martes, 6 de agosto de 2013

Inasequibles al desaliento, las monjas americanas polemizan con Francisco sobre el sacerdocio femenino



Matteo Matzuzzi

¿Ha dicho “el papa que la cuestión de la ordenación de las mujeres es un capítulo cerrado porque así lo decidió Juan Pablo II? Pues vale, Juan Pablo II ha muerto”. Sor Theresa Kane, presidenta de Leadership Conference of Women Religious (LCWR) a finales de los setenta, no se caracteriza, precisamente, por usar perífrasis cuidadas y elegantes. Las monjas rebeldes americanas vuelven a la carga, después de haber estado más de año y medio en el punto de mira de la Congregación para la Doctrina de la Fe por algunas posiciones consideradas muy poco ortodoxas.


Esperaban que con la renuncia de Benedicto XVI (el severo teólogo, jefe del Santo Oficio durante más de veinte años), todo pudiera cambiar. Concretamente, esperaban que el jesuita argentino cambiara de línea y que Roma suavizara su posición. Sin embargo, los primeros pasos han sido desilusionantes: Francisco piensa como su predecesor y las propuestas que formulan sobre “ir más allá de la iglesia” y “más allá de Jesús” siguen sin ser bien vistas. Hacen demasiada política, miran con buenos ojos las reformas liberales de Obama y no aceptan que sólo los sacerdotes varones puedan celebrar misa.

Un programa más que suficiente para que el Vaticano activara una visita apostólica con la intención de tener una idea más clara de la situación del LCWR, asociación fundada en 1956 y que representa casi al ochenta por ciento de las 57.000 religiosas americanas.

Si la actual líder, sor Florence Deacon, es catalogada como una progresista (el pasado mes de mayo en Roma, en la asamblea plenaria de las superiores generales, dijo que, evidentemente, “mientras estuvo en Argentina, el Papa no nos siguió muy de cerca”), sor Theresa Kane adopta posiciones todavía más extremas. Declara en el “National Catholic Reporter” que “Francisco tiene la ocasión de inaugurar una nueva filosofía” que lleve a superar la brecha de la desigualdad actualmente existente entre el hombre y la mujer.

Según sor Kane, sólo hay una manera de hacerlo: responder afirmativamente a la ordenación de las mujeres. “Es una cuestión de justicia”, añade convencida: “Los líderes católicos siguen diciendo que María ha sido muy importante, pero luego no se trata nunca a la mujer en un plano de igualdad con respecto al varón”.

En definitiva, “el Papa Francisco tiene que poner encima de la mesa la cuestión de las mujeres sacerdotes y llevar, de esta manera, a la iglesia al siglo XXI”. Sería, “una experiencia maravillosa”, añade sor Kane.

Es una pena que, a bordo de un avión que hacía el trayecto Rio-Roma, el pontífice latinoamericano, que levantó tantas expectativas entre las religiosas sobre un cambio radical con respecto de la etapa de Wojtyla y Ratzinger, haya manifestado claramente lo que piensa: “sobre la participación de las mujeres en la Iglesia no nos podemos limitar a que sean mujer monaguillo, presidenta de Cáritas, catequista. ¡No! Tiene que haber algo más, más profundo, más místico, en lo que he dicho sobre la teología de la mujer”.

Francisco ha añadido seguidamente: “es preciso expresar mejor” la importancia de la mujer en la Iglesia, habida cuenta de que “la Virgen, María, fue más importante que los Apóstoles, los obispos, los diáconos y los curas”. Pero en lo que toca a la ordenación de las mujeres, “la iglesia ha hablado y dice 'No.' Lo dijo Juan Pablo II. Y lo hizo mediante una formulación definitiva. Esta puerta está cerrada”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Identifícate con tu e-mail para poder moderar los comentarios.
Eskerrik asko.