JESÚS VILLEGAS
(en «Público»:
01/10/2019)
La pasada semana se presentaba en
Madrid el libro Salvados por Francisco (Ediciones B). Su autor, el
escritor y periodista argentino Aldo Duzdevich fue miembro de la organización
peronista Montoneros y posteriormente diputado nacional por el Partido
Justicialista.
Salvados por Francisco, según nos cuenta desde
el aeropuerto de Madrid-Barajas poco antes de volar hacia París para continuar
con su presentación en la capital francesa, es el resultado de una
investigación que trata de hacer justicia frente a lo que define como
"una calumnia que se desató en Argentina" en la que se establecía que
el entonces sacerdote Jorge Bergoglio tuvo una actitud colaboracionista con la
dictadura militar de Jorge Rafael Videla (1976-1983).
Con este libro, que considera
necesario y se culpa de no haber escrito antes, intenta poner de relieve la
valentía que mostró el actual Papa a la hora de jugarse la vida salvando a
muchos jesuitas de ser torturados y asesinados a manos de los militares en una
de las etapas más oscuras de la historia argentina.
En dicha presentación, que tuvo
lugar en la Iglesia de San Antón del madrileño barrio de Chueca, Duzdevich estuvo
acompañado del Padre Ángel, presidente y fundador de Mensajeros de la Paz, y
también del Cardenal de Madrid, Carlos Osoro, que quiso destacar la labor de
Bergoglio en esos años difíciles "asumiendo que había que sobrevivir,
salvando la vida de muchas personas y actuando en consecuencia".
Iluminando sombras
Fue durante el pasado mes de marzo
que Aldo Duzdevich presentaba en Buenos Aires un libro de 240 páginas en el que
se recogen 25 entrevistas a protagonistas que cuentan cómo el entonces jefe de
la misión provincial de la Compañía de Jesús ayudó a muchas víctimas de la
dictadura militar a salvar sus vidas intentando sacarles del país poniendo en
riesgo su propia integridad.
El ex diputado argentino nos
comenta que Salvados por Francisco ademas de poner de
relieve la valentía del actual Papa, viene del mismo modo a refutar la
larga investigación que realizara el también periodista argentino Horacio
Verbitsky y que responsabilizaba a Bergoglio de haber sido funcional al
régimen militar.
Verbitsky sustentaba estos hechos
en una carta escrita por un jesuita húngaro que por entonces vivía en Buenos
Aires, Francisco Jalics, que confesaba años más tarde ya en democracia, que el
responsable provincial de su congregación, Bergoglio, les había delatado a él y
a otro sacerdote, Orlando Yorio, facilitando que fueran detenidos por la Junta
Militar y conducidos a la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), convertida
por aquel entonces en centro clandestino de detención, tortura y exterminio.
Por el contrario, Duzdevich
recuerda que Jalics, que reside en Alemania desde 1978, ya reconoció en 2013
que Bergoglio no los denunció ni a Yorio ni a él y que le quedó claro que esa
sospecha era infundada. De hecho el propio Jalics declaró, en una web de los
jesuitas alemanes, que años después de su secuestro tuvo la oportunidad de
hablar con el que por entonces era arzobispo de Buenos Aires, Jorge Bergoglio,
reconciliándose con un abrazo y “dando los hechos por cerrados”.
Duzdevich: "Durante 40 años
hubo un secreto entre los ayudados y el que ayudó"
El autor recoge en su libro el
testimonio de Gustavo Mosca, otro protagonista que en 2013 decidió interceder
por el recién nombrado Papa en contra de las versiones condenatorias.
Mosca era uruguayo y militante de una agrupación de izquierdas, exiliado en
Argentina y hermano de un jesuita que conocía a Bergoglio. Asegura que este lo
ayudo, jugándose la vida con una actitud serena y humilde, a cruzar la frontera
con Brasil para que pudiera refugiarse en Sao Paulo. Mosca asegura en el testimonio
que recoge el libro, que cuando Bergoglio le ayudó a escapar pudo percibir
que él no era el primero, que ya tenía esa estrategia muy entrenada y que
por tanto hacía tiempo que venía ayudando del mismo modo a otras personas. Mosca
al menos calcula que desde diciembre de 1977 Bergoglio tenía su plan en
funcionamiento salvando a personas.
