lunes, 22 de julio de 2024

David Jou, físico y teólogo: «El Big Bang no responde a la pregunta sobre el sentido del universo»

El científico y poeta firma en 'Pensar la Creación' un alegato a favor del diálogo entre la cosmología física y la religiosa

Fuente:   El Debate

Por   Guillermo Altarriba Vilanova

22/07/2024


El físico y poeta David Jou, autor de 'Pensar la Creación'Albada Editorial

¿Tienen algo que decirse la fe cristiana y la cosmología moderna? Para el físico, poeta y ensayista catalán David Jou, el diálogo no solo es posible, sino necesario y muy estimulante. Especialmente si uno tiene en cuenta los avances científicos y aborda la cuestión desde la cosmología de hoy en día «y no la de hace 30, 50 u 80 años», asegura, en conversación con El Debate.

Jou, que fue catedrático emérito de Física de la Materia Condensada en la UAB hasta 2018, explora estas cuestiones en su ensayo Pensar la creación, editado por Albada y traducido recientemente al castellano. El autor de Déu, cosmos, caos o La poesia de l’infinit firma un intenso diálogo entre ciencia y teología al más alto nivel, tan exigente en la definición precisa de los nuevos descubrimientos técnicos como en preguntas como qué significa decir «Dios es amor».

 

–Su libro se titula Pensar la Creación. A menudo se usa este término para referirse al origen del universo, ¿es correcto?

–Es un malentendido habitual. La idea teológica de Creación es la sorpresa de por qué existen las cosas, de si el mundo tiene un sentido. También se refiere a que el mundo depende de otra realidad más profunda que lo sustenta, y que está hecho para todos, y hemos de intervenir en él. La cuestión del origen del universo no es la más importante: el Big Bang no responde a la pregunta sobre el sentido ni hace ninguna consideración moral. Las cuestiones más profundas no se refieren a cómo empezó el universo –que podría haber sido de formas muy distintas– sino qué sentido tiene, si hay una intencionalidad detrás.

 

–Cuando se habla sobre la compatibilidad de ciencia y fe, hay quien insiste mucho en el llamado «ajuste fino» del universo: el hecho de que hay una serie de parámetros muy precisos que, si fueran mínimamente distintos, no permitirían un universo estable ni la existencia de vida.

–Sí, esa es una de las grandes cuestiones abiertas en la cosmología de hoy, porque es un hecho que esto está ahí. Y te lleva a preguntarte por qué. Stephen Hawking pensaba que encontraríamos una teoría nueva, distinta, que nos mostraría que, efectivamente, los valores deben ser estos… pero las teorías de cuerdas han llevado a unas posibilidades distintas, mucho más abiertas: se habla del multiverso, de la posibilidad de que exista un número muy elevado o infinito de universos, por ejemplo.

 

–¿Cree que estas teorías son correctas?

–No lo sé, porque se basan, por ejemplo, en el llamado principio de supersimetría. Según este, debería haber una serie de partículas supersimétricas, correspondientes a las partículas del modelo estándar. Ahora bien, hace diez años que tenemos la energía suficiente para que fuera posible observarlas y de momento no hemos visto ni una. Esto no quiere decir que no se observen en el futuro, pero sí es cierto que la teoría de supercuerdas más popular, la que lleva al multiverso, está fallando en algo muy básico.

 

–Esto es interesantísimo…

–Desde luego, a mí me interesa muchísimo… pero hay un problema: la física es tan atractiva al hablar de estas cosas que uno acaba olvidando el tema teológico, la pregunta por el sentido. Al fin y al cabo, como decía, explicar de qué manera concreta empezó el universo es interesantísimo, pero no responde a las preguntas religiosas.

 

–En el libro, ud. habla de «cosmología física» y «cosmología religiosa», ¿cree que hay un salto cualitativo al pasar de un ámbito al otro?

–Para mí no: simplemente me planteo la diversidad de preguntas que me plantea la vida, en lugar de limitarlas a aquellas sobre las que la ciencia puede ofrecer modelos. Los físicos buscan una teoría del todo que unifique las partículas y las fuerzas, y el creyente busca una teoría del todo que dé las respuestas a estos dos tipos de preguntas distintas. Así, ¿qué diálogo puede haber entre ambas cosmologías? Por ejemplo, al nivel de la ética, porque la ciencia no te resolverá las cuestiones de cómo actuar.

 

–Hoy en día parece flotar en el ambiente un cierto «prejuicio moral» a favor de la ciencia, como si todo lo científicamente posible fuera éticamente bueno…

–Es un riesgo, evidentemente. Para mí, una cosa interesante del diálogo entre ciencia y religión es que no absolutizas ni la una ni la otra. Esto no significa ser un escéptico, tampoco, sino un entusiasta de las preguntas que se plantean desde ambos campos.

 

–Ud. se reconoce como cristiano católico, ¿ve un salto entre una creencia –digamos– racional o filosófica en un Creador y la fe en Jesucristo?

–Para mí, no hay un problema muy grande. Si Dios es amor, ha creado el universo para que, de alguna manera, el universo pueda conocerlo a Él. Crea el universo para que exista el amor: algo parecido a Él fuera de Él. Ah, pero entonces cualquier existencia material implicará la muerte, y la sensibilidad implica la posibilidad del dolor, así como la libertad implica la posibilidad de la injusticia… ¿Qué forma tendría entonces Dios de hacer completamente suyo el universo que ha creado?

 

–Dígamelo ud.

–Asimilando en sí mismo estas cosas –la muerte, el dolor, la injusticia– que no existían antes de la Creación. Para mí, el relato cristiano de la Pasión, la Cruz y la Resurrección es Dios penetrando en el universo y haciendo suyos estos elementos: es una posibilidad que tiene su lógica. En la Pasión, Dios mismo hace experiencialmente suyos la muerte, la injusticia y el dolor, y a partir de ahí empieza una segunda Creación, que ya no está dentro de la materia ni de la energía, sino del tercer elemento con el que los físicos contemporáneos explican la realidad: la información.

 

–Materia, energía e información… ¿Cómo modifica este nuevo elemento el diálogo que comentábamos entre cosmología y teología?

–Este es el que me parece el punto más original del libro. La física contemporánea describe el universo a partir de materia, energía e información, y este tercer elemento protagoniza varias de las disciplinas más en boga y que más preocupan hoy en día: la computación, la inteligencia artificial, la robótica, la genética, la neurociencia… Hablo de información en un sentido filosófico, como una forma de relación que da forma a las cosas. Hace unos 20 años que hay cosmólogos que empiezan a dar un lugar importante al contenido de información que pueda tener el universo, y por tanto la pregunta por el sentido –yendo a tu pregunta sobre el diálogo– ya no es algo añadido voluntariosamente en la ciencia de hoy, sino algo que va surgiendo de manera inmediata.

 

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