Fuente: Alfa&Omega
Redacción
16/07/2021
La responsabilidad de regularlo vuelve al obispo, que se asegurará de que no se «excluyan la validez y legitimidad de la reforma litúrgica», del Concilio ni del magisterio de los Papas
El Papa Francisco ha decidido cambiar las normas que rigen el uso del misal de 1962. La celebración según el rito romano extraordinario fue liberalizada hace 14 años por Benedicto XVI. Con el motu proprio Traditionis custodes, hecho público este viernes, su sucesor da un paso atrás en algunos aspectos e introduce novedades, que explica en una carta dirigida a los obispos.
Según informa Vatican News, desde ahora la responsabilidad de regular la celebración según el rito extraordinario vuelve al obispo, que es siempre el moderador de la vida litúrgica diocesana. «Es de su exclusiva competencia autorizar el uso del Missale Romanum de 1962 en la diócesis, siguiendo las orientaciones de la Sede Apostólica».
Entre estas disposiciones, está el asegurarse de que los grupos que celebren según este rito «no excluyan la validez y legitimidad de la reforma litúrgica, los dictados del Concilio Vaticano II y el magisterio de los Sumos Pontífices». La Misa según este rito ya no se celebrará en las iglesias parroquiales, sino en un templo y en los días que determine el pastor, y por un sacerdote delegado por él.
Atención pastoral y espiritual de los fieles
Las lecturas serán «en lengua vernácula» según las traducciones aprobadas por las conferencias episcopales. El obispo también es responsable de verificar si es oportuno o no mantener las celebraciones según el antiguo misal, comprobando su «utilidad efectiva para el crecimiento espiritual». De hecho, es necesario que el sacerdote encargado no mire solo a la celebración digna de la liturgia, sino a la atención pastoral y espiritual de los fieles que acuden a las celebraciones. El obispo «se preocupará de no autorizar la creación de nuevos grupos».
Los sacerdotes ordenados después de la publicación del motu proprio que pretendan utilizar el misal preconciliar «deberán presentar una solicitud formal al obispo diocesano, que consultará a la Sede Apostólica antes de conceder la autorización». Los que ya lo hacen, deben pedir permiso al obispo diocesano para seguir utilizándolo.
Las nuevas disposiciones del Vaticano afectan también a los institutos de vida consagrada y las sociedades de vida apostólica «erigidos en su momento por la Comisión Pontificia Ecclesia Dei». Desde ahora, pasarán a depender de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica. Este dicasterio, así como la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, velarán por el cumplimiento de lo establecido en Traditionis custodes.
Deseo de unidad traicionado
En la carta que acompaña al documento, el Papa Francisco explica a los obispos que las concesiones establecidas por sus predecesores para el uso del misal antiguo fueron motivadas sobre todo «por el deseo de favorecer la recomposición del cisma con el movimiento liderado por el arzobispo Lefebvre». Un anhelo que se ha visto frustrado. La petición, dirigida a los obispos, de acoger generosamente las «justas aspiraciones» de los fieles que pedían el uso de ese misal «tenía, por tanto, una razón eclesial para recomponer la unidad de la Iglesia». Esa facultad, observa Francisco, «fue interpretada por muchos dentro de la Iglesia como la posibilidad de utilizar libremente el Misal Romano promulgado por san Pío V, determinando un uso paralelo al Misal Romano promulgado por san Pablo VI».
La decisión de Benedicto XVI con el motu proprio Summorum Pontificum (2007), continúa el Santo Padre, se apoyó en «la convicción de que tal medida no pondría en duda una de las decisiones esenciales del Concilio Vaticano II, socavando así su autoridad». Hace 14 años, el Papa alemán declaró infundados los temores de escisión en las comunidades parroquiales, porque, escribió, «las dos formas de uso del rito romano pueden enriquecerse mutuamente».
Encuesta a los obispos
Pero una encuesta promovida recientemente por la Congregación para la Doctrina de la Fe entre los obispos ha mostrado un diagnóstico diferente. Las respuestas revelan, escribe Francisco, que el deseo de unidad ha sido «gravemente despreciado», y las concesiones ofrecidas con magnanimidad han sido utilizadas «para aumentar las distancias, endurecer las diferencias, construir oposiciones que hieren a la Iglesia y obstaculizan su camino, exponiéndola al riesgo de la división».
Esta situación «me apena y me preocupa, confirmándome en la necesidad de intervenir», subraya el Pontífice. Se muestra apenado por los abusos en las celebraciones litúrgicas «de un lado y de otro», pero también por «un uso instrumental del Missale Romanum de 1962, cada vez más caracterizado por un creciente rechazo no solo de la reforma litúrgica, sino del Concilio Vaticano II, con la afirmación infundada e insostenible de que traicionaba la Tradición y la “verdadera Iglesia”».
La «verdadera Iglesia»
Dudar del Concilio, explica Francisco, «significa dudar de las intenciones mismas de los Padres, que ejercieron solemnemente su potestad colegial cum Petro et sub Petro en el concilio ecuménico, y, en definitiva, dudar del mismo Espíritu Santo que guía a la Iglesia».
Una última razón que cita Francisco para su decisión es que «es cada vez más evidente en las palabras y actitudes de muchas personas que existe una estrecha relación entre la elección de las celebraciones según los libros litúrgicos anteriores al Concilio Vaticano II y el rechazo de la Iglesia y sus instituciones en nombre de lo que juzgan como la “verdadera Iglesia”. Es un comportamiento que contradice la comunión, alimentando ese impulso hacia la división… contra el que el apóstol Pablo reaccionó con firmeza. Es con el fin de defender la unidad del Cuerpo de Cristo que me veo obligado a revocar la facultad concedida por mis predecesores».
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