Al testimonio del uruguayo se
unirían otros que, perseguidos por la denominada Triple A (Alianza
Anticomunista Argentina) grupo terrorista de extrema derecha, recibieron la
ayuda de Bergoglio para salvar sus vidas. Como por ejemplo el sacerdote español
José Caravias que aseguró, el mismo año que Bergoglio fue nombrado Papa, haber
sido salvado por él del grupo terrorista paramilitar, y que las acusaciones
contra Francisco forman parte de una campaña trazada por el “gran
capitalismo internacional” para ensuciar la imagen del pontífice.
Duzdevich nos detalla que Bergoglio incluso llegó a entregar su propio DNI a
una de las personas a la que quería ayudar para que se hiciera pasar por él y
de esta manera poder cruzar la frontera, algo que ponía al jesuita en serio
riesgo ante las autoridades militares.
Pero, ¿por qué Bergoglio nunca usó
estos casos para defenderse posteriormente ante las acusaciones de ser
funcional a la dictadura? Según nos asegura el autor del libro, el actual Papa
Francisco siempre ha hecho uso de un “principio de solidaridad” y de algo que
el propio pontífice le aclaró personalmente cuando pudo entrevistarse con él en
el Vaticano, “durante 40 años hubo un secreto entre los ayudados y el que
ayudó. Si esas personas no hablan, yo también guardaré silencio”.
Sin embargo, los sectores
defensores de la teoría condenatoria insisten en la actitud condescendiente y
colaboracionista de Bergoglio con la Junta Militar argentina. A nuestra
pregunta a Duzdevich de por qué el entonces jefe provincial de la Compañía de
Jesús no tuvo una actitud más clara y frontal frente al régimen, nos contesta
que “Bergoglio siempre trató de tener una actitud de perfil bajo para no
destacarse demasiado, mucho más cuando de manera oculta estaba ayudando
a muchas personas a huir de ser secuestradas, torturas y asesinadas”.
El exdiputado afirma que existían
tres sectores bien diferenciados dentro de la Iglesia argentina en aquellos
momentos. Uno ultraconservador que era afín a la dictadura y oficiaba como
portavoz de la Iglesia ante la Junta Militar, otro más progresista y
contestatario, y un tercer sector intermedio que trataba de disimular lo más
posible ante el régimen, aparentando apoyarlo mientras al mismo tiempo ayudaban
en la medida de sus posibilidades a las personas que estaban sufriendo la
represión, “en este último sector se encontraba Bergoglio”, asegura Duzdevich.
Duzdevich: "De manera oculta
estaba ayudando a muchas personas a huir de ser secuestradas, torturas y
asesinadas"
Otra de las denuncias de diversas organizaciones vinculadas con los
Derechos Humanos ha sido la del perfil bajo e irrelevante que mostró Bergoglio
en la megacausa de la ESMA en noviembre de 2010, donde compareció ante la
justicia como testigo y en la cual se limitó a decir que él no sabía nada. Y
otro aspecto más, muchos se preguntaban cómo era posible que supiera de la
existencia de ese centro clandestino de tortura pocos días después del
secuestro de los jesuitas Yorio y Jalics, tal y como aseguraban algunos
testigos.
Duzdevich justifica estos hechos
asegurando que Bergoglio le contó que durante la dictadura existían militares
anónimos que actuaban de confidentes, es por esto que él sabía de la existencia
de la ESMA y de que muchas personas podían estar siendo torturadas, pero nunca
pudo revelar la fuente por temor a que esos confidentes tuvieran represalias.
Por otra parte Duzdevich descarga de cualquier tipo de responsabilidad a
Bergoglio al entender que en aquellos años no ostentaba cargo de poder alguno
tan relevante dentro de la Curia como para poder interceder a esos niveles.
Presión al corazón del Vaticano
Todo parece indicar que el Papa Francisco viene recibiendo presiones desde
el inicio de su pontificado. No solo por este caso que se trata en el libro y
que desde hace años persigue su pasado, oscuro para algunos y de bondad para
otros, sino por otras muchas razones que tienen que ver con su actitud a la
hora de “afrontar todas las amenazas que se le plantean en el proceso de
reformas de la iglesia y también al buscar otros caminos a las erróneas
políticas que se llevan adelante en el mundo”, según afirma Duzdevich.
Las declaraciones de Francisco I
sobre el escaso compromiso por parte de los Estados, culpándolos de falta de
voluntad política para luchar contra el cambio climático; su decisión de
permitir por primera vez en la historia de la Iglesia católica una auditoria
externa del Banco del Vaticano; o su manifiesta preocupación por, según
el propio Bergoglio, "una nueva forma de intervención exógena en los
escenarios políticos de los países a través del uso indebido de procedimientos
legales y tipificaciones judiciales" haciendo referencia al denominado
"Lawfare" (guerra judicial), hacen que las presiones internas y
externas de determinados grupos de poder vaya en aumento.
