jueves, 24 de junio de 2021

Agenor Brighenti: El Sínodo “nos exigirá repensar las estructuras de la Iglesia”

Luis Miguel Modino

Bogotá, D. C.

22 de junio de 2021

 


ADN Celam. El Sínodo sobre la sinodalidad se presenta como “una experiencia única para toda la Iglesia”, según Agenor Brighenti. El teólogo brasileño ha sido nombrado recientemente miembro de la comisión teológica del Sínodo, un servicio que dice acoger con gran alegría.

 

Pasos importantes en la implementación de la sinodalidad

El ejercicio de la sinodalidad ha sido una dificultad en la Iglesia postconciliar. De hecho, “el gran reto es situar la colegialidad episcopal en el corazón de la sinodalidad eclesial”. En ese sentido, “el Papa Francisco, está dando pasos muy decisivos y consecuentes en la implementación de esta sinodalidad”, según Agenor, que forma parte del equipo teológico del Celam. En la entrevista, reflexiona sobre los pasos dados y las dificultades enfrentadas en la experiencia de la sinodalidad en América Latina.

La Asamblea Eclesial de América Latina y el Caribe, un claro ejemplo de sinodalidad, es vista por el teólogo como un buen aprendizaje para el próximo Sínodo. Las consecuencias de este Sínodo, “dependerán mucho del proceso de escucha”, según el padre Brighenti. En la medida en que “escucha el clamor, las demandas, los desafíos, la Iglesia también se convierte a la realidad, que abrimos la posibilidad de una conversión a los ideales del Evangelio”. Todo ello “nos obligará a repensar las estructuras de la Iglesia”.

 

La sinodalidad como realidad estructural de la Iglesia

Acaba de ser nombrado miembro de la Comisión Teológica del Sínodo sobre la Sinodalidad. ¿Qué significa este nombramiento para su trabajo como teólogo?

Es un servicio que acojo con gran alegría, a pesar del gran reto y de las dificultades que encontraré, pero es un momento único en la Iglesia. Nunca habíamos pensado que la sinodalidad pudiera ser una realidad estructural, porque habrá un momento en las iglesias locales. A partir de ahí habrá un momento continental, en los cinco continentes, para culminar en una asamblea general.

Podemos decir que será una experiencia única para el conjunto de la Iglesia, porque tendremos el Sínodo de los Obispos en la perspectiva de la Constitución Episcopalis Communio, que quiere hacer de la asamblea del Sínodo una asamblea del Pueblo de Dios, donde la Iglesia se configura como una Iglesia de iglesias, una comunión de iglesias locales. La sinodalidad es verdaderamente expresiva cuando es la expresión de la voz del Pueblo de Dios a través de las Iglesias locales. Es un hecho insólito de Francisco que acogemos con gran alegría y trataremos de colaborar en la medida de lo posible.

 

El “sensus fidei” como expresión de la Iglesia en su conjunto

Habló de la sinodalidad como una dimensión estructural de la Iglesia, que en realidad no es algo nuevo, sino una propuesta que viene del Concilio Vaticano II. ¿Por qué ha habido tantas dificultades para asumir sólo después de casi 60 años esta dimensión estructural que el Concilio marcó como elemento fundamental?

Estamos en el proceso de recepción del Concilio Vaticano II, que es un proceso de renovación de la Iglesia a gran escala, y uno de los aspectos en los que ha sido muy difícil avanzar ha sido precisamente en el ejercicio de la sinodalidad. Cómo conseguir que el “sensus fidei” sea una expresión de la Iglesia en su conjunto, desde las iglesias locales, los cuerpos intermedios, como las conferencias episcopales nacionales y continentales, y sobre todo la cuestión de la Curia Romana.

