lunes, 17 de septiembre de 2012

El tiempo de Mgr. Munilla 01: autoritarismo paternalista

Seguimos con esta serie sobre la historia de los obispos de la diócesis hermana de Gipuzkoa según humus.tk
Estemos o no en todo de acuerdo, un buen material para la lectura sosegada y el diálogo.
Cuando veas las barbas de tu vecino pelar...
¿Vemos algo similar en nuestra Iglesia?
¿Qué puntos en común vemos entre ambos obispos?
¿Las diferencias son de personalidad o ideológicas?
Como en las series de la tele, continuará...

El tiempo de Mgr. Munilla (1ª parte)


El tiempo entre la aceptación de la renuncia de D.Juan Mª Uriarte, Junio de 2009 y el nombramiento por parte del Vaticano de Mgr. Munilla, fue un tiempo lleno de incertidumbre. Ya anteriormente se especulaba en la diócesis con la posibilidad del nombramiento del mismo, que muy jóven con 44 años, había sido nombrado Obispo de Palencia el 10 de Setiembre de 2006.Se comentaba que este nombramiento no era más que un trampolín para el posterior traslado a Donostia, en el interior de un amplio plan estratégico, dirigido por el Cardenal-Arzobispo de Madrid, Mgr. Rouco con el objetivo de reconducir a las “rebeldes” diócesis vascas, especialmente Donostia y Bilbao a su conformidad con el resto de las diócesis españolas y los dinamismos pastorales de la Conferencia Episcopal Española. Hubo diversos intentos por parte de algunas fuerzas de la diócesis guipuzcoana en que esta estrategia no llegara a término. Pero estos esfuerzos resultaron vanos. Entre los sacerdotes y laicos que habían vivido la trayectoria del Concilio Vaticano II bajo la dirección de D, José María Setién y D. Juan María Uriarte, había un expectativa tensa y una esperanza ingenua en que el Vaticano no llegara a efectuar dicho nombramiento y dejara una espacio de libertad a la historia propia de la diócesis donostiarra, sin embargo, la noticia del nombramiento recibida el 21 de Noviembre de 2009, acabó con estas leves esperanzas. Los planes de Mgr. Rouco sostenidos por el Vaticano llegaron a su fin.

Se registró una fuerte decepción y se incrementó un desánimo que ya venía de antes, tanto en una gran parte de los sacerdotes como en muchos laicos de la diócesis. No hay que olvidar, sin embargo, que una minoría ,- a la que ya en el artículo anterior hacíamos referencia- se alegró mucho y se atrevió a publicitarse con más fuerza que hasta entonces. ¿ A qué obedecían el desánimo y la decepción de muchos y el alborozo de pocos?. A que ambos grupos de creyentes percibían con claridad que se iniciiba un tiempo y un estilo diferentes de la tradición conciliar que hemos subrayado.Los primeros Intuían que se quebraba una línea pastoral que ellos habían colaborado a construir y por la que se habían comprometido con mayor o menor intensidad. Una línea que consideraban que tenía que seguir teniendo vigencia en la vida diocesana.y que temían se disolviese en la línea de la Conferencia Episcopal Española. Los segundos se alegraban por la misma razón. Esperaban que, lo que ellos consideraban su marginación pastoral terminara y pudieran transitar por los mismos caminos y estilos de la conferencia episcopal española. Estos hicieron un gran y caluroso recibimiento al nuevo obipo en su toma de posesión en la Catedral del Buen Pastor,  el día 10 de Enero de 2009. Mientras aquellos, especialmente los sacerdotes, un 77% mostraron su decepción y rechazo.

Han pasado tres años de aquel inicio de la presidencia de la Diócesis por D.José Ignacio Munilla, y al considerar su etapa episcopal bajo el ángulo de la aplicación del Conciclio Vaticano II en nuestra diócesis, no podemos por menos de afirmar, que los temores de quiebra de la línea anterior que manifestaban ese 77% de sacerdotes se ha cumplido. Hablamos de quiebra de una linea que a pesar de las dificultades de la marea de increencia , el envejecimiento de los sacerdotes y de los agentes pastorales, de la persistencia de la violencia de ETA en ese tiempo, y del inicio de la crisis económica mundial trataba de mantenerse en el estilo del Vaticano II que hemos descrito.

