Pinochet, una vez vencido en las urnas, mantuvo la jefatura del Ejército e inhibió con amenazas el esclarecimiento de lo sucedido. En otras ocasiones los mismos responsables democráticos contravienen las investigaciones pertinentes para evitar que el conocimiento de las atrocidades aún no descubiertas exaspere a la población. Los casos son numerosos.

El pensamiento social cristiano, expresado en los Mensajes aludidos y en otros documentos magisteriales reprueba estos ocultamientos y reivindican la verdad. En el Mensaje de la Jornada Mundial de la Paz del año 1997, Juan Pablo II afirma: «El perdón, lejos de excluir la búsqueda de la verdad, la exige. El mal cometido debe ser conocido y, en lo posible, reparado». Aboga, en consecuencia por «oportunos procedimientos de búsqueda de la verdad como primer paso hacia la reconciliación». «No se trata de olvidar el pasado, sino de releerlo con sentimientos nuevos».

Recientemente los obispos de nuestra Comunidad Autónoma decían: «Deseamos prestar un servicio a la verdad, que es uno de los pilares básicos para construir la justicia, la paz y la Reconciliación. No queremos reabrir heridas, sino ayudar a curarlas o a aliviarlas. Queremos contribuir a la dignificación de quienes han sido olvidados o excluidos y a mitigar el dolor de sus familiares y allegados».

El servicio a la verdad es un deber para con todas las víctimas. Si olvidamos el sufrimiento causado, las olvidamos y acrecentamos su sufrimiento. El olvido del pasado delictivo impide abordar las causas que lo produjeron y favorece una impunidad que debilita el crédito mismo del sistema democrático. El perdón, componente necesario de la reconciliación, no se construye sobre el olvido, sino sobre la memoria. Solo recordando se sana la memoria. La Reconciliación se logra «reconociendo las heridas y afrontando los recuerdos» (Schreiter).

Ciertamente la verdad puede convertirse en arma arrojadiza que impide la Reconciliación. En el documento citado el Papa reconoce la delicadeza del desvelamiento de la verdad. Invita a la cautela a la que todos deben atenerse en esta tarea ciertamente necesaria.

Es necesario, pues, que la memoria que recuerda haya depuesto su carga de rencor y resentimiento y se haya abierto a escuchar la memoria de «los otros». La psicología conoce búsquedas de la verdad que, por su carácter obsesivo, insaciable e inquisidor delatan que seguimos prisioneros de nuestro propio pasado. El ánimo reconciliador presta a la verdad este servicio purificador.

Una fórmula que ha hecho fortuna consiste en la creación de «Comisiones para la Verdad y la Reconciliación». Bajo nombres diferentes, constituidas por personas dotadas de autoridad moral, imparcialidad y competencia, realizan pacientemente este trabajo oneroso y delicado. Entre 1971 y 2002 se crearon en el mundo cuarenta y cinco Comisiones de esta naturaleza. Es deseable que también entre nosotros se alumbre un instrumento semejante”.


[1] JUAN Mª URIARTE GOIRICELAYA, “Reconciliación: Misión y espiritualidad eclesiales”: LUMEN LXI (2012) 277-279

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