El Papa Francisco está dando pasos muy decisivos y consecuentes en la puesta en marcha de esta sinodalidad, que teológicamente ya está en la reflexión del Vaticano II, pero desde el punto de vista de su funcionamiento se ha avanzado muy poco. El gran reto era situar la episcopalidad o colegialidad episcopal en el corazón de la sinodalidad eclesial. Esto siempre ha sido algo difícil en la Iglesia, situar al obispo como un miembro del Pueblo de Dios, no como un líder del Pueblo de Dios, no como un maestro del Pueblo de Dios, no como alguien que manda al Pueblo de Dios, sino como un miembro del Pueblo de Dios.

Aparecida, y esto es muy interesante en este sentido, sitúa a los obispos como miembros del Pueblo de Dios, y Francisco ha insistido en que los obispos no pueden ser una especie de élite en la Iglesia, necesitan insertarse dentro del Pueblo de Dios. Incluso cuando hay un organismo como una conferencia episcopal o como un sínodo, que es de obispos, no puede ser simplemente una expresión de un sector de la Iglesia. Si hay una reunión de un segmento de la Iglesia, debe ser la voz de todo el sentimiento común del Pueblo de Dios.

En este sentido, en el momento actual, la renovación del Vaticano II da un paso sustancial, como lo será también la reforma de la Curia, como lo será ciertamente el estatuto de las conferencias episcopales nacionales, para que sean la expresión de una asamblea eclesial y no simplemente de obispos. Cómo se replanteará también el papel del obispo en las diócesis, porque en términos canónicos los obispos, dentro de la Iglesia local, son muy poco sinodales desde el punto de vista del Derecho Canónico, hasta el punto de que los consejos y las asambleas son opcionales.

Ciertamente, con este Sínodo habrá que hacer que estos organismos de comunión, que hoy existen en la Iglesia, funcionen más o menos, pero que no sean opcionales sino obligatorios. Cómo puede ser la Iglesia el Pueblo de Dios, pueblo sinodal, Pueblo de Dios que ejerza el “sensus fidei” si no hay organismos estables que aseguren esta participación efectiva de todos en el discernimiento y la toma de decisiones de la vida pastoral.

 

América Latina y los esfuerzos para vivir la sinodalidad

Aun a trompicones, podemos decir que América Latina ha sido el continente donde más esfuerzos se han hecho en este intento de vivir la sinodalidad. ¿Qué puede aportar la Iglesia de América Latina y el Caribe al próximo Sínodo de la Sinodalidad?

La Iglesia en América Latina ha sido muy pionera en muchos aspectos de la recepción del Vaticano II, hasta el punto de que se ha dicho que aquí ha habido una recepción creativa del Concilio. No en el sentido de simplemente repetir o implementar la letra de un texto, sino que aquí ha habido una recepción dentro de nuestro contexto latinoamericano. Por ejemplo, categorías como la nueva evangelización, la conversión pastoral, y esta renovación en cuanto a organismos eclesiales más de comunión y participación y más sinodales, la Iglesia de América Latina también ha sido pionera.

Medellín, como conferencia continental, ya había tenido lugar en 1955 en Río de Janeiro, son conferencias pioneras. Que un continente reciba un concilio de manera tan consistente e incisiva, como lo hizo Medellín y luego Puebla. También fue inspirador para el conjunto de la Iglesia, el Sínodo de la Amazonía, porque el Sínodo de la Amazonía es el primer sínodo que se hizo bajo la inspiración de la Constitución Episcopalis Communio.

En este sentido, la asamblea sinodal del Sínodo de la Amazonía fue mucho más que una simple conferencia de obispos, especialmente el proceso de escucha, que fue muy innovador en cuanto a la participación de todas las Iglesias locales de toda la región amazónica. Esta escucha llevó a la lectura sinodal, no sólo a través de los obispos, sino también de otros actores como los indígenas, las mujeres y los laicos. Luego, la consecuencia del Sínodo de la Amazonía, que pidió un organismo episcopal representativo para la región, y de la idea de un organismo episcopal surgió, incluso por sugerencia del Papa Francisco, un organismo eclesial y no sólo episcopal.

