Fuente: El Confidencial
Por: Eva González
22/07/2021
La visita del Pontífice tendrá carácter oficial y se centrará en dar apoyo a las negociaciones para impulsar la acción climática a escala internacional
Los obispos escoceses han anunciado que el Papa Francisco visitará Glasgow (Escocia) el próximo mes de noviembre, coincidiendo con la celebración de la Conferencia de la ONU sobre cambio climático (COP26), que tendrá lugar del 1 al 12 de ese mes. Y el motivo no es pastoral, sino de acción política, como líder del Estado Vaticano. Su visita tiene un alto valor puesto que el Pontífice es la cabeza visible de la Iglesia católica, a la que pertenecen al menos 1.329 millones de personas en todo el mundo y sus palabras tienen una repercusión global.
En un comunicado oficial, la Conferencia Episcopal Escocesa ha expresado la firme voluntad de Francisco de acudir a Glasgow, aunque adelanta que el Pontífice permanecerá “muy poco tiempo”, la mayor parte del cual se dedicará “a participar” en la COP26.
“Si bien serían deseables muchas reuniones pastorales, ecuménicas e interreligiosas, mientras él esté con nosotros hay limitaciones de tiempo y no será posible un programa tan completo”, señala el portavoz de la Conferencia Episcopal, advirtiendo así de que previsiblemente no habrá encuentros con los feligreses, sino que el Papa se centrará en las negociaciones climáticas, dirigidas entre otros asuntos a coser los flecos que quedaron sueltos en la COP25 de Chile celebrada en Madrid hace dos años para impulsar una acción más exigente contra el calentamiento global.
Precisamente, el Vaticano está decidido a contribuir a la acción climática y ha organizado distintas acciones de aquí a noviembre, como la conferencia que celebrará el 4 de octubre bajo el título ‘Fe y ciencia: hacia la COP26’ a la que están invitados 40 líderes religiosos y a una decena de científicos para que expongan las medidas que han tomado hasta ahora para proteger el planeta y definan sus objetivos futuros. Las conclusiones de la cita incluirán un mensaje para los representantes políticos que acudan a Escocia.
Jorge Bergoglio ha mostrado desde el inicio de su pontificado una gran sensibilidad ambiental y contra el cambio climático, como queda de manifiesto en su encíclica ‘Laudato Si’: Sobre el cuidado de la casa común’, publicada en mayo de 2015, medio año antes de que se lograra el Acuerdo de París.
Esta encíclica tuvo entonces una gran repercusión a nivel mundial, no solo para la comunidad católica, sino para sociedades y gobiernos justo cuando las partes de la Convención de Cambio Climático negociaban el ansiado acuerdo para limitar el aumento de la temperatura a 2ºC, y a 1,5ºC si es posible, de acuerdo con las recomendaciones del Grupo Intergubernamental de Expertos de Cambio Climático (IPCC).
El Pontífice subraya también la preocupación ambiental y climática de sus predecesores, desde Juan XXIII, o Pablo VI, quien advirtió a la FAO en 1971 de la posibilidad de una “catástrofe ecológica bajo el efecto de la explosión de la civilización industrial”; o Juan Pablo II, que reiteradamente llamó a una “conversión ecológica global”. De Benedicto XVI, su sucesor recuerda que invitó a “eliminar las causas estructurales de las disfunciones de la economía mundial” y a “corregir los modelos de crecimiento que parecen incapaces de garantizar el respeto del medio ambiente”, ya que, en su opinión, el libro de la naturaleza es “uno e indivisible”.
Además, en Laudato Si reconoce la visión ambiental del Patriarca Ortodoxo Bartolomé, quien también se ha referido a la necesidad de que cada uno está llamado a admitir su aportación a la “desfiguración y destrucción de la creación” y califica de “pecados contra la creación” la destrucción de la diversidad biológica, la contribución de los seres humanos al cambio climático “cuando desnudan la tierra de sus bosques naturales, cuando contaminan el agua, el suelo o el aire.
En 2017 Bartolomé y Francisco hicieron un llamamiento urgente a quienes ocupan puestos de responsabilidad social, económica y política, porque el deterioro del planeta “recae sobre los más vulnerables”. Los dos mostraron su convencimiento de que no puede haber una “solución sincera y duradera” al desafío de la crisis ecológica y del cambio climático si la respuesta no es “concordada y colectiva, si la responsabilidad no es compartida y responsable, si no damos prioridad a la solidaridad y al servicio”.
Por su parte, el Dalai Lama, líder de la religión budista, publicó a finales de 2020 ‘Nuestra única casa: un llamamiento contra el cambio climático’. En él, el líder espiritual argumenta la necesidad de que cada individuo se ponga en marcha para alcanzar un mundo más amistoso contra el cambio climático y en el que anima a las generaciones más jóvenes a defender su derecho a un futuro mejor. En este libro apunta que una de las primeras medidas que a nivel particular deberían ponerse en marcha es dejar de comer carne y promover una alimentación vegetariana en tanto en cuanto sea posible.
Aunque las religiones han perdido capacidad de influencia en las sociedades europeas, siguen jugando un papel preponderante en el viejo continente y mucho mayor aún en América, Asia o África, por lo que las palabras de sus representantes pueden restar o sumar en gran medida, ya no solo a los compromisos internacionales sino, en particular, al cambio necesario que debe empezar por los propios individuos para sumar al cuidado del único planeta que tenemos para vivir: el Planeta A.
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