EL tema ocupa estos días gran parte de las noticias que vienen de Roma. Parece que hay una lucha abierta ante la perspectiva de un futuro, más o menos inmediato, de tener que elegir un nuevo papa. No es de ahora esta cuestión en el Vaticano. Y aunque reiterativa a lo largo de la historia de la Iglesia, sigue siendo dolorosa y lerda la ambición de personas y grupos. Eso sí, siempre en nombre "del bien de la Institución eclesial".
Ignacio Villota, DEIA, 08.07.2012
Pues bien, el mayordomo del papa ha sido descubierto como el autor de una filtración de documentos muy importantes y personales del papa. Alguien en Italia ha publicado un libro, parece que escandaloso, a partir de estos documentos. Al mayordomo se le ha detenido y el papa ha nombrado una comisión de cardenales para investigar sobre el tema. Preside esta comisión el cardenal español Julián Herranz, miembro de la prelatura del Opus Dei y, antes de su jubilación, presidente del Pontificio Colegio para los textos legislativos. También forma parte de la comisión Josef Tomko, que fue Prefecto de la Congregación para la evangelización de los pueblos. El tercero es Salvatore di Giorgi, exarzobispo de Palermo.
El cardenal Herranz ha dicho que "la Obra (el Opus Dei) tiene la obligación de poner su experiencia y sus talentos -que en este caso son muchos- al servicio de la Santa Sede para sacar algo positivo de esta crisis". Estoy de acuerdo. El Opus Dei y en este caso el cardenal Herranz tienen mucha experiencia y talentos para resolver esta crisis. Vaya que si tienen. No en balde han estado siempre al servicio de la Iglesia incondicionalmente. Y si hay que salvarla, han sido capaces de utilizar absolutamente todos los medios, aunque hubiera que llegar a la mentira ocasional o sistemática. A la gente hay que salvarla quiera o no quiera, se deje o no se deje. No faltaba más. Todo menos caer en el fuego eterno, pues tiene que doler mucho. Y siempre por el bien de la Iglesia. Vamos a verlo.
En septiembre de 1971 se celebró en España la Asamblea Conjunta de Obispos y Sacerdotes. Presidía la Iglesia española el cardenal Enrique y Tarancón que fue el alma de aquel encuentro. Era un intento de renovación de la Iglesia en España a partir de los postulados conciliares y en un momento en que decisivamente había que desvincularse del franquismo que tanto daño hizo a la dignidad y, sobre todo, a la credibilidad de la Iglesia.
Los documentos de la Asamblea recibieron los plácemes de Pablo VI. Todas las personas y los grupos cristianos mínimamente abiertos experimentaron una gran esperanza al comprobar que en la Iglesia española había reflexiones e ideas para poder servir a la sociedad desde el Evangelio, después de cuarenta años de sometimiento al franquismo de gran parte de los católicos de pro. La Iglesia española podía ya caminar por las sendas de un real y verdadero cristianismo.
Llegados a este punto, dejo en manos del cardenal Enrique y Tarancón el relato de unos hechos gravísimos que provocan una enorme vergüenza ajena, pero no la de sus protagonistas, "salvadores de la Iglesia" y que siguen con tal vocación.
El cardenal Enrique y Tarancón plasmó en su libro Confesiones (PPC, 1996, pp.423-525; especialmente, pp. 489-525) una relación detallada de los hechos, sí chapuceros pero terriblemente dañinos para el futuro inmediato de la Iglesia española. Fue algo que conocimos entonces, en los meses primeros de 1972 y que más tarde Tarancón explicaría con detalle. Los hechos, escuetamente, fueron los siguientes. Dos órganos de prensa insertos en la órbita del Opus Dei, la agencia Europa Press y el periódico Nuevo Diario, dieron a conocer la existencia de un documento de la Sagrada Congregación del Clero que descalificaba de modo rotundo las conclusiones de la Asamblea Conjunta. El cardenal Tarancón no sabía nada de tal documento. Y, ante el desconcierto que le provoca la noticia, viaja a Roma. Es recibido por Pablo VI, que nada sabía. Menos aún lo conocían en la Secretaría de Estado. El documento había sido inspirado por el obispo Guerra Campos y en él participaron dos consultores de la Congregación pertenecientes al Opus Dei: Álvaro del Portillo, hoy en proceso de Beatificación, y Julián Herranz. Estos convencieron sin dificultades al secretario de la Congregación, Palazzini, muy amigo de la Obra.
Para no cansar al lector transcribo algunas conclusiones del cardenal de Madrid en su libro:
"Que fue la Secretaría de la Congregación exclusivamente, sin haberlo llevado a sesión plenaria de la misma y sin haber dado ninguna noticia a la Secretaría de Estado -menos, al papa-, la que preparó el documento, la que escogió intencionadamente a los que debían redactarlo, la que lo envió, con una carta que firmó el cardenal prefecto pero sin que este pudiera adivinar la importancia de ese documento que él no había leído".
"Que los miembros del Opus Dei, consultores de la Congregación del Clero tomaron parte muy activa -¿única?- en la confección del documento".
"Que algún obispo español, por escrito y personalmente, preparó en Roma el affaire".
"Que este obispo encontró el apoyo incondicional del Opus Dei, que fue el que consiguió que se prestase a ello monseñor Palazzini".
Fue una operación chapucera e indignante que preparó el camino para la desautorización, tras 1978, del cardenal Tarancón y lo que él significaba en la Iglesia española. Estos hechos sucedieron seis años antes del acceso de Juan Pablo II al papado en el citado 1978. Palazzini fue elevado a la púrpura cardenalicia y los grupos más integristas y sectarios de la Iglesia accedieron a los puestos de mayor influencia en el Vaticano.
Hoy, a la vuelta de 40 años, es obvio que el cardenal Herranz está perfectamente entrenado para, a través de los intrincados vericuetos del Vaticano, dar con los dichosos topos.
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