En el momento actual y tras esa quiebra, la vida cristiana de la diócesis guipuzcoana se ha visto adentrada además de en la persistencia e incremento de la crisis de increencia, en las nuevas coordenadas económicas, sociales, y políticas. Fuertemente positiva una de ellas, como es el cese de la violencia de ETA, a partir del 20 de Octubre del 2010, y la legalización política de la izquierda abertzale, y muy negativa la otra, la crisis económica que parece hacerse permanente en Europa y España especialmente. En este nuevo contexto , ¿cómo será posible la recreación de las claves evangélicas del Vaticano II, desde el nuevo estilo que percibimos en el gobierno de la diócesis?. ¿Se realizará en la referencia a esas claves o por el contrario, estos 50 años serán un paréntesis más o menos extraño en la historia de la Iglesia en general y de la nuestra en particular?.

Ante esta nueva realidad, quisieramos describir lo que hemos llamado “la quiebra”, en el sentido de cambio de estrategia pastoral. Y tras su descripción tratar de analizar y alcanzar las razones que lo han motivado.
En sus manifestaciones más patentes el cambio lo hemos visto en un estilo de gobierno que denominamos autoritarismo paternalista. Sin duda, en el fondo de este autoritarismo, e independientemente del estilo personal de cada obispo, está el problema teológico y eclesial de la autoridad monárquica del obispo en su diócesis. Sin desconocerlo, no queremos, ahora a entrar a analizar esa dimensión. Llamamos autoritarismo paternalista a la forma de ejercer de la autoridad episcopal al modo del “paterfamilias” de la familia pàtriarcal tradicional. El padre puede ceder la autoridad a alguno de los miembros de la familia, especialmente la madre, para un funcionamiento más fluido de la misma pero todos tienen el convencimiento de que la única autoridad reside en el padre., que es quien subviene a las necesidades, pone los objetivos, y controla el funcionamiento. Puede ejercer esta autoridad de manera más suave, sobre todo en las relaciones estrictamente interpersonales, pero nadie, ni nada pueden poner en duda su autoridad sobre la familia y sobre todos sus miembros. Por ello este padre, prioriza el diálogo personal sobre el institucional, y trata de sortear las dificultades que otro modos de relacionarse en las comunidades o sociedades se han dado en la historia. Y han penetrado en la conciencia colectiva de su propia familia en este caso la comunidad eclesial. El Concilio Vaticano II trató de suavizar esta autoridad con la propuesta de un estilo dialogal tanto en las relaciones intraeclesiales como en las extraeclesiales. La conciencia comunitaria del valor de la persona y de la democracia que defendió en la vida política como pilares del humanismo cristianismo no pudo aplicarlos estrictamente a las relaciones de autoridad en el seno de la iglesia, pero trató de hacer un sitio a esta realidad social a través de la institución de los Consejos Presbiterales, Pastorales, Económicos, que colaborasen con el obispo , no sólo en el gobierno sino en la iniciación, animación evangelización de la vida cristiana en su totalidad. Creemos que trató de que el pueblo de Dios participara más directamente de la vida de la comunidad, y que a la vez pudiera a través de estas instituciones ser protegido de un autoritarismo rígido. En nuestro caso hemos percibido, que se mantiene, por decirlo así, el formalismo de las instituciones pastorales, en cuanto democráticas, pero de hecho se vacía su contenido en cuanto modo de funcionamiento y ausencia de peso en la toma de decisiones. Muestra de ello son: el nombramiento de los vicarios, la forma de funcionamiento de los arciprestes, la forma de trabajo tanto del Consejo Presbiteral, como del Pastoral, como la falta de peso de estas instituciones en las decisiones importantes. Por ejemplo: en el traslado del Seminario a Pamplona, con los votos casi unánimes en contra de ese traslado, la reducción de las dimensiones a abordar por parte del Secretariado social ; las dimisiones “forzosas” en Caritas o en el Instituto Pio XII, pero especialmente el modo de funcionamiento de los Consejos en los que el debate queda fuera de lugar. También es muestra de ello, la dificultad enorme que muestra Mgr. Munilla para dialogar con la corriente Eutsi berrituz.

Esa quiebra a la que hacemos referencia se manifiesta muy claramente en el aprobado PLAN PASTORAL 2011-2016. La configuración que aspira dicho plan a dar a la Iglesia diocesana de Gipuzkoa, tiene poco o nada que ver con las formas, modos y contenidos, fundamentales del Vaticano II.

Especialmente en lo que se refiere a establecer un puente con la sociedad que nos ha tocado vivir, para poder dialogar con ella y presentar una propuesta positiva del humanismo cristiano, que enlace con los grandes interrogantes de la sociedad actual, (modelo de reflexión de la Gaudium et Spes), para presentar la salvación de Jesucristo, para toda la Humanidad, especialmente con los más pobres y necesitados de la misma.

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