Duzdevich: "Francisco tiene
claro un concepto que repite entre sus principios básicos, es el hecho de que
el tiempo es superior al espacio"
Duzdevich asegura que el Papa
es consciente de dichas presiones, y él mismo entiende que lo mejor que
puede hacer es impulsar reformas que encaminen a la iglesia a una renovación
que finalmente sea irreversible.
En cualquier caso parece evidente
que existe un sector ultra ortodoxo dentro del Vaticano que pone en duda a
Francisco y que está en contra de esta corriente aperturista y de condena al
capitalismo. Pero esta red parece tener ramificaciones que cruzan el Atlántico
y es en Estados Unidos donde encuentran mayor resonancia en organizaciones
ultraconservadoras que cuentan con el respaldo de empresarios y grandes
fortunas.
Al preguntarle a Duzdevich sobre
el papel que está ejerciendo en este sentido Steve Bannon, ex consejero del
presidente Donald Trump, católico ultraconservador y punta de lanza del
movimiento político global y populista de extrema derecha que ya viene
irrumpiendo en Europa con fuerza hace años, nos contesta que es evidente que
Bannon representa una de las grandes fuentes de financiación de esta
corriente ultraconservadora que también está dificultando que cambien
algunas cosas dentro del Vaticano.
Y nos revela una información más
que nos hace entender hasta qué punto Jorge Bergoglio viene siendo censurado
dentro de la Iglesia incluso desde antes que fuera nombrado Papa en 2013.
En el cónclave de abril de 2005 en
el que los cardenales votaron a favor de que Joseph Ratzinger sucediera a Juan
Pablo II tras su muerte y convertirse en el Papa Benedicto XVI, el entonces
cardenal Bergoglio sufrió un boicot que llegaba desde su propio país.
Monseñor Hector Aguer, arzobispo de la ciudad
argentina de La Plata hasta el año pasado, que fuera representante de la
corriente ultra ortodoxa argentina e investigador sobre doctrinas medievales,
envió a un número determinado de cardenales que componían ese cónclave
documentación referente a la investigación realizada por el periodista Horacio
Verbitsky en la que se determinaba una relación de colaboración de Bergoglio
con la dictadura militar de Videla. Esto hizo que Bergoglio solo obtuviera
44 votos a favor y Ratzinger fuera nombrado finalmente como sumo pontífice.
Quizás por eso ahora se entiende mucho mejor que en 2007, el ya Papa Benedicto
XVI nombrara al arzobispo Aguer integrante de la Comisión Pontificia de
Justicia y Paz, y que esto le permitiera desde ese lugar en el Vaticano influir
directamente en la composición jerárquica de la Iglesia argentina.
Fue tal vez por esta relación
antagónica entre Bergoglio y Aguer, que el día en el que Francisco I fue
elegido Papa, el arzobispo de La Plata no permitiera que en su Catedral sonaran
las campanas como normalmente se hace cuando es nombrado un nuevo pontífice.
Aun así, Bergoglio sigue
intentando tender puentes entre un pasado supuestamente imperfecto y un futuro
esperanzador. Según nos cuenta Aldo Duzdevich sobre sus conversaciones
recientes con el Papa, “Francisco tiene claro un concepto que repite
entre sus principios básicos, es el hecho de que el tiempo es superior al
espacio. Él no apuesta por ver terminada su obra cuando su vida biológica
termine, aspira a que esos procesos perduren en el tiempo y sean
irreversibles”.
Curas casados: Francisco tendrá la última palabra
(De «ABC»
29/09/2019)
El obispo emérito de San Cristóbal de las Casas (Chiapas, México) monseñor
Felipe Arizmendi asistió a la celebración esta semana del 50 aniversario de la
presencia de la pastoral indígena en el Paraguay. En esta entrevista, el
conocido sucesor del polémico monseñor Samuel Ruiz relata sus experiencias con
los pueblos originarios y se refiere a las duras pruebas que enfrenta la
Iglesia Católica en su propio seno y que podría comprometer su futuro.
–Usted es de Chiapas...
–No. Estuve 17 años como obispo de San Cristóbal de las Casas, en Chiapas.
Me jubilé hace dos años y vivo en Toluca, mi ciudad de origen.
–Sucesor del polémico monseñor Samuel Ruiz, mediador entre los guerrilleros
y el Gobierno...
