El discurso de los (obispos) recién llegados obispos está 
ausente: no van por delante, no acompañan, no están. Pero, por suerte 
para la sociedad, hay grupos de base que han cogido el relevo. La 
iniciativa de tres horas por la paz que se va a celebrar en 
Gernika mañana, sábado 17, es una muestra de que la iglesia de base 
quiere estar presente en el nuevo tiempo. Presente sin monopolizar, sin 
imponer su verdad. Pero con liderazgo y presencia social para ayudar a 
que la paz se consolide. 
Jon M. Landa, * Profesor de Derecho Penal (UPV-EHU) y exdirector de Derechos Humanos (GV)
EN los procesos de paz, el liderazgo 
es fundamental. La lógica inercia de las posiciones ideológicas y el 
discurso político de parte, de trinchera, llevan al inmovilismo y a 
alimentar la propia parroquia tendiendo a dibujar una imagen del de 
fuera del propio espacio no solo como adversario sino incluso como 
enemigo. Esta dinámica en tiempos de violencia se agudiza y puede llegar
 a interiorizarse de tal manera en la sociedad que determine una 
polarización que todo lo tritura. Quizá este es el espejo en que todavía
 nos miramos en la sociedad vasca, en la que los bloques ideológicos 
están demasiado dibujados y en la que, hoy todavía, las palabras están 
envenenadas o, si se prefiere, cualquier manifestación de palabra tiende
 a ser clasificada y alabada, o demonizada, según se la adscriba a "mi 
bando" o al de "los otros".
La normalización del debate político requiere, no obstante, 
liderazgo. Para dejar atrás la violencia y los efectos de polarización 
belicista del debate político que aquella ha contribuido a agudizar, se 
requiere de personalidades, de auténticos líderes, que sepan ir 
rompiendo esa lógica del nosotros y vosotros. Se requiere también que 
sean capaces de adelantarse al cuerpo social y político que representan y
 contribuyan así a hacerlo avanzar por la senda de la paz. Y digo cuerpo
 social y político porque los líderes deben espolear en ocasiones a los 
partidos políticos pero también -e incluso con mayor necesidad- se 
precisan líderes sociales que muevan a las personas al margen de la 
lógica puramente partidista con la visión integral de hacer progresar a 
la sociedad entera hacia cotas de mayor integración y reconciliación.
Un sector particularmente activo en términos de liderazgo ha 
sido la Iglesia católica de Euskal Herria que, desde finales de la 
dictadura y hasta fechas muy recientes, ha contado con líderes que han 
sabido leer las claves de injusticia que nos atenazan y reaccionar con 
empatía. Su discurso y su aliento iba dirigido preferentemente a sus 
fieles pero también generaban un discurso de paz y reconciliación que 
compartían con la sociedad entera. Era un discurso que simultaneaba la 
atención a las reivindicaciones de justicia y paz en nuestro pueblo con 
la atención a todo tipo de causas sociales y morales que formulaban en 
un lenguaje inclusivo y compatible con aproximaciones al discurso de los
 derechos humanos en su visión integral de derechos civiles y políticos 
(primera generación de los derechos humanos), sociales, culturales y 
económicos (segunda generación) y, ya en su tercera generación, de 
valores de paz, solidaridad y cooperación con otros pueblos.
Esta visión integral incluía también una atención particular 
al problema de la violencia de motivación política que tantos sinsabores
 e injustas críticas les valieron. Su valentía evangélica y su coraje 
cívico les impulsó a decir, con humildad, su verdad en tiempos en que no
 se admitía más que el lenguaje del "blanco o negro". El pueblo, sin 
embargo, sabía reconocer, a pesar del ruido, la palabra de buena fe, el 
discurso de acompañamiento matizado, el respaldo en épocas de confusión:
 el liderazgo.
Hoy, sin embargo, los obispos de Euskal Herria más destacados 
en esa extraordinaria labor, han sido sustituidos en una operación de 
tabla rasa. Se han roto los vínculos de comunicación entre los líderes 
religiosos y buena parte del pueblo cristiano que estaba embarcado en su
 parte de corresponsabilidad por sacar a este sociedad de la dinámica de
 enfrentamiento. El discurso de los recién llegados obispos está 
ausente: no van por delante, no acompañan, no están. Pero, por suerte 
para la sociedad, hay grupos de base que han cogido el relevo. La 
iniciativa de tres horas por la paz que se va a celebrar en 
Gernika mañana, sábado 17, es una muestra de que la iglesia de base 
quiere estar presente en el nuevo tiempo. Presente sin monopolizar, sin 
imponer su verdad. Pero con liderazgo y presencia social para ayudar a 
que la paz se consolide.
En Irlanda del Norte, me comentaba una vez un miembro 
destacado de su Comisión de Desarme, la paz tenía nombres y apellidos. 
Personas concretas que supieron llevar a sectores sociales allí donde se
 empieza a fraguar la nueva Irlanda. El trabajo más difícil es a veces 
con tu propia gente, decía esta personalidad, pero ahí es donde se 
reconoce al líder. Las personas concretas que no se resignan, que siguen
 luchando por empujar hacia una sociedad reconciliada, que siguen 
soñando, son más necesarias que nunca. Por eso, mañana, en Gernika, hay 
una ventana abierta para la esperanza.
 
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