De la experiencia del Sínodo de la Amazonía se desprende también un paso mucho más consistente en el Sínodo de los Obispos, tanto en relación con el proceso de escucha, que ahora involucra a todas las Iglesias locales de todo el mundo, como después en la asamblea general, que pasará por los continentes. Está la reafirmación de la importancia del Celam en la Iglesia universal, de nuestros cinco documentos, que han sido una importante reflexión para otras Iglesias.

También Aparecida, sabemos la importancia que tiene Aparecida, tanto que la nueva asamblea eclesial del continente, el Papa ha pedido que no se escriba otro documento, sino que se retome Aparecida, porque realmente es un documento, como se expresa en Evangelii Gaudium, que es capaz de seguir iluminando a la Iglesia del continente por mucho tiempo. Como ha sido iluminado para otros continentes a través de la Evangelii Gaudium, que se inspira mucho en Aparecida.

Este Sínodo, con este nuevo perfil, nuestro Papa es latinoamericano, se ha dejado inspirar y también ayudar por esta experiencia de la Iglesia presente en América Latina, especialmente ahora la Iglesia presente en la Amazonía.

 

Asamblea Eclesial como aprendizaje para el próximo Sínodo

La Asamblea Eclesial de América Latina y el Caribe retoma las ideas de Aparecida y la metodología del Sínodo para la Amazonía, especialmente en el proceso de escucha. ¿Podríamos decir que esta Asamblea Eclesial está siendo un puente, un banco de pruebas para el próximo Sínodo sobre la Sinodalidad?

Sin duda, esta experiencia de la Asamblea Eclesial, al llegar al Sínodo de la Sinodalidad, será un buen aprendizaje. En esta Asamblea Latinoamericana y del Caribe hay dos novedades, una primera novedad es el propio perfil de la Asamblea, que no es episcopal, sino eclesial. Además, ya estamos en proceso de escucha y se está involucrando a todas las Iglesias locales. En este sentido, está muy en armonía.

La segunda gran novedad de la Asamblea Eclesial Latinoamericana es la retoma de Aparecida, y no es otra cosa que el rescate de la renovación del Concilio Vaticano II, que durante las últimas décadas habíamos quedado en un paso atrás si no es que retrocedimos. Retomar Aparecida es retomar la renovación del Vaticano II, y es el objeto del próximo Sínodo de los Obispos. La reflexión sobre la sinodalidad no es otra cosa que retomar, con fuerza y consecuencia, la eclesiología del Concilio Vaticano II de una Iglesia Pueblo de Dios y la necesidad del ejercicio del sensus fidelium en la Iglesia, incluso avanzar hasta el nivel en el que estábamos cuando iniciamos este proceso de retroceso en relación con la renovación del Vaticano II.

 

Francisco, el Papa de la sinodalidad

En la última Asamblea del CELAM, en el análisis de la situación eclesial, Austen Ivereigh, uno de los biógrafos del Papa Francisco, definió al actual pontífice como el Papa que pasará a la historia como el Papa de la Sinodalidad. ¿Podríamos decir que este Sínodo es la culminación del pontificado del Papa Francisco?

El Papa Francisco, tiene varios frentes de reforma, de renovación. La cuestión de la sinodalidad, sin duda, es importante. Desde el primer momento ha asumido la cuestión de la reforma de la Curia, haciéndola más sinodal, como una tarea de este pontificado, que está bastante avanzado, y este año, quién sabe, puede incluso haber una luz al final del túnel.

Pero también diría que el Papa Francisco es también el Papa que va a entender la misión en la Iglesia, no desde la perspectiva del cristianismo, que es una misión que consiste en salir a traer gente a la Iglesia católica, sino una misión que es una Iglesia en salida, en el sentido de una Iglesia que, como sacramento del Reino, va a hacer presente el Reino de Dios en el mundo. Ha dicho en Evangelii Gaudium, 176, que evangelizar es hacer presente el Reino de Dios en el mundo, esa es la misión de la Iglesia.

Un segundo campo importante de este pontificado es marcar la naturaleza misionera de la Iglesia, una misión centrífuga, hacia fuera. Una Iglesia que rompe y supera una postura autorreferencial, propia de una mentalidad de cristiandad. Esto también es un paso gigantesco. Y en este particular, Francisco pide mucho a la Iglesia de América Latina. También está Aparecida, donde también estuvo presente, que trata esto con mucho acierto.