–De 1994 data el conflicto armado que vivió Chiapas con la aparición del
Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), liderado por el subcomandante
Marcos. Era un movimiento fundamentalmente indígena para reivindicar sus
derechos a la tierra, a la salud, a la educación, a la vida. Monseñor Ruiz fue
un defensor del respeto de los derechos indígenas de México y de América
Latina.
–¿Se convirtieron prácticamente en terroristas?
–No. Allá empezó una lucha armada pero ellos querían demostrar que era para
recuperar sus derechos. La guerra solo duró 10 días. Lo demás fue una lucha
social y política.
–Abrazaron el marxismo...
–El movimiento de Marcos era de corte marxista, pero no todos los indígenas
que le siguieron eran marxistas. Le siguieron en función de su interés por
hacer respetar su derecho a vivir en su tierra, porque no tenían tierra. Se las
habían quitado antes. Pensaron que solamente por las armas las podían
recuperar. En el pasado hubo en Chiapas –y en México en general– grupos que les
despojaron su tierra, su cultura. En el caso de Chiapas, por el camino, los
rebeldes se dieron cuenta de que la lucha armada no era la vía correcta que el
país quería. Lucha por los derechos sí, pero lucha armada no.
–¿Cómo terminó?
–La guerra terminó en 10 días.
–¿Y las reivindicaciones?
–Se recuperaron muchas tierras y sobre todo sus derechos para hacerse
reconocer como personas que son tan dignas como cualquiera. Hoy su lucha ya no
es armada.
–¿Cómo repercutió en la Iglesia esa experiencia?
–En Chiapas tenemos grupos que tienen su propia parroquia en la ciudad, y
tienen lugares de culto en la ciudad solo para ellos y de ellos. Son los que
hacen y proponen y llevan la directiva. Por ejemplo, tienen sus propias
parroquias, sus propios servidores. Nosotros tenemos allá muchos diáconos,
bastantes sacerdotes indígenas totalmente integrados como Iglesia, tanto en la
sociedad como en su propia comunidad, y están cada vez más integrados al
desarrollo. Hay carreteras, luz eléctrica, escuelas, clínicas destinadas a sus
familias. Hay universidades en lugares indígenas. Se les presta cada vez más
atención.
–Se dice que mantenerse en la tradición y en las viejas costumbres atrasa
el progreso...
–Depende. Es que hay gente para la que el desarrollo es tener dinero, el
último coche, una casa con todas las comodidades. Pero hay otra riqueza que no
depende mucho de tener cosas. Hay muchos indígenas ricos culturalmente, con una
gran sabiduría aunque quizás en su casa no tengan todas las comodidades. Pero
son distintas medidas de pobreza. Hay gente que tiene muchísimo dinero y las
mejores condiciones materiales pero es gente pobre culturalmente. Hay indígenas
con muchas limitaciones materiales pero con una sabiduría admirable, muy
profunda.
–En Paraguay tenemos comunidades organizadas que plantan soja por ejemplo,
y se dedican a la producción. No mendigan. Hay otras que prefieren la
asistencia.
–Hay de todo. Nosotros tenemos en México programas de Gobierno que ofrecen
mucho beneficio sin ningún esfuerzo. Es así que muchos se han acostumbrado a no
trabajar, solamente a recibir asistencia. Hay gente así. Pero no es porque son
flojos de por sí. Es el sistema el que los forja de esa manera y sobreviven
así.
–En el encuentro de esta semana (en el Seminario Metropolitano) se hizo un
balance de 50 años de la pastoral indígena en el Paraguay. ¿De cuánto ha
servido la Iglesia a la promoción de los indígenas?
–Cuando el papa Francisco vino a Chiapas (febrero de 2016) siendo yo el
obispo, algunos se preguntaron: ¿Qué dejó la visita del Papa? Yo decía: si tu
mirada es económica dejó mucho dinero porque atrajo mucha gente a la ciudad, a
los hoteles, los comerciantes se beneficiaron... Además, el Papa me dejó 85.000
euros, casi 100.000 dólares precisamente para programas de apoyo a la gente
pobre. Pero lo más importante de su visita fue que los indígenas tomaran más
conciencia de que son importantes para la Iglesia, que son valiosos y que
tenemos que aprender de ellos también. En Paraguay, la Conferencia Episcopal
tiene ya 50 años de estar esforzándose por servir. Pero todavía falta mucho
más. Este congreso que hicimos quiso ayudar a que se tome más conciencia de la
importancia de estar con ellos. Como decía el Papa en Fuerte Maldonado, en la
selva peruana: “no hay derecho a que se le quiten sus tierras, que se explote
la minería sin permiso de ellos y sin beneficio para ellos. No hay derecho que
se esté deforestando toda la Amazonia por empresas que tienen otros intereses.
