Francesc Ramis |
Sin embargo, cuando contemplamos el nacimiento del cristianismo
percibimos que el aspecto inherente a la “novedad” constituyó una clave
esencial para la difusión de la verdad cristiana. La predicación de Jesús,
caracterizada, entre otros aspectos, por la novedad de su propuesta, suscitó la
admiración de sus contemporáneos; decían sus oyentes: “¿Qué es esto? ¡Una
‘doctrina nueva (kaine)’ dotada de credibilidad (exousia)!” (Mc 1,27; cf.
1,22).
Por contraste la sociedad en general no percibe en el cristianismo
occidental ni la novedad (kaine) ni la credibilidad (exousia) capaz de colmar
el sentido de la vida. Las causas que han deteriorado el cristianismo son
numerosas: unas atañen a las disensiones internas entre los cristianos, otras
proceden de la indiferencia social.
Sin embargo, en el seno de esta cultura, el cristianismo puede
convertirse en la oferta válida capaz de entretejer la “forma de vida” que llene
la existencia humana; ahora bien, el desafío exige a la Iglesia la recuperación
de la “novedad (kaine)” y la “credibilidad (exousia)” propias del mensaje
cristiano.
Precisamente ahí radica la necesidad de recuperar la figura teológica
del Resto de Israel, la comunidad fiel que, a lo largo del Antiguo Testamento,
renovó constantemente la “novedad” y la “credibilidad” del mensaje nacido de
los labios del Dios liberador. A nuestro entender, el estudio de la identidad y
la misión teológica del Resto de Israel, a lo largo del Antiguo Testamento,
ilumina el actual desafío al cristianismo.
Desde la perspectiva sociológica, quizá fuera difícil distinguir el
Resto de Israel de lo que podemos denominar el Residuo de Israel, pero, desde
el prisma teológico la diferencia es esencial. El Resto de Israel goza de la
“credibilidad” capaz de engendrar la “novedad” que ofrece una “forma de vida”
que colma de “sentido” la existencia de la comunidad judía e ilumina el devenir
de las naciones. A modo de contrapartida, el supuesto Residuo de Israel, sería
incapaz de auspiciar cualquier “forma de vida” capaz de conferir “sentido” a la
historia judía y al periplo de los gentiles; el Residuo de Israel iría
disolviéndose en las aguas cenagosas de la idolatría, metáfora de la “carencia
de sentido” que ahoga la existencia humana.
Como testifica el Nuevo Testamento, la Iglesia se conforma como el
Nuevo Israel; se perfila como el Nuevo Resto de Israel. No en vano, la
prediación de Jesús, como hemos observado antes, rezumaba la “novedad” y la
“credibilidad” capaz de crear asombro en los oyentes y capaz de llenar de
sentido la existencia de quien se dejaba abrazar de la Palabra de Dios, celebrada en la Iglesia.
La comunidad eclesial no se constituyó en torno a la circuncisión, la
escrupulosidad del sábado, la pureza de los alimentos, el embrión de la
sinagoga, o el sacerdocio del Antiguo Testamento; se reúne a la luz de Jesús
Resucitado.
De ese modo, se presenta como la comunidad que celebra a la
presencia de Jesús, sobre todo en la Eucaristía. Practica la caridad cristiana,
como forma genuina de vivencia del Evangelio. A través de la catequesis, ahonda
en el conocimiento de la persona de Jesús, no solo para conocerlo mejor, sino,
sobre todo, para seguirlo mejor. Inicia el empeño por la evangelización;
predica el Evangelio, presencia viva de Jesús entre nosotros, como forma
peculiar de ofrecer a toda persona, y no solo al pueblo judío, una forma de
vida, el evangelio de Jesús.
A tenor de lo expuesto, podemos intuir algunas pautas de conversión
pastoral de nuestra Iglesia para que pueda vivir y sembrar mejor el evangelio
en los entresijos del mundo:
1. Recuperar
la noción de Resto de Israel. La comunidad cristiana ha de recuperar y
transmitir la novedad y la credibilidad del evangelio mediante los cuatro ejes
de la asamblea: la celebración, la catequesis, la práctica de la caridad y la
evangelización; solo así brotará como Resto de Israel. De ahí la importancia de
recuperar el valor teológico, entre otros documentos, de “Lumen Gentium” y
“Eclesiam Suam”.
2. Aprovechar
el tiempo de adversidad, como hiciera la comunidad exiliada, para conformarse
como Resto de Israel. La etapa del nihilismo, contemplada con ojos cristianos,
es una oportunidad de conversión interna, como dice von Ranke “todas las épocas
son inmediatas a Dios”. Los hebreos en el exilio, supieron reelaborar las
tradiciones del antiguo Judá para conformarse como Resto de Israel: sábado,
circuncisión, sinagoga, alimentos, sacerdocio. Aquí radica la recuperación de la
“Evangelii Nuntiandi” y “Evangelii Gaudium”.
3. El
mayor enemigo del Resto de IsraEl no fueron, como nos enseña la etapa de Esdras
y Nehemías, los peligros externos, sino las causas internas; en lenguaje
nuestro, el espiritualismo y no la espiritualidad, el eclesiasticismo y no la
eclesialidad, la mundanidad y no la secularidad, en definitiva la
superficialidad quebraron la identidad del Resto de Israel.
4. Valorar
el momento presente como un tiempo de gracia. El Resto de Israel en lugar de
disolverse en el helenismo o aterrorizarse ante la irrupción de la apocalíptica,
supo aprovechar la ocasión para compilar la Escritura y ofrecer a la comunidad
hebrea y a las naciones paganas un proyecto de vida, cargado de novedad y
credibilidad, capaz de llenar de sentido la existencia humana.
(Notas
de la conferencia de Francesc Ramis en el Goazen! 14-15, inicio del V PDE. Hay
un xirimiri del IDTP con el texto completo.)
Todo absolutamente normal, previsto y profetizado, o previsto por profetizado.Está claro en las mismas lecturas de la Misa de hoy.
ResponderEliminarTodo comienza desde el barro, desde abajo.
Y todo poder se monta sobre él, no tiene otros sillares de apoyo, pero no es él.
Y todo poder lleva la destrucción dentro; por cierto, cuanto más feo, cuanto menos oro y más hierro, más destructor; cuanto más como mezclado con el barro, más divido, más destructor. Daniel se lo explica muy bien a Nabucodonosor. Y la profecía se sigue cumpliendo hoy. ¿Por qué no abrir los ojs?
Y sólo la piedrita que viene de lo alto, no por acción humana, destruye la estatua y crece como pueblo nuevo.
Y lo vuelve a anunciar Jesús en Lucas; también del poder de la sinagoga, también del poder de la Iglesia.
Por cierto que lo importante no van a ser esas destruccioines, sino la venida del Señor que ya está.