Por Etikarte, * Etikarte lo forman Patxi Meabe, Pako Etxebeste, Arturo García y Ramón Balenziaga
EL tema de la memoria histórica ha adquirido una especial actualidad. Aparece referido a tres polos de particular interés: la pacificación, el tratamiento de las víctimas y la violencia de ETA. Desde esta triple perspectiva, se derivan varias lecciones. No se trata solo de hacer la historia de lo que ha sucedido entre nosotros. Su conocimiento actualizado sirve para construir el futuro que estamos ya haciendo. Por ello, la recuperación de la memoria histórica no nos es neutral.
Conlleva la voluntad de construir ese futuro, desde la verdad hoy conocida y valorada, de lo que ha sido el pasado que hemos vivido. Por ello, porque trata de situarnos hoy en la verdad que fue y sigue siendo, nuestro acercamiento a esa verdad ha de ser muy cuidada. Una verdad que recogerá la experiencia de hechos y dolorosos conflictos, que siguen siendo también hoy nuestros conflictos. Por lo que esa memoria no será tampoco neutra en la formulación con el riesgo de que sea utilizada al servicio de intereses diferentes que se dan hoy también entre nosotros.
Siendo ello así, es necesaria una reflexión hecha desde una voluntad compartida, sobre lo que debería ser la tan deseada y necesaria memoria histórica. Una memoria que, aun siendo el resultado de las aportaciones plurales, pueda ofrecer una verdad común, susceptible de ser compartida por aquellos que queremos para nuestro pueblo un futuro en paz.
Para ello, al mismo tiempo que insistimos en la necesidad de recuperar, de reavivar y de compartir una memoria histórica asumible por todos, hemos de aclarar estas cuestiones.
La memoria histórica se multiplica en una pluralidad de memorias, cada una de las cuales está al servicio de objetivos e intereses particulares, que están unidos a experiencias de conflictos anteriormente vividos y hoy todavía no superados. Nadie puede poner en cuestión la legitimidad de ese objetivo particular, ya que lo vivido está unido a la conculcación o no de los derechos humanos.
Ante esa realidad, la memoria a recuperar debe buscarse desde la mera afirmación del conflicto o también desde la voluntad de su superación, en la apertura a otros planteamientos contrapuestos, relativos al mismo conflicto. Las memorias particularizadas deben ayudar a la realización de otra manera de vivir en sociedad, más solidaria y reconciliada.
El tema de la finalidad perseguida por la recuperación de la memoria nos lleva a plantear el tema de los contenidos. Los hechos históricos no son ajenos a las circunstancias en las que sucedieron. La realidad debe ser estudiada desde la diversidad de sus perspectivas y circunstancias. Una memoria incluyente que recoja las distintas violaciones de los derechos humanos. Algo que adquiere una importancia particular cuando al estudio de la historia, se incorpora la dimensión de la valoración ética de los hechos analizados. Tanto más, si esa memoria se sitúa en la perspectiva del futuro a crear.
Sabemos que la deformación conscientemente se deriva de la parcialización de las perspectivas desde los que son analizados los hechos. Un honesto planteamiento de la memoria, pues no puede ignorar las exigencias de la verdad vista desde la pluralidad de las circunstancias en las que se han dado los acontecimientos.
Cualquier persona o colectivo, sea público o privado, tiene derecho a participar en la elaboración de la memoria histórica. Pero dada la complejidad del objetivo perseguido, en razón de las diversas perspectivas desde las que puede uno acercarse a su estudio y también a sus valoraciones, es necesario insistir en la necesidad de que la recuperación de la memoria histórica sea el resultado del esfuerzo compartido de la pluralidad social. Pluralidad que es necesaria en relación con la participación de las instituciones públicas.
Ahora bien, tampoco ellas son ajenas a los intereses que entran en juego en ese esfuerzo común. Por lo que no puede ignorarse el riesgo de la interpretación oficial, políticamente interesada, de la memoria, cuyas consecuencias pueden ser contrarias al reconocimiento de la verdad y de las libertades democráticas.
Como hemos citado anteriormente, la memoria histórica no es políticamente neutra. Su elaboración tiene una finalidad operativa. Nos debe servir para hacer la política ordenada a la realización del bien común. A la realización de la justicia en la libertad y en la verdad.
Ese bien general habrá de ser el resultado de las diversas políticas relativas de los sectores particulares de la convivencia. La memoria colectiva de un pueblo ha de servir para construir el bien de todos, de una sociedad justa y reconciliada hoy y aquí, a partir de las lecciones de un pasado, que en nuestro pueblo es particularmente doloroso y está todavía muy presente.
Es esa memoria la que nos debe ayudar a descubrir mejor cómo ha de hacerse la política que haga compatibles el respeto debido a las libertades democráticas, a la vez que la tutela de las garantías que hagan posible su ejercicio en cada momento.
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