La Iglesia quiere estar apoyando sus derechos y mediante el Evangelio de
Jesucristo encuentren el camino para una vida digna.
–¿Cómo enfrenta la Iglesia el avance de las sectas, más hábiles para captar
prosélitos? En los ochenta, en el Chaco, unos misioneros quisieron conquistar
silvícolas y terminó en masacre.
–Eso no fue obra de católicos. Entre nosotros no ha habido prácticamente
eso (del proselitismo) porque la evangelización se empezó a sembrar desde el
principio, desde que llegaron los españoles hace 500 años con Fray Bartolomé de
las Casas que fue un defensor de ellos. Los indígenas no vieron la
evangelización como algo contrario a ellos sino, al contrario, les ayudó
precisamente a reivindicar sus derechos. Hay que estar, convivir con ellos.
Jesucristo comenzó a cambiar algunas cosas después de convivir 30 años con el
pueblo. Ellos se identifican mucho con el catolicismo. Por ejemplo tienen el
rito del incienso. Para ellos es muy importante encender velas o candelas,
veladoras como forma de oración, eso también es muy católico.
–¿Por qué dicen que la Iglesia será otra después del Sínodo de la Amazonia?
–Se plantean varios temas: el respeto de los pueblos, de conocerlos, de
valorar más su cultura y también ver qué decisiones se toman ahí. Van a ser
discusiones, todavía no definiciones. Incluso el Sínodo de la Amazonia lo
convocó el Papa para que se discutan estas cosas. Pero es el Papa el que tendrá
la última palabra cuando se tengan las conclusiones.
–Se plantea la discusión sobre los sacerdotes casados. Lo que se decida en
el sínodo (en octubre) van a querer usar para sus diócesis como plantea
Alemania.
–Es cierto, uno de los temas en discusión es si se pueden nombrar
sacerdotes a hombres ya casados. Eso puede ser válido para un lugar y no para
toda la Iglesia. Puede haber excepciones como las ha habido a lo largo de la
historia de la Iglesia. Con eso no se va a acabar el celibato de los
sacerdotes. Se plantea una solución para una situación muy concreta para una
región donde no hay sacerdotes.
–¿Qué dice la doctrina?
–Jesús llamó a gente casada también para algunos servicios. Con Jesús no
hay problema. Sin embargo, Jesús decidió ser célibe. No se casó.
–Y esta discusión ¿no podría terminar en un cisma? Los obispos alemanes
anuncian un sínodo para declarar sacerdotisas a las mujeres.
–Ya ellos sabrán qué decisiones toman. En un sínodo hay libertad para
discutir pero ya las decisiones tienen que estar de acuerdo con la doctrina de
la Iglesia Católica si quieren seguir siendo católicos.
–Plantean hasta bendecir parejas del mismo sexo, dar la comunión a
divorciados.
–Como le decía, en un sínodo se discute mucho, y aunque la mayoría se ponga
de acuerdo, el sínodo de un país no es un sínodo universal. Lo que resulte de
Alemania si no riñe con la doctrina de la iglesia eso va a seguir. Se elevan
propuestas y en último caso el Papa tendrá la última palabra y, el Papa no
puede ser infiel a la doctrina de la Iglesia.
–Hasta se habla de una huelga de mujeres porque no se permite que sean
diaconisas.
–Esos son movimientos de creyentes que hay que escuchar. Hay que ver sus
motivaciones, no solo humanas y sicológicas sino bíblicas y teológicas. Hay que
discutir y analizarlo.
–Se tejen muchas cosas negativas en torno a la Iglesia. Es lo que más se
resalta de las noticias en las redes...
–Yo soy partidario de sembrar más esperanza que amargura. Es verdad, hay
cosas negativas pero no todo es negativo en la vida. Hay invierno y primavera.
Hay noche y hay día. Hay que sembrar y hay que cosechar. Ni todo lo que se
siembra se cosecha y como quisiéramos en plenitud. Un campesino si siembra por
ejemplo un maíz, aunque no tenga muchos granos, si tiene 10 o 15, ya es bueno.
Entonces hay que ver también lo positivo que hay y no satanizar todo.
–No se puede tampoco renunciar a contar la realidad.
–No, tampoco, pero también hay que saber equilibrar, porque la realidad no
solamente es negativa. Prevalece lo positivo, Se tiene que saber valorar más lo
positivo que tiene el mundo.
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