Junto con la Iglesia en salida, otro aspecto importante del pontificado de Francisco es llevar la Iglesia a las periferias y a las fronteras, que es otro tema importante. Porque en las periferias están los excluidos, y en este campo de la exclusión, el pontificado de Francisco rescata con toda fuerza y consecuencia, un modelo de Iglesia de Juan XXIII, una Iglesia pobre y para los pobres, que es una Iglesia de todos, y de manera particular la opción por los pobres en América Latina.

En este pontificado, la cuestión de los pobres, junto con la sinodalidad y la misión es una marca central, importante, que va muy en sintonía con el camino de la Iglesia en América Latina. Y junto al tema de las periferias, está también el de las fronteras. La frontera es el espacio de encuentro con lo diferente y con las diferencias. Y este pontificado ha dicho desde el principio que hay que salir a las periferias, salir a las fronteras, pero sin la tentación, dice el Papa Francisco, de domesticar las fronteras. Ir a las periferias, ir a las fronteras y traer esas diferencias a la Iglesia y domesticarlas, y hacerlas, en el fondo, similares a nosotros.

Hay algo muy desafiante en este pontificado, que es la relación con los diferentes, pero estar abiertos a acoger las diferencias, y dejarse enriquecer por las diferencias, y que las diferencias no sean una amenaza, sino que las diferencias sean instancias de nuevas posibilidades, que podamos enriquecer, podamos también en el fondo ampliar el servicio del diálogo y la presencia de la propia Iglesia. La frontera es este mundo plural y diverso que está ahí, en medio del cual la Iglesia tiene que vivir. Al menos estas banderas son muy fuertes en el pontificado de Francisco, junto con la sinodalidad.

 

Repensar las estructuras de la Iglesia

¿Qué perspectivas abre este Sínodo, no sólo para la Iglesia universal, sino también para la Iglesia a nivel diocesano y comunitario?

Las consecuencias dependerán mucho del proceso de escucha, porque en la medida en que se escuche el clamor, las demandas, los desafíos, la Iglesia también se convierte a la realidad, que se abre la posibilidad de una conversión a los ideales del Evangelio. Pero, sin duda, este proceso, si se hace bien a nivel de las Iglesias locales, provocará luego procesos, provocará la necesidad de ser más consecuentes con él.

En este particular exigirá repensar las estructuras de la Iglesia, no sólo, como se está haciendo ahora a nivel de la Curia Romana, sino que habrá que repensar las estructuras desde las comunidades eclesiales más de base, repensar la estructura de la parroquia, de la diócesis, de una conferencia episcopal nacional o continental, en el sentido de que sean estructuras flexibles y de comunión y participación, que hagan posible la presencia efectiva de la Iglesia en su conjunto en los procesos de discernimiento y también de decisión.

Y para que esto ocurra, seguramente habrá que repensar muchos de los estatutos de las instituciones que tiene la Iglesia en la actualidad. Y ciertamente también será necesario reformar algunos de los cánones del propio Derecho Canónico, para aceptar esta sinodalidad en su experiencia concreta, también desde el punto de vista jurídico. Porque el Derecho necesita asegurar que los pasos que se van a dar, y que ya se están dando, están realmente asegurados y que no hay posibilidad, ante un cambio de personas, de volver a etapas anteriores.

Si este Sínodo se vive en las Iglesias locales, en el continente y en toda la Iglesia, ciertamente habrá consecuencias positivas a todos los niveles, en el sentido de una Iglesia mucho más de comunión y de participación, que es un binomio que propone el Papa. Comunión, participación, sinodalidad, que son categorías de nuestra Iglesia latinoamericana, que es básicamente el Vaticano II, la Iglesia comunión. Y para haber comunión, no puede ser algo simplemente espiritual o algo simplemente afectivo. También debe haber una participación efectiva para que haya una verdadera comunión.

 

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