domingo, 3 de julio de 2011

S. GALILEA Y A. PAOLI SOBRE EL DOMINGO 15 DEL T. O.


¿En dónde va a caer
la semilla de la palabra de Dios?  (Mt 13, 1-23)

Todos hemos conocido grupos de jóvenes, que habiendo abandonado la práctica religiosa, pero no su sentido cristiano, han redescubierto la fuerza del Evangelio a través de un compromiso en favor de los pobres, o de lucha por la justicia. Han vuelto a encontrar la fe por medio del compromiso, y el Evangelio ha llegado a ser su motivación principal.

Estos hechos nos llevan a una conclusión importante: muchos que han recibido una educación cristiana, en un cierto momento no producen más, como ciertas tierras cansadas, que han sido trabajadas demasiado, y que ya no dan fruto, o más bien tienen un rendimiento que no compensa el traba­jo. Esos jóvenes declaran que han perdido la fe. Se entregan a un compro­miso, que poco a poco los lleva a comprometerse totalmente con los aban­donados. Ahí redescubren el Evangelio, esto es se dan cuenta que la semilla que parecía muerta, germina de nuevo. Antes eran tierra estéril, ahora se han convertido en tierra buena. No decimos: antes eran malos, ahora se han hecho buenos, porque esta no es la perspectiva del Evangelio, y si un día esos jóvenes leyeran esto, no se sentirían interpretados. Antes se habían convertido en tierra árida, estéril, ahora, con su decisión de solidaridad y de amor se han hecho tierra acogedora, tierra fecunda, es decir, capaces de comprender el Evangelio.

Si esos jóvenes nohubiesen descubierto este compromiso con los otros, no solamente no habrían descubierto el Evangelio, sino que ciertamente habrían caído en vicios, dadas las posibilidades que les ofrecía su ambie-te. En otros tiempos el terreno bueno parecía ser otra cosa, como una per­sona buena que observara la ley; y no se pensaba que uno puede creerse y ser creído bueno, y ser un egoísta, y contribuir a la injusticia en el mundo.

Parecería que el Evangelio sólo lo pueden comprender aquellos que están comprometidos con su hermano. Ahora bien, es muy difícil saber quién vive este compromiso, quién hace algo por el prójimo, en la línea del Evangelio, y quién es egoísta y piensa en sí mismo. Estudiar y volver a es­tudiar la palabra de Dios, sin más, sería lo mismo que un campesino que manejara y seleccionara la semilla una y otra vez, sin preocuparse de pre­parar la tierra en donde va a caer esa semilla. El desdén de la juventud ha­cia las palabras, los discursos, los comentarios, los estudios bíblicos, tal vez sea justo.



Hemos pensado demasiado en la semilla y no en el campo. ¿Para que tierra está adaptado el Evangelio? Esta es la cuestión sobre la cual nos interroga, a los evangelizadores, la parábola de este domingo.

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